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Sermones deL TIEMPO DURANTE EL AÑO

Pbro. Gustavo E. PODESTÁ


Adviento

 

2012. Ciclo B

5º Domingo durante el año  

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 1, 29-39
Jesús salió de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron de inmediato. Él se acercó, la tomó de la mano y la hizo levantar. Entonces ella no tuvo más fiebre y se puso a servirlos. Al atardecer, después de ponerse el sol, le llevaron a todos los enfermos y endemoniados, y la ciudad entera se reunió delante de la puerta. Jesús curó a muchos enfermos, que sufrían de diversos males, y expulsó a muchos demonios; pero a estos no los dejaba hablar, porque sabían quién era Él.
Por la mañana, antes que amaneciera, Jesús se levantó, salió y fue a un lugar desierto; allí estuvo orando. Simón salió a buscarlo con sus compañeros, y cuando lo encontraron, le dijeron: «Todos te andan buscando». El les respondió: «Vayamos a otra parte, a predicar también en las poblaciones vecinas, porque para eso he salido».
Y fue predicando en las sinagogas de toda la Galilea y expulsando demonios.

SERMÓN

El hilado y el tejido, son unas de las más antiguas industrias del hombre. Por eso ha legado muchísimas leyendas y vocabulario a nuestra cultura. Se han hallado agujas de hueso, de hace 40 000 años en yacimientos arqueológicos de Asia y Europa. Del 7500 AC, en Siria, ya hallamos restos de telas de lino y lana. Del 5000, en Egipto, tejidos de algodón, usados para vestir y, también, para fajar a las momias. En el 1700 AC en China ya se elaboraba la seda.

 

Para tejer, por supuesto, había, antes que nada, que producir el hilo. De los copos de algodón y las fibras de lino, de los vellones de lana, con los dedos moldeando y estirando las fibras por medio del ‘huso' -una vara aguzada con un peso en el extremo más grueso- se elaboraba la hebra que, luego, se ovillaba.

Recién a partir del siglo XIII, comenzó a usarse la rueca. Que, entre otras cosas, ha pasado a ser el símbolo de santa Isabel de Hungría, la reina que hilaba para vestir a sus pobres.


Santa Isabel de Hungría, Marianne Stokes (1855–1927)

Una representación magnífica de esta artesanía podemos verla en el cuadro de Velázquez, Las Hilanderas, del año 1648.


Las hilanderas, Diego Rodríguez de Silva y Velázquez (1591 – 1660).

La imagen de Madre Admirable, para mostrar la laboriosidad de María, la pinta con un uso en la mano.

Wagner nos da una hermosa representación, tanto escénica como musical de las hilanderas, en el segundo acto del Holandés Errante . Todo eso se acabó, por supuesto, con la industrialización moderna.

La cuestión es que, solo con el hilo ovillado no hacemos nada. Hay que transformarlo en género. Para ello, desde muy temprano se inventaron los telares: cuatro varas de regulares dimensiones formando un bastidor colocado, la mayor parte de las veces, en posición vertical.

De la vara superior, uno bien pegadito al otro, se anudaban hilos o hilas (de la transformación de la ‘hache' en ‘efe', viene nuestro término fila), que se hacían pasar por la vara inferior y se estiraba con piedras o pesos diversos. Eso constituía lo que se llamaba la urdimbre del tejido.


Reproducción de un telar neolítico, con su lanzadera y sus pesas

La acción correspondiente se denominaba ‘urdir', verbo del cual proviene nuestra palabra ‘orden'. Verbo que se usa figuradamente para hablar de los que urden un enredo o una picardía.

Faltan ahora los hilos horizontales. Ellos, por medio de una lanzadera se pasaban entre los hilos de la urdimbre. A esas hileras horizontales, que poco a poco se fueron diversificando en diversos colores y longitudes, formando figuras geométricas o animadas, se las denominó la trama, de una raíz lingüística que significa ‘tirar' o ‘ajustar'. De allí, curiosamente, al igual que con urdir, figuradamente surge la acepción, casi sinónima, de ‘tramar' un desaguisado, un complot o algo semejante.


Lanzaderas

Hoy hasta se llama trama a las filas horizontales de píxeles que determinan la definición alta o baja de una imagen televisiva.

Sobre este tejido, por supuesto, podía todavía bordarse, poner hilos de oro o plata, estampados, piedras preciosas. El tejido se transformaba así en tapiz. Preciosos tapices los franceses, desde los de Bayeux a los de los castillos de Blois o Chambord o los Gobelinos .


La dama del unicornio tejido hacia el año 1500 en Flandes, Museo Cluny de París.

Lo fundamental, empero, la base, era la urdimbre , vertical, y la trama , horizontal.

