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Sermones deL TIEMPO DURANTE EL AÑO

Pbro. Gustavo E. PODESTÁ


Adviento

1981. Ciclo A

29º Domingo durante el año

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 22, 15-21
En aquel tiempo: Los fariseos se reunieron para sorprender a Jesús en alguna de sus afirmaciones. Y le enviaron a viarios discípulos con unos herodianos, para decirle: "Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas con toda fidelidad el camino de Dios, sin tener en cuenta la condición de las personas, porque tú no te fijas en la categoría de nadie. Dinos qué te parece: ¿Está permitido pagar el impuesto al César o no?" Pero Jesús, conociendo su malicia, les dijo: "Hipócritas, ¿por qué me tendéis una trampa? Mostradme la moneda con que pagáis el impuesto". Ellos le presentaron un denario. Y él les preguntó: "¿De quién es esta figura y esta inscripción?". Le respondieron: "Del César". Jesús les dijo: "Dad al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios".

Sermón

Todos han oído hablar de la Sábana Santa. Lienzo que, perteneciente a la Casa de Saboya, se encuentra hoy en el Domo de Turín y se expone cada treinta años a la veneración de los fieles como el sudario que recubrió tres días en su tumba al cadáver de Nuestro Señor.

A simple vista de color amarillento, zonas ligeramente obscurecidas insinúan vagamente la forma de un cuerpo. Recién en 1898 la placa fotográfica, más sensible que la retina humana, permitió, ante los ojos asombrados del fotógrafo y, luego, de todo el mundo cristiano, descubrir -en el negativo de la placa- la figura perfectamente delineada de un hombre muerto, horadados sus manos y su pies y con una herida al costado.

Desde entonces numerosos estudios se han hecho sobe la sábana. Se ha podido contar el número de latigazos recibidos por aquel hombre –e incluso las distintas formas de los plomos que con ellos lo hirieron-; se ha determinado el lugar exacto de los clavos y la forma del casquete de espinas con que lo torturaron. El rostro majestuoso que revela la fotografía ha emocionado a miles de cristianos.

Pero el santo Sudario no ha dejado, luego, de proporcionar emocionantes sorpresas. En el año 1978 la Santa Sede permitió que un grupo de científicos de todo el mundo pudiera investigar el lienzo con todos los métodos con los cuales hoy cuenta la ciencia. Los resultados hasta ahora fueron múltiples: desde descubrir polen de plantas ya extinguidas de la Palestina del siglo primero, pasando por la datación exacta del tejido, por la perplejidad no resuelta de una forma e impresión inexplicables, hasta el filtro y computación digital de la imagen procesada en los sofisticados del centro de investigación misilística de Pasadena, California y del laboratorio de investigaciones nucleares de Los Álamos.

Esto último ha permitido -cosa también inexplicable- la elaboración de una imagen tridimensional del sudario y el descubrimiento de detalles hasta entonces no percibidos. Entre otros la aparición de dos monedas, una sobre cada párpado del muerto, puestas probablemente para mantener cerrados los ojos del cadáver. La de la derecha está más claramente delineada. Se alcanza a ver en ella nítidamente una especie de báculo y cuatro letras.

Ahora bien, en distintos museos numismáticos de Europa se encuentran monedas antiquísimas que corresponden a estos datos. Se trata de ejemplares de una pieza de poco valor, mandada precisamente acuñar en Palestina entre los años 30 y 32 después de Cristo por el procurador imperial Poncio Pilatos. Las cuatro letras corresponden a la parte centra la inscripción que decía “ Tiberio Cesar ” y la especie de báculo es un motivo astrológico que gustaba usar Pilatos. Parece que el gobernador era ferviente seguidor de los augures y astrólogos de su época.

Pero no es esa la moneda que los judíos muestran hoy a Jesús. En realidad los gobernadores no tenían derecho a acuñar monedas de valor, solo podían hacerlo con las de bronce. Por otro lado, ningún judío hubiera cometido el sacrilegio de usar una moneda que tuviera una figura humana -como las portaban las más valiosas- para un sepelio hebreo. El uso de tales representaciones estaba vedado a los judíos.

Los denarios, precisamente, eran valiosas monedas de plata y acuñarlas estaba reservado al Emperador. Todas llevaban, en uno de sus lados, el bajorrelieve de éste.

