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Sermones deL TIEMPO DURANTE EL AÑO

Pbro. Gustavo E. PODESTÁ


Adviento

 

2017. Ciclo A

6º Domingo durante el año  
(GEP 12/02/2017)

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 5, 17-37
No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Les aseguro que no desaparecerá ni una i ni una coma de la Ley, antes que desaparezcan el cielo y la tierra, hasta que todo se realice. El que no cumpla el más pequeño de estos mandamientos, y enseñe a los otros a hacer lo mismo, será considerado el menor en el Reino de los Cielos. En cambio, el que los cumpla y enseñe, será considerado grande en el Reino de los Cielos. Les aseguro que si la justicia de ustedes no es superior a la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos. Ustedes han oído que se dijo a los antepasados: "No matarás", y el que mata, debe ser llevado ante el tribunal. Pero yo les digo que todo aquel que se irrita contra su hermano, merece ser condenado por un tribunal. Y todo aquel que lo insulta, merece ser castigado por el Sanedrín. Y el que lo maldice, merece la Gehena de fuego. Por lo tanto, si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda. Trata de llegar en seguida a un acuerdo con tu adversario, mientras vas caminando con él, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al guardia, y te pongan preso. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo. Ustedes han oído que se dijo: "No cometerás adulterio". Pero yo les digo: El que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón. Si tu ojo derecho es para ti una ocasión de pecado, arráncalo y arrójalo lejos de ti: es preferible que se pierda uno solo de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado a la Gehena. Y si tu mano derecha es para ti una ocasión de pecado, córtala y arrójala lejos de ti; es preferible que se pierda uno solo de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado a la Gehena. También se dijo: "El que se divorcia de su mujer, debe darle una declaración de divorcio". Pero yo les digo: El que se divorcia de su mujer, excepto en caso de unión ilegal, la expone a cometer adulterio; y el que se casa con una mujer abandonada por su marido, comete adulterio. Ustedes han oído también que se dijo a los antepasados: "No jurarás falsamente, y cumplirás los juramentos hechos al Señor". Pero yo les digo que no juren de ningún modo: ni por el cielo, porque es el trono de Dios, ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la Ciudad del gran Rey. No jures tampoco por tu cabeza, porque no puedes convertir en blanco o negro uno solo de tus cabellos. Cuando ustedes digan «sí», que sea sí, y cuando digan «no», que sea no. Todo lo que se dice de más, viene del Maligno.

SERMÓN

En el año 1914, en los jardines llamados de Alejandro, en el Kremlin, Moscú, se inauguró un obelisco -la foto de la ceremonia la pueden buscar en imágenes de Google- en homenaje a la dinastía Romanov en cuya piedra se grabaron los nombres de los zares y zarinas de esa casa imperial que gobernó Rusia desde los años 1613 a 1917. El monumento estaba coronado por el águila bicéfala imperial.
Cuando la revolución bolchevique Lenin emitió un decreto titulado ‘Sobre el retiro de los monumentos erigidos en honor de los zares y sus servidores y la elaboración de proyectos de monumentos a la Revolución Socialista de Rusia’ y, en base a éste, se modificó la columna zarista esculpiendo en ella los nombres de los llamados ‘ilustres pensadores del mundo moderno”. La columna se reinauguró el 7 de Noviembre de 1918 como el primer monumento comunista del mundo. En 2012 la columna fue mandada retirar por Pútin, supuestamente para su restauración, pero hasta lo que yo se, todavía no ha vuelto a su lugar.

Los nombres de los ‘ilustres’ que se grabaron en el obelisco revolucionario, son, de arriba hacía abajo -en lo alto están los más importantes-: Marx, Engels, Liebknecht, Lassalle, Bebel, Campanella, Meslier, Winstanley (1), Moro, Saint-Simon, Vaillant, Fourier, Jaurès, Proudhon, Bakúnin, Tchernishevski, Lavrov, Mijailovski y Plejanov.
La mayoría más o menos conocidos. Pero hay un nombre, el séptimo de arriba hacia abajo, del cual probablemente pocos hayan oído hablar y al cual vale la pena hoy hacer referencia.

Se trata del cura francés Jean Meslier nacido en 1664 y fallecido en 1729. Como ven, muerto sesenta años antes de la Revolución Francesa. Hombre muy admirado por Voltaire, los enciclopedistas y, luego, los revolucionarios de izquierda, aunque su nombre y memoria fueron luego eclipsados por otros protagonistas de mayor calibre.

