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Sermones deL TIEMPO DURANTE EL AÑO

Pbro. Gustavo E. PODESTÁ


Adviento

1992. Ciclo C

32º Domingo durante el año

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 20, 27-38
Se acercaron a Jesús algunos saduceos, que niegan la resurrección, y le dijeron: «Maestro, Moisés nos ha ordenado: Si alguien está casado y muere sin tener hijos, que su hermano, para darle descendencia, se case con la viuda. Ahora bien, había siete hermanos. El primero se casó y murió sin tener hijos. El segundo se casó con la viuda, y luego el tercero. Y así murieron los siete sin dejar descendencia. Finalmente, también murió la mujer. Cuando resuciten los muertos, ¿de quién será esposa, ya que los siete la tuvieron por mujer?» Jesús les respondió: «En este mundo los hombres y las mujeres se casan, pero los que sean juzgados dignos de participar del mundo futuro y de la resurrección, no se casarán. Ya no pueden morir, porque son semejantes a los ángeles y son hijos de Dios, al ser hijos de la resurrección. Que los muertos van a resucitar, Moisés lo ha dado a entender en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. Porque él no es un Dios de muertos, sino de vivientes; todos, en efecto, viven para él»

Sermón

La doctrina de la Iglesia sostiene que la razón humana, sin ayuda de la fe, puede perfectamente probar la existencia de Dios. Del verdadero Dios, se entiende, es decir no aquel que adoran y adoran todos los paganismos que sostienen que Dios no es más que la materia o el pensamiento humano o el universo como tal.

Por un muy sencillo razonamiento, plasmado de un modo sintético por el gran filósofo y teólogo Tomás de Aquino, se prueba que ni lo humano, ni la materia, ni el universo se explican a si mismos, que en su existencia deben referirse a otra realidad que no necesite explicación; un ser que se basta a si mismo, a quien llamamos Dios, aunque podríamos llamarlo de otra manera si quisiéramos. No es una cuestión de nombres sino de realidades.

Los descubrimientos de la física y la astrofísica contemporáneas ayudan mucho a la argumentación en cuanto hacen bien visible y tangible la necesidad de una explicación que de cuentas de la existencia de un universo que ha nacido y que se extinguirá, es decir que no es eterno como tienen sin remedio que sostener los ateos, y por lo tanto no se explica a si mismo.

Los primeros que en la historia del pensamiento humano llegaron a esta conclusión que hoy aparece -al menos para nosotros- tan evidente, fueron los hebreos. Arribaron a la afirmación de que el universo no era sino materia; mundo; de ninguna manera Dios, como lo afirmaban todas las religiones y cosmovisiones de su época o como lo afirma el llamado ateísmo contemporáneo. Dios era distinto al cielo y a la tierra, a los animales y a las plantas, a los mares y al hombre. Es lo que leemos en el relato de Génesis 1 que abre nuestra Biblia, que no es un relato de cómo se originó el mundo sino una presentación del verdadero Dios.

Pero esta concepción de Dios -aunque esté hoy ubicada al comienzo de nuestra Biblia- es en su factura definitiva bastante moderna: del siglo V antes de Cristo.

¿Cómo llegaron los judíos a esta afirmación tan novedosa? ¿Acaso mediante una reflexión filosófica al estilo de Tomás de Aquino?

No, Dios fue llevando a este pueblo elegido por Él, precisamente para predicar su existencia a la humanidad, por un camino diríamos mucho más vital, histórico. En realidad lo mismo que a nosotros: no nos solemos convertir a Dios por medio de argumentos racionales. El hombre no es solo razón, es también voluntad, sentimientos, vida. O mejor, en realidad, la vida, es una mezcla en donde la razón interviene solo en parte.

Y bien precisamente aquí se trata de vida. Ese es el objetivo de todo ser animado: vivir. Y, para nosotros, los hombres, vivir bien, vivir humanamente, vivir felices.

Es probable que, para los hombres de Israel, 2000 años antes de Cristo, la época de Abrahán, dios no fuera mucho más que un poder totémico, natural, personalizado, capaz de guiarlos como tribus nómadas en búsqueda de oasis y tierras para vivir. En realidad de ese Dios, que recién empiezan a conocer, lo único que esperan es que les de suerte, que los ayude en las batallas contra los enemigos, que los conduzca a la tierra prometida, a un lugar donde poder vivir y morir feliz y abundantemente. Es lo que uno comienza a pedir a dios en los comienzos de su vida espiritual: suerte, salud y felicidad aquí en la tierra.

A partir de esa esperanza, bien materialista y concreta, Dios irá pedagógicamente, a través de los siglos, educando a Israel para que aprenda a añorar bienes superiores.

