2001 - Ciclo B
2º domingo de pascua
(GEP 22-04-01)
Lectura del santo Evangelio según san Juan 20, 19-31
Al atardecer de ese mismo día, el primero de la semana, estando cerradas las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, por temor a los judíos, llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: «¡La paz esté con ustedes!» Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor Jesús les dijo de nuevo: «¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes» Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: «Reciban el Espíritu Santo Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan» Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús Los otros discípulos le dijeron: «¡Hemos visto al Señor!» El les respondió: «Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré» Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: «¡La paz esté con ustedes!» Luego dijo a Tomás: «Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos Acerca tu mano: Métela en mi costado En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe» Tomás respondió: «¡Señor mío y Dios mío!» Jesús le dijo: «Ahora crees, porque me has visto ¡Felices los que creen sin haber visto!» Jesús realizó además muchos otros signos en presencia de sus discípulos, que no se encuentran relatados en este Libro Estos han sido escritos para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y creyendo, tengan Vida en su Nombre
SERMÓN
A pesar de que la disminución de bautismos de niños en nuestro mundo occidental es notoria, sigue habiendo consistentemente un número considerable de ellos entre las poblaciones tradicionalmente católicas, quizá un cincuenta por ciento de los nacimientos
Es sabido que la costumbre de bautizar a los niños es relativamente tardía, recién comienza a generalizarse, al menos en Roma, a partir del siglo VI Es entonces cuando la sociedad, suficientemente cristianizada, podía parecer garantía suficiente de que el chico sería educado cristianamente
Hoy vuelven a darse condiciones sociales paganas, postcristianas, que hacen harto comprometedor -no habiendo peligro de muerte-, bautizar pequeños cuando no se está seguro de que el ambiente familiar sea capaz de dar al bautizado una formación acorde a su dignidad de hijo de Dios La Iglesia siempre ha considerado más grave el que se pervierta un hermano de Cristo signado por el carácter bautismal, que el que lo haga un pagano, un simple ser humano De allí la perplejidad de la Iglesia, frente a ciertos casos, -"¿lo bautizamos, no lo bautizamos?"-; o las exigencias de cursos prebautismales para padres y padrinos que obren como llamados de reflexión -ya que como preparación son absolutamente insuficientes-, a la responsabilidad tremenda que contraen cuando piden a la Iglesia para sus hijos la honra de la nobleza bautismal
Pero de eso casi ni se dan cuenta los que se consideran católicos ¡Vaya a saber que se piensa del bautismo o del cristianismo como una religión optativa más! Lo mismo escuchar a Jesús que a Sri Sri Ravi Shankar, el gurú hindú que, con gran propaganda, está haciendo su negocio en Buenos Aires en estos días Hay incluso personas que vienen a pedir el bautismo para sus hijos con exigencias, como si le hicieran un favor al cura No se percibe el privilegio inusitado, la maravilla, la dignación que representa que Dios haga partícipe de su vitalidad trinitaria a un hijo de hombre
Y estas reflexiones son pertinentes precisamente porque nos encontramos en el clima de los festejos pascuales, que si bien miran antes que nada a la resurrección de Jesús y su exaltación, junto a María, a la derecha del Padre, la Iglesia los ha vivido siempre en atmósfera bautismal, puesto que ese sacramento es el que nos hace poner en contacto con el estado glorioso que viven plenamente ya el Varón y la Mujer nuevos, Cristo y su Madre elevados al cielo
De hecho en los primeros siglos de la Iglesia no se bautizaba cualquier día, salvo excepciones, la Pascua, la Vigilia Pascual, era el gran día de los bautismos, para los que durante años se preparaban a recibirlo No iban, no, a anotarse a la secretaría parroquial de un día para otro
