Sermones de la epifanía del seÑor

Pbro. Gustavo E. PODESTÁ


Adviento

1980. Ciclo c

EPIFANIA DEL SEÑOR
(GEP 06-01-80)


Lectura del santo Evangelio según san Mateo     2, 1-12
Cuando nació Jesús, en Belén de Judea, bajo el reinado de Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén y preguntaron: «¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos su estrella en Oriente y hemos venido a adorarlo» Al enterarse, el rey Herodes quedó desconcertado y con él toda Jerusalén. Entonces reunió a todos los sumos sacerdotes y a los escribas del pueblo, para preguntarles en qué lugar debía nacer el Mesías. «En Belén de Judea, le respondieron, porque así está escrito por el Profeta: Y tú, Belén, tierra de Judá, ciertamente no eres la menor entre las principales ciudades de Judá, porque de ti surgirá un jefe que será el Pastor de mi pueblo, Israel» Herodes mandó llamar secretamente a los magos y después de averiguar con precisión la fecha en que había aparecido la estrella, los envió a Belén, diciéndoles: «Vayan e infórmense cuidadosamente acerca del niño, y cuando lo hayan encontrado, avísenme para que yo también vaya a rendirle homenaje» Después de oír al rey, ellos partieron. La estrella que habían visto en Oriente los precedía, hasta que se detuvo en el lugar donde estaba el niño. Cuando vieron la estrella se llenaron de alegría, y al entrar en la casa, encontraron al niño con María, su madre, y postrándose, le rindieron homenaje. Luego, abriendo sus cofres, le ofrecieron dones: oro, incienso y mirra. Y como recibieron en sueños la advertencia de no regresar al palacio de Herodes, volvieron a su tierra por otro camino.

SERMÓN

Hacia el año 1000 AC aparece en Persia un personaje –quizá una serie de cuatro de ellos- que tomó luego características legendarias, pero que parece haber existido realmente, llamado Zaratustra , en griego Zoroastro . Reformador religioso de gran energía, lucha contra la antigua y primitiva religión persa, basada en el antiguo culto politeísta. No admite Zaratustra más que una deidad: Ahura Mazda ( Ahura Mazda ) u Ormuz , el ‘Señor Sabio', divinidad abstracta, fundadora, legisladora, juez y vengadora de las acciones humanas. Infunde en el hombre dotes de benevolencia, rectitud, docilidad. Pero, junto a él, aparece Ahrrimán ( Angra Mainyu ), que es la representación del mal, el “espíritu destructor”, principio eterno y malvado, origen y promotor del mal entre los hombres. De ahí provienen el que haya dos ejércitos –el del Bien y el del Mal; el de la Luz y el de las Tinieblas- en lucha hasta el fin del mundo, cuando el Bien triunfará sobre el Mal en encuentro decisivo.

Ahunavaita-Gatha , framento

Esta doctrina está conservada mediocremente en una colección de escritos religiosos persas –más bien de índole litúrgico- muy posteriores –quizá del siglo V o VI después de Cristo- llamada “ Avesta ”, dividida en varios libros, el primero de los cuales contendría los pasajes más antiguos –los gathas - que poseerían conceptos del mismo Zoroastro. Ideas y normas ‘iluminadoras', doctrinas ‘salvadoras', que permitirían a sus adeptos combatir exitosamente al principio del mal, Ahrrimán. Escritos pues que serían regalo, don, de la divinidad propicia Ahura Mazda.

En persa, ‘don', ‘regalo', se decía ‘ magá ', por lo cual a todos los que participaban de este regalo, de este don, es decir los conocedores de la doctrina de Zaratustra, se los llamaba ‘ magush' , transcripto al griego como ‘ magoi' , en castellano mago.

El Avesta anuncia, en uno de sus libros, que el triunfo definitivo del bien sobre el mal se realizaría en la tierra por medio de un personaje llamado “ Saushjant ”, ‘el Auxiliador', que aparecería mil años después de Zaratustra.

Más aún, la tradición persa afirmaba que este 'Auxiliador' sería hijo de Zaratustra, porque nacería de una virgen que habría de quedar preñada al ir a bañarse al mítico lago Kjanesh , donde había quedado flotando por siglos el semen de Zaratustra.