Cuando, durante la monarquía, ya los hebreos están asentados en un territorio, ya han llegado a la tierra prometida, se dan cuenta de que no es necesario solo un dios que acaudille tropas o rebaños. Ahora se necesita que llueva, que la tierra produzca sus frutos y, por otro lado, que en las ciudades se garantice la justicia, la protección de los débiles, que los dirigentes sean inspirados. Es en esta época, mil años antes de Cristo, donde se dan cuenta de que Dios también es el señor de la naturaleza: puede hacer llover, dar fertilidad a las cosechas, asegurar la descendencia a las parejas y, poco a poco, por la voz de los profetas, que es Aquel que busca constantemente la justicia en su pueblo, le da su ley, aconseja al rey y sale en defensa de viudas, huérfanos y perseguidos. Se piensa que, como Dios es justo, si uno se porta bien tendrá que irle bien; si uno se porta mal, le irá mal. Y lo mismo al pueblo: si los reyes y autoridades son buenos, Israel prosperará; si son malos, Dios castigará a su pueblo. La vida feliz, tanto de los individuos como de los pueblos pasa por la obediencia a este Dios justo. Es lo que piensa mucha gente: me voy a portar bien para que Dios me ayude en los exámenes. Si soy un buen cristiano las cosas automáticamente me irán bien.

Esta concepción se pone en crisis cuando, a pesar de los últimos reyes de Judá haber tratado de cumplir fielmente con la ley de Dios, las tropas de Nabucodonosor destruyen Jerusalén y mandan a la mayoría de los judíos al destierro a Babilonia, ¿cómo, nos hemos portado bien y las cosas lo mismo nos han ido mal? Es allí donde entre los grandes teólogos y profetas de Israel se dan cuenta de que Dios, para su pueblo, está buscando bienes muy superiores a los que ellos habían estado deseando, algo que propiamente no se podía obtener en este tiempo, en esta historia y que Dios quería que el hombre, mediante a lo mejor los fracasos de este mundo, aprendiera a desear. Es allí cuando se empieza hablar de una recreación del mundo: no simplemente de una vuelta del destierro a la tierra prometida, sino que se habla de unos "nuevos cielos y nueva tierra" que Dios dará al hombre desde su infinito poder. Para ello no basta ni el Dios que gana batallas y consigue tierras prometidas, ni el Dios que hace llover. Y aquí se elevan los judíos a darse cuenta de que Dios es, ni más ni menos, el creador de cielos y de tierra, el que está por encima de todo el universo y todos los universos. Y así llega, finalmente, a la verdadera imagen de Dios: la de Génesis uno, justamente, el poema introductorio de la Biblia , mal llamado el relato de la creación, escrito para esta época, el siglo sexto antes de Cristo. Como ven no se trata de una inducción racional al modo de las pruebas de la existencia de Dios, sino de algo aprendido en el dolor y, a pesar de ello, en la esperanza. Un poco de ésto suele suceder en cada uno de nosotros cuando crecemos en nuestra vida de relación con Dios y nos vamos dando cuenta de que el nos quiere dar algo más que aquellas cosas pequeñas que al comienzo esperamos de él y, para eso, tenemos muchas veces que transitar caminos de despojo y de desilusiones y noches oscuras.

Pero el concepto de Dios alcanza su máxima claridad en el AT en la época de los Macabeos. Estamos ya en el siglo II antes de Cristo. Las conquistas de Alejandro Magno han alcanzado a Palestina. Israel se encuentra bajo la égida de Antíoco IV Epífanes, uno de los descendientes de Seleuco, general de Alejandro.

Antíoco intenta, 'manu militari', imponer la cultura griega, pagana, a los judíos. Los hebreos que la aceptan reciben el favor real, obtienen los grandes puestos y los grandes negocios y todo les va bien. En cambio los judíos piadosos que se resisten y no quieren tranzar, son perseguidos sanguinaria e implacablemente. Una de los tantos episodios de esa persecución es el que hemos escuchado en la primera lectura de hoy.

Es precisamente en este contexto cuando se alcanza esa máxima concepción de Dios a la cual me he referido. No se trata ahora solo de llegar a la tierra prometida, ni de que llueva y las cosas vayan bien, o de que haya justicia en este mundo, o de volver a una nueva Jerusalén. Aquí se plantea brutalmente el problema de la muerte individual. ¿Dónde queda la justicia de Dios, su bondad, su misericordia, cuando la muerte termina con uno? Si uno pierde la cosecha, puede recuperarla el año que viene; si a uno le va mal ahora, mañana le podrá ir bien; si todavía no ha conseguido novio, lo podrá conseguir en el futuro; si a uno lo han desterrado, puede abrigar la esperanza de volver; pero si a uno lo matan, ¿qué esperanza queda?, todo se acabó. El problema, en esta época de los Macabeos, se hace aún más acuciante por cuanto los que mueren son precisamente los que tratan de ser fieles a Dios, cumplir con la Ley.