Ya en aquel tiempo el tener moneda propia era un signo de soberanía e independencia. El no poder, para ninguna transacción seria, usar pesos argentinos y tener que recurrir a moneda extranjera, es un eco más sofisticado, pero igualmente triste, de esa falta de soberanía real que sublevaba a los judíos cuando tenían que usar, en su propia patria, el dinero romano.

Los hebreos, desde el final de la era asmonea, tenían prohibido acuñar moneda propia. A no ser pequeñas piezas de bronce que usaba el pueblo para sus compras menudas y necesidades cotidianas.

Peor aún, como signo de dominación sobre los países conquistados, Roma imponía el pago anual del llamado ‘censo'. Este imponía a todos y cada uno de los súbditos, cualquiera fuera su edad o sexo, el pago anual, casi simbólico y humillante, del salario diario de un obrero. Un denario.

Esto irritaba profundamente a los judíos. Tanto es así que, treinta años antes, un censo realizado en conexión a este impuesto, había ocasionado la sangrienta rebelión de Judas el Galileo .

Aún ahora, la secta de los zelotes vivía en la clandestinidad precisamente porque se negaba a pagarlo. Y los fariseos y el pueblo en general lo hacían siempre con inmenso dolor y repugnancia, tratando incluso de no tocar con las manos esas monedas y, habiéndolo hecho, ‘purificándose' luego cuidadosamente.

Los herodianos, seguidores de la dinastía de Herodes y más particularmente, del actual tetrarca Herodes Antipas, como debían su poder precisamente a la protección de los romanos, eran celosos pagadores del impuesto.

De allí la obvia felonía con que herodianos y fariseos se aproximan a Jesús. Ellos, que se odian mutuamente, ahora se acercan amigados para tratar de sorprende a Jesús. Si Jesús dice que hay que pagar el impuesto, los fariseos le desprestigiarán frente al pueblo. Si dice que no hay que pagarlo, los herodianos, colaboracionistas de las tropas de ocupación, le denunciarán a las autoridades romanas.

Pero Jesús no es zonzo Les pide que le muestren una moneda. Ellos, ingenuamente, esperando que le sacarán la respuesta comprometedora le muestran un denario. Allí está la figura y el nombre de Tiberio Cesar.

Pero el denario no lo usa el pueblo, vive con sus monedillas de bronce. El fariseo, al mostrar que puede sacar así nomás un denario del bolsillo, demuestra hasta qué punto está aceptando y aprovechando la soberanía y economía romanas. Es como si, de pronto, un nacionalista de izquierda, hablando constantemente contra el imperialismo inglés o yanqui, abriera su billetera y se la descubrieran llena de dólares y libras esterlinas.

Ya están, pues, atrapados, cuando Jesús, probablemente con una sonrisa divertida, les pregunta de quién es la imagen. Antes de decir nada los fariseos, mostrando y tocando la impura moneda, han quedado al descubierto en su falsía.

La frase final, “dad al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios” no es sino una de las tantas maneras con que Jesús trató de afirmar siempre que no venía directamente a ocuparse de arreglar las cosas de este mundo, sino a llevar a los hombres hacia Dios.

De todos modos la intención de los evangelistas al relatar esta escena no es fundar ninguna doctrina sobre la separación de poderes, sino, ya acercándonos al momento final de su muerte, mostrar cómo la hostilidad de las autoridades judías va ‘in crescendo' y cómo, Jesús, sistemáticamente, va desilusionando al pueblo que esperaba de él un mesianismo de capa y espada capaz de llevarlos a la independencia y la liberación. Por eso finalmente el pueblo lo abandonará y permitirá, indiferente, que los jefes judíos lo maten.

Pero Cristo quiere llevarnos al cielo, no darnos recetas de soluciones políticas o económicas.

Advertencia permanente –y más para nuestros tiempos de tantos eclesiásticos entreverando su misión con actividades puramente políticas y mundanas- para la Iglesia y para los cristianos.

Por supuesto que lo temporal y lo político no son totalmente ajenos a la preocupación de lo religioso. Más aún: el cristiano ha de vivir encaminándose hacia Dios en el respeto a las leyes justas de su nación e, incluso, tratando de transformar a la sociedad de modo que todos puedan acercarse más fácilmente a la verdadera fe. Y, si puede, tratar de modificar, mediante sus fuerzas armadas y la civilidad católica, las sociedades corruptas que abajan al hombre a sus peores instintos y lo alejan de la salvación.

Pero, teniendo claro que, tanto en la vida privada como en la social, sigue valiendo aquello de “buscad primero el reino de dios y la santidad y todo lo demás se os dará por añadidura”.

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