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Sermones deL TIEMPO DURANTE EL AÑO

Pbro. Gustavo E. PODESTÁ


Adviento

 

2005. Ciclo A

2º Domingo durante el año
(GEP 16/01/05)

 

Lectura del santo Evangelio según san Juan 1, 29-34

Juan vio acercarse a Jesús y dijo: «Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. A él me refería, cuando dije: Después de mí viene un hombre que me precede, porque existía antes que yo. Yo no lo conocía, pero he venido a bautizar con agua para que él fuera manifestado a Israel» Y Juan dio este testimonio: «He visto al Espíritu descender del cielo en forma de paloma y permanecer sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: "Aquel sobre el que veas descender el Espíritu y permanecer sobre él, ese es el que bautiza en el Espíritu Santo" Yo lo he visto y doy testimonio de que él es el Hijo de Dios»

 

SERMÓN

         Es común considerar al perro el mejor amigo del hombre. De hecho, hay perros que son tratados mejor que muchos seres humanos. Veo frecuentemente por nuestros barrios ambulancias para perros, 'deliverys' para perros, anuncios de casas de descanso y recuperación para perros, cementerios para perros. De otras huellas menos agradables que nos dejan estos animalitos en nuestras veredas, todos las sufrimos. Y, lamentablemente, debo decir que la larga vereda de nuestra parroquia es, al respecto, un verdadero dolor de cabeza, ya que, dada la vigilancia imposible, es propicia para que cuanto vecino poco escrupuloso quiera aliviar el vientre de sus cánidos, la utilice sin bolsita ni pala. Por más que haya en la esquina un cartel, ya oxidado, que suplique su uso.

         Pero lo cierto es que, si el ser humano tiene unos cuantos cientos de miles de años sobre la tierra, su convivencia amistosa con animales domésticos no parece ser de larga data: cuanto mucho, desde solo catorce o doce mil años hace. Aún así, es verdad que el primer animal -no hablemos de bacterias, microbios y otras sabandijas-, el primer animal de porte, que comenzó amistosa convivencia con el hombre fue el luego llamado 'canis familiaris', probablemente descendiente de chacales y de lobos. Y esto mucho antes del neolítico, de la sedentarización del hombre, de la agricultura.

El hombre, aún el nómade, siempre fue un gran productor de basura y de desechos orgánicos. Los chacales los habrán, pues, seguido, al acecho de los restos sobrantes de la caza y la comida. A lo largo de los siglos, estos animales se fueron acercando cada vez más a los humanos. En época de abundancia nuestros ancestros les arrojarían, para divertirse o por solidaridad animal, pedazos de huesos. Los cachorros atraerían la simpatía de las mujeres y los niños. Y así, poco a poco, fueron adaptándose al hombre, con mutuo provecho. Por ejemplo: el que los perros rodearan el campamento servía para advertir la presencia de animales más peligrosos que ellos. Al tiempo, también, aprendieron a ayudar a cazar. Es sabido que los chacales, y sobre todo los lobos, son no solo carroñeros sino también, y más con la dirección del hombre, buenos cazadores.

         De todos modos, para nuestro evangelio de hoy, no nos interesa tanto el perro, sino el segundo animal en ser domesticado, más o menos junto con la cabra: la oveja, los ovinos, hace 7500 años. Y esto también antes de la sedentarización. Los que saben dicen que sus antepasados salvajes son los 'muflones' y los 'uriales', animales aún hoy existentes en estado salvaje, aunque en peligro de extinción.

Es posible que, al principio, como otros depredadores, fuera el hombre, a la manera de los nórdicos con los renos, quien siguiera a los rebaños de ovejas en sus migraciones, y viviera de ellas. Pero paulatinamente, se fue dando cuenta de que, además de seguirlas, le convenía defenderlas de otros competidores. Y así empezaron a alejar leones, leopardos, lobos y otros enemigos mortales de los lanudos. Estos se dieron cuenta de que, aunque de vez en cuando, el hombre se hacía un asadito con alguno, lo que más le interesaba era cuidarlas, para la leche, la lana y los cuernos.

Por uno que otro cordero que terminaba en la parrilla, no era tan mal negocio para la especie el ser custodiada por el hombre. Cuando éste, finalmente, tomó la manija definitiva y cuidó de los apareamientos, de la mejora de la raza, de cobijarlos en invierno, de conseguirles alimentos, ya la alianza se hizo definitiva. Y  según el número de ovejas y de cabras, se comenzó incluso a medir la riqueza de las tribus y aún de las personas.

