2005. Ciclo B
NAVIDAD
(GEP 25/12/05)
Principio del santo Evangelio según san Juan 1, 1-18
Al principio existía la Palabra,
y la Palabra estaba junto a Dios,
y la Palabra era Dios.
Al principio estaba junto a Dios.
Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra
y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe.
En ella estaba la vida,
y la vida era la luz de los hombres.
La luz brilla en las tinieblas,
y las tinieblas no la percibieron.
Apareció un hombre enviado por Dios,
que se llamaba Juan.
Vino como testigo,
para dar testimonio de la luz,
para que todos creyeran por medio de él.
El no era la luz,
sino el testigo de la luz.
La Palabra era la luz verdadera
que, al venir a este mundo,
ilumina a todo hombre.
Ella estaba en el mundo,
y el mundo fue hecho por medio de ella,
y el mundo no la conoció.
Vino a los suyos,
y los suyos no la recibieron.
Pero a todos los que la recibieron,
a los que creen en su Nombre,
les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios.
Ellos no nacieron de la sangre,
ni por obra de la carne,
ni de la voluntad del hombre,
sino que fueron engendrados por Dios.
Y la Palabra se hizo carne
y habitó entre nosotros.
Y nosotros hemos visto su gloria,
la gloria que recibe del Padre como Hijo único,
lleno de gracia y de verdad.
Juan da testimonio de él, al declarar: «Este es aquel del que yo dije: El que viene después de mí me ha precedido, porque existía antes que yo»
De su plenitud, todos nosotros hemos participado y hemos recibido gracia sobre gracia: porque la Ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo.
Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Hijo único, que está en el seno del Padre.
Os anuncio una gran alegría, que es para todo el mundo: ¡Hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, Cristo el Señor!
SERMÓN
Las palabras antaño escuchadas por los pastores que velaban al raso, guardando sus rebaños, son repetidas año a año en la liturgia, por la Iglesia , predicando a todo el mundo que los siglos antiguos han pasado, y ha llegado el tiempo de la definitiva juventud.
Acabaron anoche los días de la espera: ¡Cristo ha nacido! y en Él, nacido de la Virgen , se ha completado la obra de la Creación. En Él y por Él, todos los que lo recibimos, renacemos para ingresar en los cielos nuevos y la tierra nueva habitada para siempre por los hijos de Dios.
Se ha acallado ya la voz de Juan, el que nos exhortaba, diciendo: ¡Preparad los caminos del Señor!. ¡Cristo está entre nosotros!: Él es el Camino. Ya nadie necesitará preguntar cuál es; qué dirección o sentido tiene su vida condenada por el mundo al sin sentido. Él nos proporciona el único camino para encontrarlo, Dios, a través del velo de Su carne. Sus enemigos de siempre propondrán otros senderos, otras metas, deformarán su mensaje, hablarán de formas distintas, incluso de Cristos nuevos, pero Él permanece para siempre, en medio de tanto ruido, como la única voz del Padre, el único y siempre novedoso sendero que da significado a nuestros afanes.
Se disipan las tinieblas del mundo arcaico, resplandece en un pesebre el Día de la nueva creación: ¡Cristo ha nacido!. Ya brota de una gruta la luz que iluminará al mundo, anticipo de su surgir pleno, también de una gruta, en la mañana de la Resurrección.
Se acallan las profecías, el Anunciado por todas ellas está en medio de los suyos: ¡Cristo está entre nosotros! Ya no necesitaremos buscar a Dios a tientas por si damos con Él. Él sale al encuentro del que lo busca y se deja hallar en el Hijo de María.
Se acaban las búsquedas y el hambre y el vacío. Él ha sido encontrado, prepara su banquete, nos hace partícipes de su divina plenitud.
Alcanzan hoy claro significado los versos del Salmista: "Amanece la luz para el justo y la alegría para los rectos de corazón!": ¡Cristo ha nacido! El Justo nos ha sido dado, el que es Luz del mundo y alegría de los hombres, descansa ahora sobre las rodillas de su Madre, Causa de nuestra alegría.
|
|
|
Y antes de los pastores, antes de los reyes -que el mensaje luminoso ha venido no solamente a los pobres sino a todos los hombres- un hombre en particular, se alegra hoy profundamente, pues ha amanecido la Luz para él. Después de María el primer discípulo, el primer llamado: José. Padre de la Navidad. El varón probo, justo, cuya juventud no representaba alocada y tolerada inepcia e irresponsabilidad, sino gana de crecer y servir, lleva ahora, protegida por su temple y por su espada de descendiente de David la responsabilidad silente de ser el caballero de la Dama, padre primogénito. Su nombre significa precisamente "crecer". Y José crece: crece en Fe, en Esperanza y en Caridad, crece en méritos delante de Dios, se agiganta en su papel de padre del Niño y esposo de la Virgen , custodio de ambos, sombra protectora del Padre eterno, mano por la que llega la Providencia de Dios al Niño y a su Madre. José puede llamar "mi hijo" al Hijo de Dios, y estrecharlo suavemente sobre su corazón y susurrarle -en eco de la Voz celeste-: "Tú eres mi hijo muy amado, en quien tengo mis complacencias" ."Deviene así modelo de padre cristiano que puede abrazar a su hijo, si bautizado, y hacer propias las palabras del Padre eterno.
|
|
|
Alegría de la Navidad que lo es para toda la humanidad, pues Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la Verdad , y para eso se nos da en Cristo, Dios y hombre, Uno de la Santísima Trinidad hecho uno de nosotros. Y para eso quiere hacerse oír hoy la Iglesia 'urbi et orbe' para que el mundo abra sus oídos a este mensaje de salvación.
Alegría de la Navidad , que es regocijo de las familias fundadas sobre el santo matrimonio, pues en medio de una de ellas ha querido nacer el Hijo de Dios.
Alegría de la Navidad , que es delicia extraordinaria de vírgenes y de cuantos no han podido tener hijos, liberados por este Niño de la antigua maldición de la Ley que pesaba sobre quienes no engendraban. A todos es dada la paternidad-maternidad, porque un hijo nos ha nacido, un niño nos ha sido dado. Y cuantos escuchan Su palabra y la guardan en su corazón se hacen madre o padre del Pequeño.
Alegría de la Navidad que nos invita a hacernos pequeños como niños para poder entrar en el Reino de los Cielos. Párvulos en malicia, adultos en santidad. Niños en inocencia, maduros en gracia. Chiquillos en brazos de María, como niños a quien su madre consuela; mayores con Jesús niño en nuestros brazos, como padres y madres del Hijo de Dios, atentos a su Palabra, custodiándola en nuestro corazón.
Cristo, nuestro verdadero Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos, nacido de la Virgen María en Belén, al llegar la plenitud de los tiempos, ¡te adoramos y te glorificamos con el Padre y el Espíritu!
Luz gozosa de la santa gloria del Padre, ¡te damos gracias!
Santo y feliz Jesucristo, por la intercesión de tu Madre purísima, de San José y de todos tus santos, dígnate bendecirnos en este santo día. Feliz Navidad.