Lectura del santo Evangelio según san Marcos 9, 38-43. 45. 47-48
Juan dijo a Jesús: «Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu Nombre, y tratamos de impedírselo porque no es de los nuestros» Pero Jesús les dijo: «No se lo impidan, porque nadie puede hacer un milagro en mi Nombre y luego hablar mal de mí. Y el que no está contra nosotros, está con nosotros. Les aseguro que no quedará sin recompensa el que les dé de beber un vaso de agua por el hecho de que ustedes pertenecen a Cristo. Si alguien llegara a escandalizar a uno de estos pequeños que tienen fe, sería preferible para él que le ataran al cuello una piedra de moler y lo arrojaran al mar. Si tu mano es para ti ocasión de pecado, córtala, porque más te vale entrar en la Vida manco, que ir con tus dos manos a la Gehena, al fuego inextinguible. Y si tu pie es para ti ocasión de pecado, córtalo, porque más te vale entrar lisiado en la Vida, que ser arrojado con tus dos pies a la Gehena. Y si tu ojo es para ti ocasión de pecado, arráncalo, porque más te vale entrar con un solo ojo en el Reino de Dios, que ser arrojado con tus dos ojos a la Gehena, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga»
Sermón
Ahora que, según dicen, “se acabó el silencio” y nos dirigimos decididamente, con la bendición de Reagan y Thatcher, hacia la ‘democracia-gogia', no habrán faltado hoy los predicadores que, para ponerse a tono y como en los viejos tiempos tercermundistas, se habrán deleitado en el comentario a la epístola de Santiago y sus improperios a los ricos.
Y no seré yo quien defienda a los ricos, ni explique a qué tipo de ricos se refiere Santiago, ni el singular tono ‘profético-judío' característico de esta epístola o, más bien, homilía. Primero, porque quedan pocos ricos en la Argentina y, de los de antes, casi ninguno, fundidos todos por Martínez de Hoz. De los nuevos, surgidos en la finanza, en la especulación, en el peculado, la coima y la comisiones, mejor no hablar, Tampoco de los ‘pobres' -que nos consideramos todos los demás- porque somos pobres no porque carezcamos de lo necesario para vivir sino porque no tenemos todo lo que quisiéramos tener, pero no dejamos de desearlo, ni renunciaríamos a poseer si lo tuviéramos.
De los realmente ‘pobres, pobres', el Señor pedirá cuentas un día a los que no los ayudaron y a los dirigentes incapaces y rantifusos –del Estado o privados- que, con un territorio bendito como el nuestro, han permitido que la pobreza se instalara en nuestra patria.
Pero ¿para qué insistir en la epístola de Santiago cuando todos, por justicia –y, si no, por envidia- estamos dispuestos a hacerla nuestra? No porque marxistas, tercermundistas y politicastros nos abrumen con sus lamentos y melopeas por los pobres y apóstrofes a los ricos, vamos a dejar de hacerlo cuando haya razón. Y, si hay algo precisamente que está claro es que el ‘tener' y ‘consumir' se ha convertido en la ambición número uno de nuestra época. Y, lamentablemente, ‘tener' y ‘ambicionar tener' -para el juicio ético es casi lo mismo- aun cuando poco se tenga de hecho. Todos en el fondo somos ricos en este sentido y merecedores de los reproches de Santiago.
Por eso, el evangelio de hoy, bastante tremebundo también, como para equilibrar la cosa, apunta hacia otros valores y otros delitos más importantes y graves que los de la riqueza mal queridas y peor habidas y pesimamente usadas y que otras injusticia materiales.
Más aún: si Santiago se limita a decir a los ricos que ‘lloren y giman' y que, si no se convierten, serán castigados en el tiempo final. Aquí el evangelio habla de ‘una piedra de molino atada al cuello', no en el futuro sino ahora mismo, y, para el futuro, de ‘la Gehena donde el gusano no muere y el fuego no se apaga'.
Y el delito por el cual uno se hace pasible de pena de muerte en este mundo e infierno en el más allá nada tiene que ver con los delitos por los cuales enjuician los códigos y la opinión pública moderna. Nos dice: “Si alguno llegara a ‘escandalizar' a uno de estos pequeños que tienen fe…“
¡Escandalizar!
Es una lástima que la palabra ‘escándalo' hoy no se entienda como lo que realmente significa. Un ‘escándalo' hoy es una pelea entre vedettes –para diversión de los consumidores de los semanarios de chismes del ‘jet set' y los espectáculos-; o un hecho que saltó en algún ministerio u oficina porque no hubo, como de costumbre, suficiente complicidad como para taparlo; o, en el lenguaje usual, un grupo de alumnos armando bochinche en un aula o un recreo “¿Qué escándalo es este?”, vocifera la directora.
Pero, en su acepción más antigua, nunca califica ni designa a un hecho en sí, sino en cuanto es capaz de causar daño a un tercero o terceros.
Etimológicamente, tanto en su original hebreo como griego, significa ‘trampa', o ‘lo que hace caer o tropezar o desviar a alguien'.