Curioso que, de la palabra tejer – texére - y ‘tejido' o ‘textura'-, derive el substantivo texto . El texto de un relato o poesía. Bello tapiz de palabras que también tiene su urdimbre y su trama.

En fin, la cuestión es que, de estas artesanías o industrias ancestrales, el hombre sacó siempre vocabulario, términos figurados, para designar otro tipo de actos o productos humanos.

Pero también divinos.

Desde antiguo se pensaba en la vida de las sociedades y los hombres como una urdimbre de tiempo y espacio en donde -se decía- se desarrollaba la trama de la vida. Esa trama estaba dibujada por una lanzadera manejada o por los dioses o directamente por el Hado, en latín Fatum, o por la Moira, en griego. El destino, en castellano.

Cada uno de los seres de este mundo y, especialmente, las personas eran un hilo de distinto color y longitud que formaban el tapiz del gran Todo. Tanto los colores como su longitud estaban determinados por ese Hado o Fatum a cuyo servicio estaban las Parcas. Sus homólogas, como las Moiras griegas, eran, en la literatura nórdica, las Nornas.

Wagner las representa, lúgubremente, en el prólogo a su “Ocaso de los dioses”. Son tres hilanderas míticas representado el pasado, el presente y el futuro de la vida de los dioses y de los hombres. En esa escena, la más anciana, de tanto retorcer el hilo, lo rompe. Allí comienza la acción que llevará a todo el drama al incendio del Walhalla y la desaparición de los dioses (1).

En la mitología greco-romana, las nornas correspondían a las Moiras o las más conocidas Parcas, hijas de la noche.

La primera se llamaba Cloto o Nona (por el noveno mes de gestación). Era la que hilaba la hebra y sostenía la punta del hilo que se ataba al huso. La segunda Láquesis, con su vara, medía el hilo de la vida de cada uno y determinaba la suerte o la desgracia de las personas. La tercera Átropos, que significa ‘la inexorable' o ‘la inevitable'.

"La de las aborrecibles tijeras”, la llamaba Homero, porque era la que finalmente cortaba el hilo. Esta era la Parca más temida. Entre los romanos se la llamaba Morta o Muerte.

Estas figuras que tienen que ver con el tejido también aparecen en la Biblia. Vds. acaban de escuchar, en la primera lectura, como Job exclama: “Mis días corrieron más veloces que una lanzadera; al terminarse el hilo, llegaron a su fin

Job representa, casi todo el tiempo, la opinión de una especie de pagano que piensa que no existe un Dios que se ocupe de él; solo el Destino, la Moira o un Hado inflexible que, ocupándose de la trama general de la marcha del mundo, coloca y corta hilos a su placer. Solo interesa el todo, el conjunto. La vida de cada cual poco importa, como para el budismo, el hinduismo, Hegel, Laplace, Darwin, Marx, Freud, gran parte de la física moderna, o cualquier doctrina materialista o determinista. Afirman que todo acontecimiento es físico, incluyendo el pensamiento y el actuar humano, y por lo tanto está determinado por una ineluctable trama de hilos de causa-efecto.

La vida individual, así, no tiene sentido, no tiene proyección alguna más allá de la muerte. Está manejada por el fatalismo de causas que no pueden evitarse, en una pura sensación de libertad fruto de la complejidad y diversas texturas del entramado de estas causas.

La superación de esta visión pesimista y opresora del hombre y de su libertad vendrá en nuestro evangelio de hoy. Cristo, venciendo a los poderes oscuros que, como lanzaderas perversas, manejan las desgracias de los hombres y el triunfo de los inicuos.

Es curioso que, precisamente para prologar la descripción genérica de la acción de Jesús, que resume su actuar victorioso sobre el mal en el mundo, Marcos, discípulo directo de Pedro, quiere mostrar que el Señor no se ocupa solo en general de los hombres o de la humanidad, del tapiz, sino de cada hebra, de cada uno. Tal como dice Juan, Jesús es el buen pastor que conoce a cada oveja por su nombre .


Aprakos o Leccionario Oriental de 1693, Jesús cura a la suegra de Pedro.

Para caracterizar esa acción nos narra, después de haber nombrado uno por uno, a los que lo acompañaban, la curación de la intrascendente suegra de Pedro. Un hecho insólitamente poco importante para nosotros, pero paradójicamente trascendente e importante para Dios, que se ocupa aún del más humilde de los seres humanos a los cuales Su Providencia quiere conducir a la salvación eterna.

En realidad las curaciones, los bienes y los males de este mundo no son nunca definitivos, sino, en perspectiva de Dios, puros medios, camino, en medio de la urdimbre del tiempo y del espacio, hacia el Bien de la Gloria. O hacia el fracaso sin salida, si vivimos y morimos apartados de El.