Es que la preparación de los adultos, en su mayoría salidos de un ambiente pagano de costumbres incompatibles con las exigencias cristianas, exigía mucha instrucción y pruebas de fidelidad y madurez El catecumenado duraba por lo menos tres años En esa condición de catecúmenos no se podía recibir los sacramentos y ni siquiera participar de toda la santa Misa Aún con la obligación de asistir a ella los domingos, los catecúmenos debían retirarse después de la predicación
Todo comenzaba cuando alguno, atraído por el cristianismo y, sobre todo, por el testimonio de los cristianos, solicitaba al obispo ser preparado a la gracia incomparable del bautismo No todos eran admitidos: eran, por ejemplo, excluidos -hasta que no dejaran su profesión-, gladiadores o actores de comedias inmorales u otras profesiones desdorosas Pero, si aceptados como catecúmenos a iniciarse, recibían de parte de un "doctor" -así llamaban a los catequistas-, enseñanzas morales, la explicación de los mandamientos y los consejos, y ayuda necesaria para practicarlos Ese primer año terminaba con un examen llamado 'escrutinio' -de 'escrutar', observar, probar-, en el que, con la garantía de testigos y el apoyo e los padrinos, si eran aprobados, podían pasar ya, mediante la imposición de las manos, a la categoría de bautizandos -'baptizand'i- Con esta ceremonia de admisión comenzaban a recibir una catequesis, ahora doctrinal, sumaria, también impartida por un doctor, sobre los 'rudimenta fidei', los rudimentos de la fe Esto venía acompañado al pasar de los días por diversas ceremonias como exorcismos, imposición del signo de la cruz, celebración de bendición y entrega de la sal, continuando siempre con la práctica vigilada de los mandamientos
Promediado el tercer año, ya cuarenta días antes de la Pascua, se comenzaba una preparación más intensa y exigente Inmediatamente antes de esos cuarenta días -que son el origen de nuestra Cuaresma- se realizaban nuevos escrutinios o exámenes y, mediante otro rito de entrada y la inscripción del nombre, se ingresaba finalmente en la categoría de los 'electi', los elegidos o electos Durante ese tiempo se intensificaban los esfuerzos espirituales, se practicaba el ayuno, se realizaban largas vigilias de oración Era al inicio de este último período, ya proclamados 'elegidos', cuando recién se entregaba a estos el 'Credo' o 'símbolo de los apóstoles', en un acto especial llamado "Entrega del Credo" -'traditio symboli'- Tomaban ahora la palabra no simples doctores o catequistas, sino el mismo Obispo, quien, durante esos cuarenta días, explicaba asidua e intensamente los artículos de fé del Credo a los elegidos Ejemplos de esa enseñanza exclusiva, protegida por la disciplina del arcano a la mirada de los infieles, -"no hay que tirar margaritas a los chanchos", había dicho el Señor-, se encuentran en las famosas catequesis de San Cirilio, obispo de Jerusalén o San Ambrosio, de fines del siglo IV Esta entrega del credo o 'traditio symboli', seguida de la cotidiana y larga catequesis episcopal, era la preparación a lo que se llamaba, al revés, la 'reditio symboli', la 'devolución del Credo', que consistía en su recitación convencida por parte de los elegidos el Sábado Santo
Ese día, en la catedral, a la mañana, se reunían todos los electos que todavía perseveraban, para una última formula de exorcismo, seguida de la unción en los oídos, la nariz y el pecho con el óleo de los catecúmenos Esta unción, dadora de fuerza y bríos para el futuro combate cristiano, iba acompañada de la fórmula Effeta, ábrete, en la que los presbíteros tocaban con sus dedos la boca y oídos de los bautizando, recordando la curación del sordo mudo por parte de Jesús Ahora si, se renunciaba a las pompas del mundo y a satanás y se 'devolvía el símbolo', se hacia la 'reditio symboli' Todavía hoy ungimos a nuestros niños con este óleo y en sus nombres recitamos renuncia y credo como la acción más importante del bautizando, o sus padres y padrinos, antes de llevarlo a la pila bautismal