         Solo como curiosidad, mil años después de las ovejas, se domesticó a los bóvidos, a los vacunos, junto con los cerdos. Cuatro mil años después, hace tres mil años, a los caballos. El gato tardó algo más, recién hace unos 2800 años en Egipto, cuando la acumulación de granos y depósitos necesitó a alguien que combatiera los roedores. La gallina cayó recién hace poco más de dos mil años; y el conejo hace ciento cincuenta.

         Pero no quitemos a la oveja el privilegio de ser de las primeras que conviven, 'multiuso', con el hombre.

         De allí, la frecuencia de la aparición de ovejas y corderos en la cultura humana, en su folklore y leyendas primitivas y aún en la simbología política y religiosa. Así vemos que, prontamente, en las culturas que dejaron de realizar sacrificios humanos, la oveja y el cordero pasaron a ser sustitutos de esa terrible ofrenda que se hacía a los dioses. Casi todas las religiones de la antigüedad, desde los romanos, hasta los babilonios, pasando por los árabes y los judíos, utilizaron a estos animales para expresar su aprecio y comprar la protección a sus divinidades. Al fin y al cabo también era con ovejas que los varones compraban a las mujeres para casarse. El número de cabezas había que regatearlo con el suegro, según la respectiva calidad del producto.

Aún hoy, los samaritanos y algunas sectas judías, lo mismo que los musulmanes, practican ritualmente el sacrificio bárbaro de ovejas, a las cuales hay que matar dolorosamente puesto que, por ciertos tabús como los de la comida kosher, es necesario desangrarlas antes de que mueran.

         Israel tenía varios ritos en los que estaba implicada la muerte de la pobre oveja. El más conocido, el de la Pascua , antigua superstición de pastores, perpetrada cuando, según la luna que marcaba la fecha exacta, en un día cercano al comienzo del verano, había que empezar a mover a los rebaños a tierras más altas para conseguirles pastos. Para propiciar a los demonios y genios de los lugares por donde debían transitar mataban un cordero y, en prueba de que lo habían hecho, untaban con sangre las jambas de las puertas de sus tiendas.

Ese es el primitivo rito que está detrás del 'cordero pascual', que luego, hacia el siglo VI AC, se transformará en memorial del paso del Mar Rojo y la huida de la esclavitud egipcia. La sangre de esos corderos y su posterior comida rememorará la alianza hecha por Dios con Moisés. Cientos de miles de pobres corderos se degollaban en el templo de Jerusalén -un verdadero matadero-, para la Pascua , en época de Jesús. Tumultuosamente y a los golpes entraban las ovejas al gran patio del templo atravesando la llamada, justamente, Puerta de las Ovejas. No era un espectáculo agradable.

         Además, cotidianamente, aún fuera de la Pascua -un rito matutino, otro vespertino- se sacrificaban, allí mismo, ovejas o corderos. Lo mismo que, cada vez que alguien se sentía culpable de alguna trasgresión a la Ley o algún pecado o algún asuntito turbio, como signo de indemnización a Dios. ¡Pobre ovejas!, ¿qué tendrían que ver con las macanas de los hombres?

         En fin, que si se le pudiera dar de elegir a la oveja y tuviera ésta algo más que cerebro de oveja, diifícilmente optaría, al contrario del perro o del gato, estar bajo la tutela del hombre. Y, por supuesto, a ningún varón en serio le gusta demasiado jugar el papel de oveja. Al menos de oveja de cierto tipo de pastores.

         Porque en realidad, así se sentían a veces los hombres frente a la prepotencia de sus jefes y clases dirigentes. Esquilados, ordeñados, usados, llevados de aquí para allá, incluso degollados por éstos. Un poco como nosotros que, frente a los impuestos, a los quites, a las retenciones, a los corralitos, a las pesificaciones, al cambio coactivo de bonos, a los aumentos de tarifas, a los pedidos de coimas de inspectores, policías y políticos, a la prepotencia de los delincuentes, de los piquetes, de los sindicatos, de los llamados 'servicios' públicos, más de una vez nos sentimos como pobres ovejas trasquiladas, y los que se dicen nuestros pastores, se revelan como lo que son: su único cuidado es que podamos darle nuestra lana, nuestros quesos, nuestras pieles, nuestros costillares.

         Eso lo había varias veces sentido Israel en carne propia. Los más débiles: ganado, rebaño, de los poderosos. El mismo pueblo judío se declaraba abrumado, como ovejas acorraladas y llevadas al matadero, por persas y, luego, griegos y, al final, romanos.

         Frente a eso se habían desarrollado en el AT, dos líneas de pensamiento. Una, la de que esas injusticias inferidas a la fuerza a Israel o a los buenos por parte de los malos, suscitaban la compasión de Dios. De alguna manera era propiciatoria; merecía la elección y el amor del Señor.

