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Sermones deL TIEMPO DURANTE EL AÑO

Pbro. Gustavo E. PODESTÁ


Adviento

1988. Ciclo B

30º Domingo durante el año

Lectura del santo Evangelio según san Marcos     10, 46-52
Cuando Jesús salía de Jericó, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud, el hijo de Timeo -Bartimeo, un mendigo ciego- estaba sentado junto al camino. Al enterarse de que pasaba Jesús, el Nazareno, se puso a gritar: «¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!» Muchos lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte: «¡Hijo de David, ten piedad de mí!» Jesús se detuvo y dijo: «Llámenlo» Entonces llamaron al ciego y le dijeron: «¡Animo, levántate! El te llama» Y el ciego, arrojando su manto, se puso de pie de un salto y fue hacia él. Jesús le preguntó: «¿Qué quieres que haga por ti?» El le respondió: «Maestro, que yo pueda ver» Jesús le dijo: «Vete, tu fe te ha salvado» En seguida comenzó a ver y lo siguió por el camino.

Sermón

Mejor te fuera no existir que vivir ciego”, dice el Coro, cuando, en la tragedia de Esquilo, aparece Edipo con la vista destrozada, después de haberse desgarrado a sí mismo los ojos con los broches del manto de Yocasta, su madre y esposa.

Y allí esta Bartimeo, sentado a las puertas de Jericó, rica ciudad a la griega, construida por Herodes lujosamente, cerca de las ruinas de la antigua. Punto de convergencia del tránsito entre Palestina y Transjordania; paso obligado de los peregrinos que, dirigiéndose a Jerusalén desde el Norte, querían evitar el pasar por Samaria. Estratégico lugar para un mendigo. Sin duda que el manto extendido a los pies del hijo de Timeo debía relucir lleno de las monedas que le arrojarían los peregrinos y mercaderes. ¡Menguado consuelo el fulgurar del cobre, la plata y el oro, para sus ojos sin brillo! Que cuando el sol quiere nacer, por fin, en sus retinas, arroja a un costado el manto y sus monedas, y corre al encuentro de la Luz.


Jericó

Quien lea los evangelios distraídamente, un pedazo aquí otro allá, uno hoy otro mañana, juzgará estos episodios de milagros como hechos curiosos, anecdóticos. Pero, en la época en que se escribieron, nadie anotaba relatos a vuelapluma, por escribir. Cualquier cosa se escribiera, era cuidadosamente meditada y ordenada. No se podían desperdiciar fácilmente el papiro o el pergamino, útiles carísimos en aquel entonces. Escribir era siempre fruto de un elaborado plan; pensada y elegida palabra por palabra. Para las frases, anécdotas y los hechos bastaba la memoria.

Por eso interesa, para entender a los evangelios, reconocer su estructura, su sistematización, sus nexos y articulaciones.

Precisamente el tema de la ceguera es sumamente importante en el plan del evangelio de Marcos. Los dos relatos de curación de ciegos que en él encontramos abren y cierran una parte fundamental del relato del evangelista. La parte que trata de la instrucción de los apóstoles. Y muestra cómo éstos, muy lentamente, van avanzando hacia la comprensión de lo que Cristo es.

La que hemos leído es la segunda de estas curaciones. La primera es la del ciego de Betsaida. Si Vds. recuerdan, la recuperación allí no fue instantánea. El enfermo va sanando lentamente. Al comienzo solo ve formas confusas que, poco a poco, van aclarándose.

Tampoco los discípulos entienden demasiado en sus inicios. Ante los tres anuncios de la Pasión que jalonan esta sección -y que señalan la verdadera misión de Jesús, más allá de cualquier mercenario o supersticioso éxito en este mundo- los discípulos protestan y no entienden nada. Aun después del tercer anuncio –lo hemos visto el domingo pasado- los Zebedeos siguen en Babia pidiendo puestos de gobierno al Señor. Y, poco antes, -en el capítulo ocho- Jesús ha tenido que decirles: “ ¡Abran los ojos! ¿Es que no comprenden ni entienden? ¡Tienen la mente embotada! ¡Tienen ojos y no ven!