El bautismo finalmente se realizaba en imponente ceremonia la Vigilia Pascual Al caer el sol del sábado, en las grandes ciudades, obispo y clero, acompañados de multitud de fieles, hacían una gran procesión iluminada por centenares de cirios y antorchas desde la catedral al baptisterio, que era un gran edificio aparte dotado de extensas piletas Los que han visitado Roma han podido seguramente ver en San Juan de Letrán un hermoso ejemplo de esta doble construcción ¡Imagínense lo que ha de haber sido la ceremonia de la Pascua del año 404 en Constantinopla -tal cual la relata un cronista de la época- cuando esa noche presididos por el Patriarca y sus auxiliares se bautizaron tres mil elegidos acompañados de sus respectivos padrinos y rodeados por toda la ciudad
Ya en el baptisterio, varones por un lado y mujeres por otro se despojaban de sus viejas vestiduras, ingresaban en los piletones y, al salir del agua, eran revestidos con una túnica cándida, blanca, alba, por diáconos o diaconisas respectivamente, siendo inmediatamente ungidos con el crisma y abrazados con el saludo de paz por el obispo Era allí, cuando por primera vez, solemnemente, se les hacía entrega del "Padre Nuestro" y tenían finalmente derecho a conocerlo y recitarlo No antes No cualquiera
Vestidos de blanco, de 'cándido' y por ello llamados 'candidatos' -nada que ver con el nombre aplicado a los candidatos a políticos que de cándidos no tienen nada- vivían exultantes toda la octava -es decir desde Pascua hasta el domingo de hoy- y era un espectáculos verlos caminando con sus túnicas brillando de limpias por toda la ciudad y hoy participando con todo derecho de la santa Misa todavía con sus túnicas blancas Es desde entonces y hasta hace poco que este segundo domingo después de Pascua se llamó "Dominica in albis", "Domingo de blanco" Toda esa octava era -y es aún, al menos litúrgicamente- considerada como un domingo o pascua prolongados Por eso los que han asistido a Misa durante esta semana habrán visto que las misas han sido como de domingo: con Gloria, con la secuencia de Pascua, con el doble aleluya en la despedida y refiriéndose cualquiera de los día a "hoy, en este día Santísimo de la Resurrección", como haremos por última vez en este 'domingo de blanco' Lo mismo habrán podido notar la cantidad de oraciones y lecturas referentes al bautismo que en estos días hemos rezado y escuchado
Ya desde el lunes -mañana-, los candidatos deponían sus alegres albas blancas y volvían al mundo y al trabajo en su nueva condición de resucitados, de cristianos cabales, transformados pascualmente por el bautismo y recitando orgullosamente todos los días la oración privilegio de los hijos de Dios: el Padre nuestro
La elección de las lecturas de hoy, especialmente el evangelio, también proviene de esas lejanas épocas en donde todo esto era tomado verdaderamente en serio El Jesús que da la paz a sus discípulos "shalom akem!", "¡paz con vosotros!", no expresaba un simple deseo de concordia entre los suyos, mucho menos promovía el saludito 'recreo antes de la comunión' que solemos darnos en nuestras humanísimas y sonrientes misas, era el cumplimiento de esa plenitud de bienes que la Resurrección, en promesa de futuro pleno, traía a los hombres 'Shalom' en el lenguaje bíblico no era la paz como la entendemos nosotros -ausencia de guerra, de hostilidades-, sino el conjunto de todos los bienes necesarios a la persona y sociedad para llevar una vida auténticamente feliz, sin odios, ni envidias, ni divisiones
Ese 'shalom' completo y sin fisuras, habían entendido finalmente los judíos, no podía conseguirse solo con los esfuerzos del hombre sino que, de una u otra manera, debían provenir de Dios y por eso era esperado para los últimos tiempos, el día del Señor, la era escatológica Jesús no viene pues con un saludito cordial, sino a anunciar a sus discípulos que esa hartura y suficiencia de bienes deseada y anunciada por el antiguo testamento se realiza en su ser resucitado, inauguración de la era más allá de estos tiempos en donde el hombre saciará sobreabundantemente todas sus hambres, sanará sus heridas, se unirá en éxtasis de amor a Dios y a los suyos
