Sermones de pascua

Pbro. Gustavo E. PODESTÁ



Adviento

1993 - Ciclo A

4º domingo de pascua
(GEP, 02-05-93)

Lectura del santo Evangelio según san Juan     10, 1-10
En aquel tiempo, Jesús dijo: «Les aseguro que el que no entra por la puerta en el corral de las ovejas, sino por otro lado, es un ladrón y un asaltante. El que entra por la puerta es el pastor de las ovejas. El guardián le abre y las ovejas escuchan su voz. El llama a cada una por su nombre y las hace salir. Cuando las ha sacado a todas, va delante de ellas y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz. Nunca seguirán a un extraño, sino que huirán de él, porque no conocen su voz» Jesús les hizo esta comparación, pero ellos no comprendieron lo que les quería decir. Entonces Jesús prosiguió: «Les aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos aquellos que han venido antes de mí son ladrones y asaltantes, pero las ovejas no los han escuchado. Yo soy la puerta. El que entra por mí se salvará; podrá entrar y salir, y encontrará su alimento. El ladrón no viene sino para robar, matar y destruir. Pero yo he venido para que las ovejas tengan Vida, y la tengan en abundancia»

SERMÓN

Todos los cuartos domingos de pascua se celebra la Jornada de Mundial de Oración por las vocaciones, instituida por Pablo VI y con motivo que, en los tres ciclos anuales de lecturas de los domingos hoy, toca leer uno u otro pasaje del capítulo 10 de San Juan dedicado a presentar la figura del buen Pastor.

Como dije en otra ocasión en realidad hablar de las vocaciones sacerdotales con ocasión de este evangelio no es del todo atinado, ya que lo que precisamente quiere afirmar Jesús en este pasaje es la exclusividad plena de su pastoreo. Más aún habría que decir que insiste fuertemente en que es él quien quiere ser en directo el pastor de cada cristiano; que no hay vida cristiana por una adhesión puramente institucional a la Iglesia y a los en ella llamados pastores: es absolutamente necesaria una relación personal, amical, confiada entre Jesucristo y cada uno de nosotros, llamados por nuestro nombre, recreados por la palabra omnipotente de Cristo cuando nos pronuncia. "¡ No temas que yo te he rescatado! ¡Te he llamado por tu nombre! ¡Eres mío !" dice Dios por labios del profeta Isaías en el capítulo 43.

El centro de la vida del bautizado debe ser no el cumplimiento externo de mandamientos o preceptos, no la afiliación a la institución eclesiástica, no la recepción meramente ritual de los sacramentos, sino esa familiaridad de mente y de corazón, de metas y de luchas, con un Jesús tratado en vivo y en directo en nuestra oración personal, en nuestra meditación, en nuestros pensamientos y afectos, en nuestros largos minutos frente al santísimo o en el silencio de nuestros cuartos o, al menos, de nuestras reflexiones, tratando de oír como quiere pronunciar nuestro nombre, transformarnos, convertirnos.

Pero el pasaje del capítulo 10 que nos ha tocado hoy leer añade una variante al tema del pastor, porque como hemos oído, Jesús se identifica además con la puerta de las ovejas.

En realidad nuestras traducciones no nos permiten entender exactamente el contexto original. Por ejemplo hemos oído " puerta del corral de las ovejas ". En realidad la traducción exacta sería " puerta del patio del ganado pequeño ". No se habla ni de corral ni de redil; no se habla tampoco exactamente de ovejas. Se habla de patio y se habla de ganado pequeño .

La diferencia como verán hace al sentido del discurso. Vean que Jesús está hablando no en cualquier parte sino precisamente en el templo de Jerusalén. Más aún en el patio del Templo donde se reúnen solo los israelitas, considerados tantas veces en el antiguo testamento como el rebaño de Dios. El salmo 99 que se cantaba cuando entraban los peregrinos al templo dice: " Nosotros somos su pueblo y ovejas de su rebaño. Entrad por sus puertas con alabanzas, a sus patios con himnos. " En griego hay otro término que se usa para nombrar un corral, aquí no se dice corral sino claramente patio con un término que en griego designa claramente al patio del templo de Jerusalén.