Pero aquí es donde precisamente la fe de Israel se purifica y hace dirigir su esperanza incluso más allá de la frontera misma de la muerte:

"Tu malvado nos privas de la vida presente, pero el Rey del universo nos resucitará a una vida eterna, ya que nosotros morimos por sus leyes", es lo que el segundo de los siete hermanos grita antes de morir a la cara de sus verdugos.

Pero ¿quién podrá arrancarnos del poder de la muerte? ¿Quién podrá restituir al hombre sus miembros mutilados o convertidos en polvo? ¿El pequeño dios que mi estupidez concibe para que me consiga novio o me haga pasar los exámenes o me obtenga trabajo? ¿El que hace llover o devuelve la salud o la fortuna? ¿El que uso supersticiosamente como último recurso cuando no sé como salir de mis problemas?

No: solo aquel capaz de sacar al universo de la nada: el creador del mundo. De hecho no lo hemos leído, pero en este mismo capítulo 7 de Macabeos es donde se da la célebre definición de 'creatio ex nihilo', creación a partir o desde la pura nada; porque viendo la madre de los siete hermanos que uno está por aflojar frente a las torturas lo alienta a la esperanza hablándole precisamente de ese Dios omnipotente y le dice: "Yo te suplico hijo mío, que mires al cielo y a la tierra, y al ver todo lo que hay en ellos, reconozcas que Dios lo hizo todo de la nada, y que también el género humano fue hecho de la misma manera. No temas al verdugo... para que yo vuelva a encontrarte con tus hermanos en el tiempo de la misericordia."

Como Vds. ven la esperanza en la resurrección es lo que hace descubrir finalmente el concepto de Dios, creador de todo a partir de la nada: solo este Dios será capaz de rescatarnos de la nada de la muerte. No los pequeños dioses de este mundo, no los políticos, no la técnica, no la medicina, no el psicoanálisis, no la economía, no los gurues ni los páis.

Y es este grandioso concepto de Dios el único que puede alentar la esperanza de que podemos ser salvos del perecer irremediable de la muerte que alcanzará absolutamente a todos, aún los dioses de este mundo. También en nuestra experiencia personal es posible que solo frente a la muerte alcancemos por fin la verdadera esperanza y la dimensión poderosa de lo que tiene que ser Dios para realizarla.

Pero el nuevo testamento, la revelación definitiva hecha en Cristo, nos dice mucho más: no solo el Señor será capaz de devolvernos la vida perdida, sino que nos la transformará en una vida tan plena y de tal índole, que ya no se necesitarán ni cosechas ni lluvias para mantenerla, ni procreación para prolongarla, será una vida metamorfoseada, en donde el hombre podrá vivir no solo felicidad humana, sino la felicidad y vitalidad misma de Dios. Y esto lo puede dar no solo el Dios todopoderoso tal cual nos lo muestra el viejo testamento, sino el Dios loco de amor que nos muestra el nuevo.

Es aquí finalmente cuando se rectifica totalmente el concepto de Dios y la esperanza de Israel que, mediante la Iglesia , se predica ahora a todos los hombres: ya no se trata de ninguna suerte de vitalidad, salud, riqueza o plenitud en este tiempo lo que se espera de Dios. Dios nos ha ido enseñando en la historia de su pueblo y en nuestras propias vidas que todo lo de este universo es caduco, pasajero, incapaz de llenar realmente nuestro corazón. Dios quiere nuestra esperanza al deseo de la vida que solo él es capaz de dar y que será, no solo definitivamente duradera, inoxidable, incorruptible, sino plena, saciante, sobrehumanamente feliz, Dios quiere dar al hombre, en Jesucristo, la misma vida de Dios.

Y en realidad por eso Dios permite la muerte y el dolor, porque si lo que quisiera darnos es solo vida humana hubiera simplemente podido darnos aquí la inmortalidad; pero como lo que quiere darnos es su propia vida, que supera todo lo humano, debe dárnosla a partir del necesario despojo de lo humano entregado en la muerte.

Así, transformados en hijos de Dios por la resurrección, aquellos que sean dignos, coronarán finalmente la obra de la creación, proclamando a los cuatro vientos de los cielos nuevos y la tierra nueva que el Dios omnipotente, el enamorado Dios de Jesucristo no es un Dios de muertos, sino de vivientes.

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