Por otra parte no les dice "La paz esté con vosotros", sino "Shalom akem", "la paz con vosotros", "la paz está con vosotros" No es un deseo, es ya una realidad cumplida, porque se da actualmente con la presencia de Jesús que percibimos y participamos por la gracia y ya se hace nuestro pleno bien
Esa gracia que nos transforma en nuevas creaturas De allí el 'soplar' de Jesús sobre los apóstoles El evangelista adrede utiliza un verbo griego -émphusan- no usado en la Escritura salvo para traducir ese soplo creador que, en el mito de la creación del hombre del Génesis, Dios sopla sobre el barro Pero lo que en esa ocasión primera sopla Dios, en el vocabulario bíblico, era un mero 'aliento de vida', un 'neshamá', en hebreo, solo dador de vida adámica, humana El soplo creador de Jesús da mucho más: otorga al barro de nuestras vidas puramente adámicas el soplo divino, el espíritu santo, el ruah ha kodesh, la vida misma de Dios de la que es dueño el Señor desde su Resurrección
A los candidatos, los nuevos bautizados, que escuchaban proclamar este evangelio, vestidos hoy aún con sus túnicas blancas, se les llenaba el corazón de orgullo y de entusiasmo para el combate que habían de emprender en este mundo Porque no solo el pasaje les hacía volver a tomar conciencia de su nueva increíble dignidad, sino que los enviaba a la misión y a la lucha "Como el Padre me envió para daros la paz, el shalom; así yo os envío para que vosotros la deis a los demás" "Como yo os doy la vida divina sacándoos de la vida humana, así también vosotros, llenos de vida divina podéis insuflarla a vuestros hermanos" Eso, más o menos, les dice el Señor
Que esa nueva condición conllevaba responsabilidades y enfrentaría angustias y problemas, tampoco lo ocultaba el evangelio a los nuevos bautizados No todo es fiesta, arpa y guitarra La Misa no es solo festejo, es campo de marte, apresto de batalla Los discípulos se encuentran a puertas cerradas, 'por temor a los judíos', dice Juan Y las mismas puertas cerradas y el aparecer de Jesús subrayan que el Señor no está entre nosotros como antes y que su presencia no está sometida ni tampoco es perceptible según las viejas leyes físicas de la duración del mundo presente El ha ingresado ya en la duración del mundo venidero Solo la fe, puede atravesar esas barreras Fe que a veces defecciona y que no trae a nuestra presencia a Jesús a la manera aparentemente más consistente de nuestros problemas, dolores, desamores, enemigos y adversidades Tomás alcanza en estas páginas la representación de todos los cristianos en sus dudas de fe, en esas oscuridades propias de la distancia casi infinita que media entre nuestro cerebro actual y la visión de la gloria que tendremos cuando, ya transformados, veamos a Dios y a Jesús tal cual son y están
De esas vacilaciones y dudas no nos puede sacar solo un convencimiento a medias, un Jesús mirado a nuestra manera humana, el respeto a su doctrina, la consideración de sus obras, tampoco las pruebas puramente racionales, los argumentos, la admiración o espera de sus milagros, sino la confesión simple y llana de su ser total: Jesucristo, Dios y Señor
Más todavía: mi Dios y mi Señor
Eso es lo que, en un lenguaje casi blasfemo para el judaísmo de la época, confiesa finalmente Tomás, más que como un Credo abstracto como una amorosa sumisión de su vida y su corazón al Jesús resucitado "Señor mío y Dios mío" 'Ho kurios mou kai ho theos mou' Palabras que solo toman sentido cabal cuando sabemos que ambas traducían al griego los sublimes nombres de Yahvé -que no se podía pronunciar y por ello se vertía como Adonai en hebreo, Kyrios en griego, Señor en castellano- y Elohim -que se vertía como Theos, Dios-.
La Pascua, pues, debe ser vivida por nosotros no solo como la fiesta principal de la historia del Universo y del triunfo de Cristo, sino como el festejo de nuestra propia transformación e injerto bautismal en el flujo del vivir divino que culminará en nuestra propia Resurrección Para instalar nuevamente en nuestras vidas la candidez del bautismo, el orgullo de haber sido elegidos, las exigencias honorables de esta nuestra condición, la decisión del combate y la alegría profunda de estar desde ya en contacto con la paz y el espíritu de Jesús.