La singularidad de Meslier, empero, consiste en que todo su influjo proviene no de lo que hizo y dijo en vida sino de una especie de ‘pensamientos’ o ‘Testamento intelectual’ voluminoso que escribió durante años y se dio a luz recién luego de su muerte.
Cura durante 40 años de la parroquia de Étrépigny, población perteneciente a la diócesis de Reims, al norte de Francia, su existencia en ese prolongado período no da para demasiados informes, salvo algún sermón que disgustó a las autoridades del lugar y de habladurías respecto a la edad ‘no canónica’ de las mujeres de servicio que contrataba para la casa parroquial. ‘Edad canónica’ era la mínima edad que, desde el Concilio de Trento, se exigía a las mujeres al servicio de eclesiásticos. Cuarenta años, salvo que fuera hermana. Hoy, con los progresos de la cosmética habría que elevar un poco el número de esas primaveras.
Lo cierto es que no fue esa cuestión la que llevó a la fama al P. Meslier, sino el famoso Testamento que escribió ocultamente durante gran parte de su ministerio. Pues se trata, nada menos, que de un tratado antirreligioso y en contra de las instituciones sociales y políticas de su época. El voluminoso fajo manuscrito, en tres copias hechas por él mismo y, luego, dadas a la prensa, es en verdad de mediocre factura intelectual, pero impactante por la función de quien lo había escrito.

Meslier había sido en realidad un sacerdote razonablemente cumplidor y querido por su feligresía a quien solía ayudar aún con sus magros ingresos. Lo único que había llamado siempre la atención era que, cuando enseñaba doctrina, nunca lo hacía en primera persona. Siempre decía: “ el cristianismo enseña”, como si se tratara de un tercero con el cual él no se identificaba. Lamentablemente algo así lo solemos oír actualmente en boca de nuestras propias autoridades eclesiásticas. Nunca, aún en cuestiones dogmaticas, dicen “las cosas son así”, “la Virgen es tal”, “la Eucaristía es cual”, sino “la Iglesia enseña que …” Como si se tratara de la opinión de la institución y no de verdades absolutas y realidades que deben predicarse como tales. Como si insinuaran “la opinión de la Iglesia es esta, pero –no queremos ofender a nadie- en paridad de derecho con las opiniones de cualquier otra institución o individuo”. En contadas ocasiones se hace un planteo sobre la verdad. Peor cuando se invoca a la ‘opinión’ o ‘religión mayoritaria’ de los argentinos o cosas parecidas totalmente relativistas y subjetivas.
Así predicaba nuestro Padre Jean Meslier.
En cambio, cuando escribió la obra panfletaria de toda su vida sí que hablaba en primera persona.

Sin embargo, a pesar de las loas que le prodigó la izquierda que luego lo usó de bandera, nadie podrá quitarle el baldón de la doblez y el engaño. Predicaba y confería los sacramentos sin creer ni en lo que decía ni en lo que hacía, simplemente para poder vivir cómodamente con sus emolumentos y privilegios de cura. Y ¡vaya a saber cuántos ministros de la Iglesia así ha habido a lo largo de la historia que ni siquiera confesaron la cosa después de muertos! Más honestos, finalmente, los que tiraron sus hábitos a las ortigas, como dicen los italianos. ‘Gettare la tonaca alle órtiche’, o sea ‘spretarsi’, ‘smonacarsi’. En español: ‘colgar los hábitos’ o ‘colgar la sotana’.

Quizá lo más interesante de los escritos de Meslier –que pueden bajarse de internet- es su epílogo al Testamento o ‘Carta escrita por el autor a los señores curas de su vecindad’. Antecedente quizá de la famosa ‘Profesión de fe del vicario saboyano’ de Rousseau de1762 (2).

Allí Meslier condensa sus proposiciones y exhorta a sus colegas a que dejen de hablar a la gente de las fábulas de la Biblia y de interpretar espiritualmente el Antiguo Testamento. Que sostengan de una buena vez que la salida de Egipto y el paso del Mar Rojo no fue sino la liberación política de la opresión faraónica, ejemplo para la liberación de todas las opresiones de las clases dominantes de este mundo. Que digan también –sostiene- que las enseñanzas del Nuevo Testamento son totalmente utópicas y su moral no solo imposible de cumplir sino adversa a todos los placeres naturales de este mundo y por lo tanto contrarias a la felicidad y alegría de la gente.
Lo que tendrían que hacer sus colegas, pues, -según Meslier- es ponerse del lado de los pobres de esta tierra y ayudarlos a liberarse de los aristócratas y eclesiásticos que los explotan e impiden su felicidad. Hablarles de lo sobrenatural y de la gracia y de la vida eterna es engañarlos detrás de ilusiones vanas. Predicarles sobre el pecado es arruinarles la poca felicidad que podrian tener en este mundo. Sostener la indisolubilidad matrimonial es esclavizarlos a un solo hombre o una sola mujer.

Como Vds. pueden darse cuenta sin mucho hilado esto es lo que, ya sin mayores tapujos, predican muchos incluso obispos. Uno podría hasta decir que en esa Carta a sus hermanos en el sacerdocio Meslier condensa lo que en nuestros días fue y es la llamada ‘Teología de la liberación’. Que no es ni teología ni, mucho menos, libera a nadie ni a nada, sino a los bajos instintos del ser humano herido por el pecado, llevándolo, en esta rebeldía a toda legítima autoridad, a esclavitudes y pobrezas tanto materiales como espirituales más funestas que aquellas de las cuales, a modo de tentaciones satánicas, pretende liberarlo.