En Ezequiel y el segundo Isaías aparecen una serie de himnos que proclaman esta tesis: "el Señor hizo recaer sobre él las iniquidades de todos nosotros. como un cordero llevado al matadero, como una oveja muda ante el que la esquila, él no abría su boca. Fue detenido y juzgado injustamente. Pero la voluntad del Señor se cumplirá por medio de él. A causa de tantas fatigas, él verá la luz y, al saberlo, quedará saciado. .cargará sobre si las faltas de los demás. Por eso le daré una parte entre los grandes y él repartirá el botín junto con los poderosos!" Los biblistas no saben muy bien a quién se referiría Isaías en estos himnos escritos cinco siglos antes de Jesús, si a algún personaje en especial, o simplemente al pueblo de Israel, sometido por los babilonios o los persas. Estos pasajes, hasta la venida de Cristo, nunca se entendieron demasiado. De todas maneras, intentaban decir que, en los sufrimientos de los buenos, había algo que, tarde o temprano, despertaría de algún modo la intervención y justa compensación de Dios.

         Esa intervención se concebía, en la segunda línea de pensamiento, como que, finalmente, la oveja, el cordero, se transformaría ¡en león! y vencería a todos sus adversarios. Hay un escrito judío, el llamado el Testamento de José (19, 8), poco anterior a Cristo, de la época de los Macabeos, donde se describe, simbólicamente, cómo los judíos, dominados por los griegos como ovejas, un día serían liberados por un cordero transformado en león: "De la doncella adornada con vestido de lino nació un cordero que tenía algo como de león. Todas las fieras se lanzaron contra él, pero el cordero las venció y las aniquiló bajo sus pies.  su reino es eterno y nunca pasará".

         Es la imagen del cordero victorioso que luego aparece en el Apocalipsis. También allí la Iglesia , humanamente débil, se enfrenta con los poderes de este mundo. Todo está figurado como la lucha de un cordero con una enorme fiera, cabeza de los dominadores de este mundo. "Todos se han puesto de acuerdo -leemos en el capítulo 17- y ponen a disposición de la Bestia , de la Fiera , su autoridad y su poder. Lucharán contra el Cordero; pero el Cordero los vencerá, porque es Señor de los señores y Rey de los reyes. Con él triunfarán también los suyos, los que han sido llamados, los elegidos, los fieles".

Es el mismo Cordero que, en el capítulo 5º del Apocalipsis, abre el libro de los designios de Dios cerrado con siete sellos. Allí, uno de los ancianos de la visión, refiriéndose al Cordero, dice: "Ha triunfado el Cordero, el León de la tribu de Judá, el Retoño de David, y él abrirá el libro y romperá sus siete sellos. . Porque el cordero que ha sido inmolado es digno de recibir el poder y la riqueza, la sabiduría, la fuerza y el honor, la gloria y la alabanza." Y, si seguimos leyendo, en el capítulo 7º: "¡La salvación viene de nuestro Dios que está sentado en el trono, y del Cordero! (.) Y el Cordero que está en medio del trono será su Pastor y los conducirá hacia los manantiales de agua viva. Y Dios secará toda lágrima de sus ojos."

         Como Vds. ven, pues, la exclamación de Juan Bautista cuando señala a Jesús y dice "Este es el Cordero de Dios", está llena de significado. Sobre todo para los que en este mundo sufren la prepotencia de los malos, o las penas que parecen no tener explicación, o las injusticias que nunca son vindicadas.

Y la expresión de Juan Bautista, en griego, es quizá más fuerte y personalizada que la que luego recoge la tradición: "El cordero que quita 'los pecados' del mundo". Primero, porque no se habla de 'pecados' -esos pecados o pecaditos que nos confesamos al sacerdote- sino del Pecado, es decir la oposición de lo humano, de lo natural, del mundo como mundo, a ser rescatado por Dios, a recibir el don de la gracia. Los poderes de esta tierra que se conjuran contra el Cordero y que, por supuesto, también actúan dentro de nosotros.

Segundo, porque la expresión 'que quita' puede ser mejor traducida en castellano por 'que destruye', 'que aniquila'. Eso quiere decir el tonante Juan Bautista, que nunca la va con chiquitas, y quiere liquidar a todos los enemigos de Dios: "Este es el león, que aniquilará a la Bestia ".

Aunque -el evangelista lo sabe, Juan Bautista todavía no-, aunque, para ello, tenga que pasar, 'como cordero llevado al matadero', por el Bautismo de la Cruz.

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