Toda esta sección se cierra, ahora, con la curación total de Bartimeo (1). Y esta escena nos sugiere que la lenta instrucción de los discípulos debe terminar con la visión total y, esa visión, prolongarse con el ‘seguir' a Cristo. “ Y, al instante, recobró la vista y le seguía por el camino ”.

Y esta breve frase, “seguir a Cristo”, cuando la escribió Marcos, ya tiene toda la densidad del “seguir a Jesús” en que se resume toda la vida del cristiano. La vieja imagen del “camino”, que designa la sabiduría y la conducta que lleva a la Vida.

Y esta frase y escena se hace más densa aún en significado si nos damos cuenta de que cierra -como hemos dicho- todo este pasaje de la instrucción dada por Cristo a sus seguidores. Instrucción brindada precisamente en un viaje que, desde Galilea, emprende Jesús en real y simbólico “camino” que terminará en Jerusalén.

Al siguiente versículo -que abre la próxima sección de Marcos- se habla justamente de Jerusalén, del monte de los Olivos. Allí conduce ‘el camino' que toma Bartimeo una vez recuperada la vista.


Monte de los Olivos, Jerusalén

“Mejor no recuperarla”, dirán Vds., “mejor las piezas de cobre de plata y de oro que nos arrojan los hombres, que seguir a Jesús a Jerusalén”.

Tonterías. Todos los caminos, de una u otra manera, terminan en Jerusalén. Sobre eso no hay elección. Lo que sí podemos elegir es, si una vez llegados allí, nos saquen por la puerta de atrás y nos arrojen al basural de la ciudad: el famoso valle de Ben Hinnom o Gehena; o que, con Jesús, accedamos, mediante la Cruz, a la gloria de la Resurrección .


Valle de Ben Hinnom (en 1900)

Podemos conformarnos con las monedas de los hombres, con sus luces y sus ciencias, sus técnicas y sus riquezas, sus revoluciones y sus progresos. Nadie dudará que, como a Bartimeo antes de la curación, esas cosas harán nuestra vida un poco más dichosa.

Pero seguiremos ciegos respecto de aquel fin para el cual nos ha creado Dios. Y ni siquiera de esas monedas podremos aprovechar bien en nuestra ceguera. ¡Y tantas veces traerán desdicha, discordia, envidia y dolor a individuos y naciones!

La naturaleza humana, hecha para Dios y Su Luz, no puede funcionar bien fuera de esa su vocación y su destino. Ningún otro sentido puede llenar de luminosidad y significado la vida del hombre sino aquel para el cual Dios lo ha fabricado.

En fin, también nosotros, como el ciego de Betsaida, discípulos lentos y obtusos, preguntémonos hoy cuántas luces engañosas, cuantas monedas arrojadas por los hombres, sin darnos cuenta, estamos usando en nuestras vidas. Cuántas opiniones no cristianas, cuantos puntos de vista ajenos a Jesús, cuántas motivaciones de cobre, de plata y de oro, asimiladas en superficialidad y televisión, en sociedad y conversación estulta, en competencias de prestigio y en envidias, en falta de hondura intelectual y en pereza de pensamiento y acciones, en deseos mundanos y falta de oración, ¡y reaccionemos!

Arrojemos al costado nuestro manto y sus monedas. “¡Maestro ¡que yo pueda ver!”

Y sigámoslo, a paso firme, por el Camino.

1 - El evangelio es compuesto por Marcos como una película de Bergman o Fellini en donde la acción y el mensaje va resumiéndose y desarrollándose por medio de escenas simbólicas, que aparecen recurrentemente, de cuando en cuando, pautando la trama. O como una ópera de Wagner, con sus nudos de ‘ Leitmotiv ', que van interpretando, explicando y reforzando la acción y la palabra.

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