1990. Ciclo A
33º Domingo durante el año
(GEP 18-11-90)
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 25, 14-30
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: «El Reino de los Cielos es como un hombre que, al salir de viaje, llamó a sus servidores y les confió sus bienes. A uno le dio cinco talentos, a otro dos, y uno solo al tercero, a cada uno según su capacidad; y después partió. En seguida, el que había recibido cinco talentos fue a negociar con ellos y ganó otros cinco. De la misma manera, el que recibió dos ganó otros dos, pero el que recibió uno solo hizo un pozo y enterró el dinero de su señor. Después de un largo tiempo, llegó el señor y arregló las cuentas con sus servidores. El que había recibido los cinco talentos se adelantó y le presentó otros cinco. "Señor -le dijo-, me has confiado cinco talentos: aquí están los otros cinco que he ganado". "Está bien, servidor bueno y fiel -le dijo su señor-; ya que respondiste fielmente en lo poco, te encargaré de mucho más: entra a participar del gozo de tu señor". Llegó luego el que había recibido dos talentos y le dijo: "Señor, me has confiado dos talentos: aquí están los otros dos que he ganado". "Está bien, servidor bueno y fiel, ya que respondiste fielmente en lo poco, te encargaré de mucho más: entra a participar del gozo de tu señor". Llegó luego el que había recibido un solo talento. "Señor -le dijo-, sé que eres un hombre exigente: cosechas donde no has sembrado y recoges donde no has esparcido. Por eso tuve miedo y fui a enterrar tu talento: ¡aquí tienes lo tuyo!" Pero el señor le respondió: "Servidor malo y perezoso, si sabías que cosecho donde no he sembrado, y recojo donde no he esparcido, tendrías que haber colocado el dinero en el banco, y así, a mi regreso, lo hubiera recuperado con intereses. Quitadle el talento para dárselo al que tiene diez, porque a quien tiene se le dará y tendrá más, pero al que no tiene se le quitará aún lo que tiene. Echad afuera a las tinieblas, a este servidor inútil: allí habrá llanto y rechinar de dientes" ».
Sermón
Siempre da un poco de lástima este pobre servidor del único talento que, habiendo hecho todo lo posible para proteger los bienes de su Señor, tomándose el trabajo de esconderlo, es violenta-mente reprochado y finalmente arrojado a las tinieblas. Y es curioso que este sentimiento de pena por el poco talentoso servidor se demuestre como bastante antiguo. Tanto que ya en uno de los evangelios apócrifos que han llegado hasta nosotros -el de los Nazarenos - se intenta en parte disculparlo añadiendo a la parábola otro servidor peor que él. En efecto, al siervo que multiplicó el dinero confiado y a aquel que enterró el talento, le añade un tercero que dilapida el dinero con prostitutas y tocadoras de flauta. El primero recibe aprobación, el segundo ahora es solamente censurado, el tercero, en cambio, es el echado a las tinieblas entre llanto y rechinar de dientes.
Pero por disculpar al segundo lo que ha conseguido el evangelio de los Nazarenos es aguar la parábola. A los autores les cayó simpático el que había protegido el talento de su señor escondiéndolo en un pozo y han trasladado la infidelidad, la mala acción, a la vida disipada, inmoral. Han convertido la punzante e incisiva parábola de Cristo en una fabulita de Esopo, de Lafontaine, de Samaniego. Han trocado la ética de honor y de caballeros del Señor en moral burguesa. Es, pues, una interpretación "moralizante" -como se dice, en sentido peyorativo- de la parábola primitiva tal cual salió de los labios de Cristo.
Es posible que el mismo Mateo haya puesto algo de su tintero en el relato primitivo, que resulta imposible de reconstruir en su tenor original. Recuerden que Lucas trae una versión distinta de la misma parábola. Pero tanto Mateo como Lucas, al menos conservan el eco de la garra exigente del discurso de Jesús.
Porque aquí no se trata de que el que guardó el talento haya hecho algo en si mismo malo: es que no ha tenido iniciativa para ir más allá de lo debido, de lo mandado. Ha quedado satisfecho con lo que le pareció correcto, obligado.
Lo más probable es que Mateo esté pensando en el mundo fariseo que no ha querido elevarse al cristianismo. En esos judíos que pensaban que porque cumplían escrupulosamente las leyes y trataban de dar a Dios todo lo que le era "debido", podían declararse justos y estar contentos de si mismos.
Detrás de esta parábola está la contraposición del judaísmo, con sus leyes, y el cristianismo, con la superación de éstas. Con-traste que se refleja en el mateano sermón de la montaña: "Les aseguro que si la justicia de ustedes no es superior a la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos", "Vds. han oído que se dijo a los antiguos,...pero yo les digo". Porque, según Mateo, Jesús ha venido a dar cumplimiento a la Ley y los profetas, es decir completamiento, perfeccionamiento, a hacer la ley más exigente de lo que era en su formulación mosaica.
No basta un atenerse a la legalidad, a lo meramente correcto. El cristianismo no es solamente rieles, señales y topes para no desviarse del camino, para seguir la ruta segura, los puentes con barandas, el circuito turístico. Es impulso de superación, de tomar atajos, de lanzarse en alas delta, de hacer moto cross, de lonjear al padrillo y soltarle las riendas, al ataque, barranca arriba.
Dios te ha dado talentos si, te ha dado vida, inteligencia, familia buena, instrucción, bautismo, pero no para que conserves tu traje con corbata inmaculado, tu conciencia a salvo, sin reproches, tu foja de servicios sin manchones, tu respetable nombre, tu acostarte tranquilo por las noches, tu talento bien seguro y protegido.
Dios quiere te hagas santo. Que arriesgues, que enfrentes y pelees. Dios quiere que crezcas.
Y en realidad ese es el desafío -como está de moda decir- de tu vida. Que más allá de lo que te ha sido dado, te hagas creatura de vos mismo. No se conforma el Señor con que sigas siendo bueno tal cual tu bonhomía natural y tu cultura te han formado, quiere que des mucho más, que eso sea simplemente el punto de partida, que te inquietes, que te preguntes, qué debo hacer, cuánto más puedo hacer todavía, no simplemente para no dilapidar mis talentos en pecado -como enseñaba el evangelio de los Nazarenos- sino qué y cuánto para hacerlos crecer, multiplicar. Para poder decirle un día al Señor no solo con cara fresca y perfumada -servidor inútil-, "Mirá Jesús cómo, en este mundo corrompido en que me ha tocado vivir, he sido mejor que la mayoría, me he conservado bueno, no he transgredido los mandamientos"; sino transpirado, sangrando, curtido, con cicatrices: "Mirad Señor mi espada mellada, los territorios nuevos que te he conquistado, los muchos hermanos que te he ayudado a convertir, la sociedad cristiana que he cooperado a construir."
"Está bien, servidor bueno y fiel. Entra a participar del gozo de tu Señor"