Si es verdad que, según las noticias más antiguas y verosímiles, Zoroastro habría vivido hacia el mil antes de Jesucristo, el ‘Saushjant', el ‘Auxiliador' nacido de una virgen, debía ser esperado hacia el principio de nuestra era.

¿Habrán sido estos ‘magush' persas los magos de los cuales habla el evangelio de hoy? Es una posibilidad. Más, viendo que la palabra mago se va reservando en Persia para los miembros de la clase instruida de los sacerdotes que, a su vez, eran astrónomos, alquimistas, médicos, matemáticos, consultores de los reyes, es decir, los sabios de la época. La mención de la estrella es significativa.

Pero Mateo usa el término sin dar explicaciones. A él lo único que le interesa es mostrar cómo, en estos extranjeros, se cumplen las profecías de que no solamente los judíos sino también las demás naciones vendrían a convertirse al verdadero Dios.

El evangelio tampoco nos dice nada de su número, pero la tradición lo ha señalado: desde dos, algunos, hasta doce. Otros dan números variados, aunque el común es el de tres, deducido del de los dones: oro, incienso y mirra.

Tampoco se habla de sus nombres. Recién en el siglo VII encontramos un manuscrito que los llama Bithisares , Melchor y Gathaspa . ¡Vaya a saber de dónde se sacaron esos nombres! Desde el siglo noveno, se les llama Melchor, Gaspar y Baltasar. San Beda , en el siglo XII, escribe: “ El primero fue Melchor, viejo, cano de barba y cabellos largos y grises. El segundo tenía por nombre Gaspar y era joven, imberbe y rubio. El tercero, negro y totalmente barbado, se llama Baltasar ”. San Beda quiere representar en ellos todas las edades -juventud, virilidad y vejez- y todas las razas -la semita, la camítica y la jafética o europea-.

¿Por qué se les lama reyes? ¿Reyes magos? El evangelio no dice nada de eso. Quien primero los llama así es el escritor cristiano Tertuliano , hacia el año 200, fundándose en el salmo 71, indicado hoy en la Misa como Salmo responsorial, que dice, hablando del Mesías: “ que los reyes de Tarsis y de las islas le paguen tributo, que los reyes de Arabia y de Sabá le traigan regalos ” y, en la primera lectura de hoy, también profética: “ Los reyes caminarán al esplendor de tu aurora, vendrán todos de Sabá trayendo oro e incienso

De todas maneras, en aquella época, a cualquier caudillo-jeque de tribus, se le llamaba ‘rey' y los sacerdotes persas, los magos, solían ser de condición aristocrática, por lo cual no es improbable que hayan sido realmente jefes de pueblo.

Pero dejemos de lado estos detalles curiosos. Sean lo que hayan sido estos magos y sus nombres y su número y la estrella, en Mateo el relato no quiere ser sino la escena simbólica por medio de la cual el evangelio rompe las fronteras del pueblo judío y se manifiesta –‘epifanía' quiere decir ‘manifestación'- a todas las demás naciones, representadas por estos extranjeros.

Pero, para terminar, es bueno observar cómo Mateo hace notar, de paso, que, mientras los magos están en Jerusalén, en la corte, en el bullicio de la ciudad, no ven la estrella. Recién cuando parten otra vez reaparece y ellos ‘ se llenaron de alegría '.

Como si las estrella que llevan a Jesús no pudieran verse en medio de la diversión, de la excitación, del ruido, de los negocios de la vida artificial de las ciudades. Como si hubiera que salir al silencio, al desierto, para verlas. La luz postiza de las ciudades impide ver el cielo constelado de estrellas. Salgamos a la calle, miremos hacia arriba ¿cuántas estrellas vemos en medio de los edificios cribados de ventanas fosforescentes y faroles y carteles de neón? En cambio ¡hermosura del cielo enharinado de estrellas de las noches azabaches de campo!

Así son, a veces, las falsas preocupaciones de nuestras vidas, las necesidades artificiosas, la pavada superficial de la cual estamos rodeados, como las luces de la ciudad que ocultan las estrellas.

Salgamos al campo, al desierto de nuestras almas, en la oración, la soledad y el silencio, quizá así, por fin, veamos, como los magos, la estrella que nos conduzca definitivamente hacia Jesús.

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