Para mostrarlo Marcos elige este personaje insignificante, la suegra de Simón, de la cual a propósito ni dice el nombre –nombre que Pedro, para su desgracia, conocería muy bien-. Y Marcos la eleva a la importancia de hacerla figurar, en su evangelio, como la protagonista del primer milagro de Jesús. Y no un gran milagro ciertamente, pero como para hacerlo paradigma de todos sus posteriores milagros y como para decir que la vida cristiana está entretejida no de grandes sino de pequeños milagros, de los cuales cualquiera de nosotros podría dar testimonio en su vida cristiana; ya que el verdadero y gran milagro es que nos ha dado Su Gracia, que nos ha hechos Sus hijos por el Bautismo, que quiere llevarnos a su Vida plena.

En esta breve escena lo importante no es la curación en si que devuelve la gana y la salud a la terrible suegra, sino que ésta, recalca Marcos, se puso a servirles (‘ diekónei autós ', dice el texto griego).

La diaconía, el servicio, la caridad, el amor a Dios y a los demás, mostrado, aún -y quizá sobre todo- en los pequeños actos cotidianos, como los que podía, en su sencillez, hacer esta mujer.

Siempre estamos sirviendo a Jesús cuando servimos a nuestros hermanos, sobre todo a nuestros hermanos en la verdadera fe.

Y eso es lo único que da sentido a nuestra vida y la hace valiosa y meritoria de Vida Eterna. Guiada, pero no inexorablemente manejada, por la palabra y la gracia de Cristo que, lejos de llevarnos al fatalismo oriental o al predestinacionismo calvinista o musulmán o al absurdo del materialismo determinista, es lo que nos hace plenamente libres y dueños de nuestros actos, en la medida en que nos dejamos guiar por Él.

Ciertamente todo está conducido suavemente por la providencia Divina, muy diferente al juego del Hado –como explica santo Tomás hablando de la predestinación de los justos -, pero lo hace a través de causas segundas a las cuales respeta en sus características propias: necesarias las físicas -a menos que intervenga el milagro-, contingentes , las que provienen de los actos libres de los hombres y supremamente libres la de la de los santos, impulsados por el Espíritu. La predestinación, en la doctrina católica, es, en todo caso, una elevación sobrenatural a la verdadera libertad, a la libertad de Cristo.

Por cierto que es la Providencia la que escribe la textura, el tejido, el texto del Libro de la Vida del cual habla el Apocalipsis. Es Dios quien, en las líneas ordenadas del tiempo y el espacio, urde nuestra situación en la historia. Es Él quien vigila la trama de nuestros actos libres y nos da la suficiente medida de vida para que nos hagamos santos según nuestros respectivos talentos, colores y actitudes.

No hay ‘aborrecibles tijeras' sino recolección del fruto maduro, abrazo del Padre. No encuentro con la Parca Átropos, con la nada o con el todo -que vienen a ser lo mismo-, sino, para los elegidos que, mediante la gracia orada y vivida, han merecido el Cielo, encuentro con Cristo el Señor y todos sus santos.

La lanzadera, contrariamente a la queja de Job, se encuentra en nuestras manos, nosotros tejemos la trama de nuestro destino; porque es Dios, no la pura materia cerrada en sus círculos de leyes físicas y naturales, en sus filas ordenadas de la urdimbre que estudian los científicos, quien crea nuestra libertad. El único que puede hacerlo, desde su infinita trascendencia. Sin Dios no habría libertad, a pesar de los reclamos de independencia de la filosofía moderna.

No nos quejemos como Job. El tapiz definitivo del cielo apenas lo vemos del revés, como repetía el Padre Pio . Es difícil de ver su belleza desde nuestra sensación tantas veces dolorosa y obscura de este mundo, pero sabemos bien que, guiados por Cristo el Señor y teñidos en su Gracia, somos capaces, libremente, de escribir y tejer la trama de nuestro propio destino, de la Gloria. Si lo hacemos bien.

1- En la mitología nórdica, para hacer más plástico su papel, estas divinidades vivían debajo del fresno Yggdrasil o Irminsul , el árbol de la vida en el centro del cosmos, donde las nornas tejen los tapices de los destinos. Fue Carlomagno, en el 772, en Paderborn quien, blandiendo su espada Joyeux , hizo talar la representación de este árbol, un gigantesco tronco plantado en la tierra, rodeado de ídolos, cuando convirtió a sus adoradores al cristianismo. Con su madera hizo construir una capilla. A la manera como, antes, en el año 723, San Bonifacio, en el norte de Hesse, había derribado con un hacha el roble de Thor, también árbol de la vida.

Wagner, en el ‘Ocaso', estuvo muy influído por Feuerbach .

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