Más aún: en el templo precisamente la puerta que daba al patio de los judíos varones, que eran los únicos que se consideraban realmente el pueblo de Dios y por donde se ingresaba con las ovejas o cabritos o palomas destinadas al sacrificio -porque el ganado mayor para sacrificios más importantes ingresaba por otro lado- esa puerta se llamaba: " shaar ha-tzón ", "puerta del ganado pequeño", " he zyra ton probáton ", en griego, y que nuestras biblias traducen "puerta de las ovejas", con lo cual nos confunden todo.

Porque cosa bien distinta es la que nos hace imaginar el texto tal cual lo leemos en español y tal cual escuchado por los judíos de labios de Jesús cuando está predicando en el medio del templo. No se trata de ningún redil o corral, sino del patio del templo donde se encuentran; no se está refiriendo a ninguna tranquera de un potrero, sino a la puerta de mármol que da entrada y permite la salida de los judíos con sus ofrendas para el sacrificio.

La imagen desde la cual Jesús intenta su comparación no es pues un simple cerco, aprisco, ni majada, sino ese patio del templo donde está reunido el pueblo de Dios, Israel, con la puerta por donde solo pueden pasar los varones judíos: ningún pagano, bajo pena de muerte, ni mujer.

Jesús está, pues, en polémica evidente con los fariseos con los cuales discute y con su templo. Ese templo y ese corral -afirma- ya están caducos. Cristo llamará a los suyos, y los que le entiendan escucharán, y saldrán de allí con él. Todos los suyos le seguirán y el marchará delante de ellos. " Va delante de ellos ", dice nuestra traducción. Pero esta palabra "' va ' delante de ellos " también tiene su miga: traduce un término griego ' poréuomai ' que Juan usa para referirse al ir de Jesús al Padre: no es un ir o marchar a cualquier parte: es marchar hacia Dios, ese Dios con el cual nos encontraremos plenamente en el verdadero templo, la Jerusalén celestial, el cielo, pero que desde ya se nos ofrece en Jesús en verdadero alimento, en vida en abundancia.

Y Jesús es, para ello, la verdadera puerta. La llamada "puerta del ganado chico " del templo jerosolimitano solo lleva a la muerte de los que entran: "el ladrón no viene sino para robar, matar y destruir": y de hecho el templo de Jerusalén no era sino un inmenso matadero, degolladero, carnicería, en donde cotidianamente perecían cientos y cientos de cabezas de ganado, por manos de sacerdotes bañadas sus manos y sus túnicas de sangre. El que entra por allí no sale más, se pierde en el rito cruel, en el precepto enrevesado y farisaico, en la esterilidad de la antigua ley: son ladrones y asaltantes.

El que pasa en cambio por Jesús puede entrar y salir, en la libertad de los hijos de Dios, en la suprema y liberadora ley de la caridad, del amor, y para encontrar no la muerte, el sacrificio sangriento, sino la salvación, la vida en abundancia.

Sin duda pues que el tenor original de todo este pasaje es la polémica antijudía. Pero nosotros podemos entenderlo también como un llamado urgente de Jesús a que todo el mundo sepa que él es el único capaz de llevar a los hombres a la salvación. Esa exclusividad que hoy se discute desde un mal entendido pluralismo, desde una mal entendida libertad religiosa o ecumenismo, en donde pareciera que pudieran gozar de los mismos derechos la verdad o el error, el médico o el asesino, el farmacéutico o el envenenador, el profeta de Cristo o el profeta de embustes, la Casa de moneda o el falsificador, la Iglesia liberadora o la secta castradora y enajenante, el servicio plenificante de Cristo o el servilismo esclavo a los amos del mundo y a sus vicios; en última instancia, la vida o la muerte, la felicidad o la desdicha...

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