Por ejemplo, cuando en el Salmo 140 leemos “Guárdame de las trampas de la gente inicua ”. El griego dice “Guárdame de los escándalos de la gente inicua”. O en el Salmo 123 cuando leemos “ nuestra alma se escapó como un pájaro del lazo de los que iban a cazarla ”, el griego dice “ nuestra alma se escapó como un pájaro del escándalo de los que iban a cazarla”. Y uno de los consejos del Levítico es: “ No hables mal de un sordo, ni pongas obstáculos ante los pies del ciego ”. El griego dice “ni pongas escándalos ante los pies del cieg”.
Ese mismo sentido es el que conserva el término en nuestros evangelios: “Si alguien llegara a escandalizar a uno de estos pequeños que tiene fe”. Y habría que traducirlo “si alguno pone obstáculos o engaña o induce al error o desvía a los que creen”. Porque, aquí, lo de los “pequeños que tiene fe” no se refiere solo a los niños, sino simplemente a todos los que creen. Ya que el reconocerse pequeño ante Dios es la condición, justamente, de la fe. No cualquier pequeñez, pues, sino la que reconoce para sí, en el Magníficat, la Santísima Virgen. Los ‘pequeños' son los verdaderos discípulos de Jesús, aquellos a quienes Jesús dirige su mensaje y lo aceptan. Los ‘ricos' y los ‘grandes' no necesitan de Dios. Necesitan plata y poder.
Escandalizar es, pues, según la definición de Santo Tomás, “cualquier dicho o hecho que da ocasión para que alguien se desvíe del camino recto”; es decir de la fe y de la caridad.
Y ‘escandalizarse', en pasivo, quiere decir, en realidad, no, fíjense “sentir indignación” o, peyorativamente, como lo usan algunos, reaccionar mojigatamente frente al hecho inmoral o las palabras desviadas, sino, al revés: no reaccionar. Escandalizarse es absorber o tolerar el mal ejemplo y tragarse el error desviándose del camino.
Se escandaliza en la verdadera acepción del término no quien reacciona avergonzado o indignado frente a una oferta de coima, o por lo de Vilas y Carolina o por “Matrimonios y algo más”, sino, al contrario, el que acepta la coima o el que está orgulloso o envidioso por la piolada de Vilas o quien se mata de risa en el canal Once.
Y el pecado de escándalo -tanto el del que lo produce como el del que se lo traga, pero sobre todo el primero- es tan terrible porque toca lo que es más importante en el hombre. No lo que posee sino su propio ‘ser hombre' y su ‘ser cristiano'.
Ya lo decía Santo Tomás hablando de la fe: “ mucho más grave es corromper la fe que da vida al alma que falsificar dinero que sirve a las necesidades de la vida temporal ”. Y “ si a los falsificadores o ladrones o asesinos puede justamente castigárselos; cuanto más a los que falsifican la verdad, que es tantísimo más importante que lo demás ”.
Por eso “más vale perder una mano o un pie o un ojo que perder el alma”; y “no debemos temer a los que matan el cuerpo pero no pueden hacer nada al alma”.
Pero eran otras épocas y otras escalas de valores. Hoy no solo no se castiga no a los que yerran –¡allá ellos!- ni a los que corrompen a otros con sus errores, sino que el poder enseñar cualquier opinión falsa es aparentemente el orgullo de toda democracia que se precie.
¡Total! La verdad la decide el voto de la mayoría. Peor aún, a partir del artículo 8 de la ley 1420, votada siendo Presidente Roca y Gran Maestre de la Masonería Argentina Sarmiento , se enseña el error, se escandaliza públicamente a toda la niñez argentina y, como si eso no bastara, desde entonces, cuanto error, cuanta inmoralidad, cuanta porquería pueda concebirse, tanto a nivel universitario como a nivel de baño de estación, bombardean constantemente, a través de los medios y del mal ejemplo público y privado, la mente de ‘los pequeños' según el evangelio.
No alcanzarían las piedras de molino si hubiera que tirar al mar a tantos corruptores. El escándalo ya está institucionalizado y es cosa pública. En masa se destruyen la fe y los sanos principios de la patria que nos legaron nuestros mayores.
Y tanto más escándalo cuanto menos reacción hay, cuanto más todo parece normal, cuanto más se hace todo bajo el aspecto de la libertad y de la democracia, cuanto más sonreímos a todos benévolamente. Empezando por nosotros mismos que escandalizamos con nuestro silencio, con nuestra media sonrisa, con nuestra complicidad, con nuestros ejemplos de malos cristianos.
Ira, y rabia, y valor, es lo que falta.
El alma de la nación está agonizante, caída en la trampa del enemigo, desviada de su camino, escandalizada. Y mientras tanto, la única salida que se les ocurre a los que mandan es tratar, apenas, de salvar el cuerpo, bajo los auspicios del FMI y del dirigismo, y entregar el poder, otra vez, a los grandes maestros del escándalo.
¡Que Dios los perdone, por lo que a lo mejor quisieron pero no supieron ni pudieron hacer!
Y, también, por los que mataron y murieron, para esto.