Pero esta actitud de muchos clérigos que, al menos en Latinoamérica y en la Argentina, causó tanto derramamiento de sangre y sigue causando confusión mostrando a los fieles siempre objetivos puramente temporales y ni siquiera morales, no es cuestión solamente de errores doctrinales ni de falsas opciones políticas y económicas que conducen a la tiranía y a la pobreza. Es ya, al menos en la práctica, a la manera de Meslier, carencia de fe. Actitud política disfrazada de religión que, para justificar sus doctrinas subversivas e inmanentes, utiliza como fuente vacía de sus falacias no la Escritura y la Tradición sino la figura retórica de los ‘pobres’ o la entelequia de la palabra ‘pueblo’ de la cual no se sabe exactamente la realidad que quiere significar.

Es obvio que pasajes evangélicos como los que hemos escuchado recién, con esas exigencias que superan totalmente las de la mera justicia humana, solo tienen sentido en una vida de fe que se nutra en oración, reflexión serena, palabra de Dios y sentido de la Cruz; de esperanza que apunte -más allá de todas las realizaciones posibles de la naturaleza y de este mundo- a la realidad fulgurante y eterna del Cielo; y de una caridad que -no confundida con vagos sentimentalismos o exaltaciones carismáticas o rencores de barras bravas o guerrilleros- se base sólidamente en las virtudes cardinales trabajadas por la gracia que hacen al hombre radicalmente fuerte, temperado, prudente y justo.

Quid hoc ad aeternitatem’, ‘que es todo esto en relación a la eternidad’ es la exclamación que -como lo hacía San Bernardo y repetía San Luis Gonzaga- tendría que surgir frente a cualquier acontecimiento de labios del verdaderamente cristiano.
Pero cuando solo se habla de problemas sociales o ecológicos y apenas se menciona el cielo en los velorios y para enviar allí a todos indiscriminadamente, haciendo de la salvación un concepto vacuo, dejando en mudo silencio en el resto de la pastoral el hablar de las realidades definitivas hacia las cuales apunta toda la creación, ya no estamos dentro de la fe cristiana. Y entonces, claro, si la institución eclesiástica, en muchos de sus dirigentes, deja de predicar la santidad que lleva a la Gloria, porque ya no piensa en ella, no tiene más salida que poner todos sus recursos, aún su liturgia, si quiere subsistir en este mundo globalizado, al servicio de fines puramente inmanentes, democráticos, cabalístas y masónicos. Y si no lo hacen los mismos miembros de la institución lo harán por ellos la prensa y los medios de comunicación mercenarios que los interpretan.

Ese –con sus más y sus menos- gran autor que fue el sacerdote católico irlandés Malachi Martin muerto en 1999 a los 78 años, en su obra póstuma “El último papa” colocaba a este en la disyuntiva o de enderezar la Iglesia y enseñar contundentemente la doctrina de siempre, resignándola a ser rechazada por el mundo y reducida a un grupúsculo de creyentes; o plegarla a las exigencias del nuevo orden mundial y permitirle así una subsistencia institucional en la cual, aunque diluida su doctrina, sería tolerada y aplaudida por el mundo.

A esta posición de la Iglesia al servicio del ‘mundo’ en su sentido peyorativo alientan muchísimos ambiguos y no tan ambiguos documentos de obispos y conferencias episcopales. A este espíritu que se atiza desde tantos lugares importantes del ámbito eclesiástico apodaba el Abbè de Nantes (1924-2010), -teólogo galo que actuó hace unos años descubriendo las falacias del llamado ‘espíritu del concilio’- el MASDU, siglas que correspondían en su idioma a “Movimiento de animación espiritual de la democracia universal”. A eso se quiere reducir la Iglesia.
En eso estamos. Papa y obispos aplaudidos por el mundo, pero constantemente insidiada la institución por la calumnia a sus integrantes en cuanto se desvían un pasito de lo políticamente correcto, para que aquellos no se agranden demasiado. Y, paralelamente, menos fieles en los templos, menos acceso a los sacramentos, menos curas, menos vocaciones, menos matrimonios católicos, menos moral cristiana en la sociedad y en las escuelas. El espíritu del olvidado Meslier y sus epígonos ha campeado y campea a su antojo entre los clérigos y tantos extraviados católicos.

Pero nosotros, hermanos de Cristo por el bautismo y creyentes en su palabra, que venimos a Misa y recurrimos a los sacramentos lo hacemos, aún pecadores que somos, unidos sin vacilar a la comunión y fe que, a pesar de todo y de los errores y pecados de sus integrantes, circula por las venas profundas de la Iglesia y nos nutre no solo en vistas a este mundo sino, antes que nada, al mundo definitivo y venidero.
Sabiendo que ‘quien busca el Reino de Dios y su justicia’ tal cual la define Jesús en el evangelio de hoy, también ‘recibirá’, en su peregrinar por este mundo del aquende, ‘por añadidura’, todos los demás bienes que el Señor derrama generosamente sobre los suyos.

 

(1) Gerrard Winstanley Wigan, 1609-1676

(2)“¡Conciencia, conciencia! ¡Instinto divino, inmortal y celeste voz! Guía segura de un ser ignorante y limitado, aunque inteligente y libre; juez infalible del bien y del mal que hace al hombre semejante a Dios.”

 

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