2003. Ciclo C
Nochebuena
(GEP 24/12/03)
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 2, 1-14
En aquella época apareció un decreto del emperador Augusto, ordenando que se realizara un censo en todo el mundo. Este primer censo tuvo lugar cuando Quirino gobernaba la Siria. Y cada uno iba a inscribirse a su ciudad de origen. José, que pertenecía a la familia de David, salió de Nazaret, ciudad de Galilea, y se dirigió a Belén de Judea, la ciudad de David, para inscribirse con María, su esposa, que estaba embarazada. Mientras se encontraban en Belén, le llegó el tiempo de ser madre; y María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el albergue. En esa región acampaban unos pastores, que vigilaban por turno sus rebaños durante la noche. De pronto, se les apareció el Angel del Señor y la gloria del Señor los envolvió con su luz. Ellos sintieron un gran temor, pero el Angel les dijo: «No teman, porque les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor. Y esto les servirá de señal: encontrarán a un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre.» Y junto con el Angel, apareció de pronto una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo:«¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra, paz a los hombres amados por él!»
SERMÓN
"Como la luz de la aurora, al nacer el sol en una mañana sin nubes, haciendo brillar tras la lluvia el césped de la tierra" profetiza el rey David, en su lecho de muerte, según el libro de Samuel (II Sam 23, 4), así resplandece Cristo en su Navidad.
La Luz engendrada antes de todos los tiempos en el seno del Santísimo, nace ahora en el tiempo, brotando del seno de aquella cuyo nombre es Aurora, la esclarecida, la mañana sin nubes, María, la iluminada por el nuevo Sol.
Como dice San Gregorio Nacianceno " Dios se manifiesta naciendo: el Verbo toma espesor, el Invisible se deja ver, el Intangible se hace palpable, el Intemporal entra en el tiempo, el Hijo de Dios se hace hijo del hombre" , y, de ese modo, aquel que habita una luz inaccesible , fuera de los siglos y el espacio, comienza a brillar en el tiempo y la tierra de sus criaturas.
Resplandece el Niño y hace brillar a la Madre, tierra virgen fecundada por la lluvia de gracia del Altísimo.
Nace Jesús e ilumina al mundo, hasta entonces yacente en las tinieblas de la pura condición natural, en las sombras de la caducidad, en la lóbrega oscuridad de su morir.
Nace el Mesías de Dios en el silencio de la noche, como que en noche, en oscuridad, está sumida la creación, antes y fuera de la Venida de su Señor y Consumador.
Nace el hijo de María y José, el pequeño descendiente de David, portador del sello de Dios, Aquel sobre quien hablaron los Profetas, incluso, contra su voluntad, como Balaam el profeta pagano, a las orillas del Éufrates:
Lo veo, pero no para ahora,
lo diviso, pero no de cerca:
de Jacob avanza una estrella,
un cetro surge de Israel. (Num 24 17)
En esta noche santa, María y José -y en breve, un puñado de pastores- nos dicen: "Lo que era desde el principio, ahora lo vemos con nuestros ojos, lo contemplamos y palpamos con nuestras manos, tocando al Verbo de vida. Y lo que hemos visto y oído, os lo anunciamos a vosotros - los que son benditos porque creen sin haber visto ni tocado - para que vuestro gozo sea colmado ... Porque nos ha nacido un niño, un hijo se nos ha dado" (Cfr. I Jn 1, 1. 3 b .4; Jn 20, 29; Is 9, 5 a ).
La creación toda, liberada esta noche de su extinción fatal y abierta al vivir de Dios ofrece su testimonio de gratitud a ese Niño esperado durante siglos: la tierra , una gruta; el cielo, la estrella; el desierto, un pesebre; la noche , su manto. Los pastores , sus rebaños; los sabios de Oriente, su asombro; José , su silencio adorante, su atenta vigilia, su hombría de bien. La humanidad toda, su fruto mejor: una Madre Virgen, María.
María , su sangre, su vientre bendito y fértil, su "sí" a Dios repetido todos los segundos de su vida. María , su encanto, su gracia plena, su ser -como dice el antiguo poema cristiano- "Tota pulchra", Toda hermosa.
En María y por María, cada uno de nosotros algo podemos ofrecer al Niño en esta noche dichosa. Nosotros, tan sólo barro amasado, ahora pequeños cielos habitados por la Gracia del Tres veces Santo. Nosotros, desierto devenido vergel por la obra portentosa de la Salvación. Nosotros, sólo algo de paja para su lecho, algún mérito que a Él le debemos y mucho pecado, algún cordero, mucha incomprensión y poco silencio para ofrendar al Niño nacido de la Virgen. Que esta noche, en que todos queremos ser un poco más buenos, Él nos disculpe, Él nos transforme. Él, que viene a darnos Su Paz, su amor, su Vida divina, la que tiene por Sí antes de todos los tiempos.
A todos los que estamos aquí, en estos momentos difíciles, en que, a pesar de todo lo malo, aún conservamos la libertad de ser cristianos y ganar el cielo -lo único que en el fondo debería preocuparnos- viene hoy el anuncio gozoso del ángel a decirnos: "No temáis, os anuncio una buena nueva, una grande alegría que es para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, el Cristo, el Señor" (Lc 2, 10. 11). También en Buenos Aires Él ha nacido y lo encontraremos, lo haremos nuestro, si -como los pastores y los magos-, lo buscamos de corazón. A Él nuestra alabanza, a Él toda gloria, honor y poder, con el Padre y el Paráclito, por eternidad de eternidades. Amén.