Sermones de pascua

Pbro. Gustavo E. PODESTÁ



Adviento

1986- Ciclo C

5º domingo de pascua

Lectura del santo Evangelio según san Juan 13, 31-33a. 34-35
Después que Judas salió, Jesús dijo: «Ahora el Hijo del hombre ha sido glorificado y Dios ha sido glorificado en él. Si Dios ha sido glorificado en él, también lo glorificará en sí mismo, y lo hará muy pronto. Hijos míos, ya no estaré mucho tiempo con vosotros. Os doy un mandamiento nuevo: amaos los unos a los otros. Así como yo os he amado, amaos también vosotros los unos a los otros. En esto todos reconocerán que sois mis discípulos: en el amor que os tengáis los unos a los otros»

SERMÓN

Es por todos bien conocido el famoso lema jesuítico: "Para mayor gloria de Dios" "Ad maiorem Dei gloriam" y, también, aquel canon de la Constitución Dogmática sobre la Fe Católica del Concilio Vaticano I, del 1870 y que dice "si alguno negare que el mundo ha sido creado para gloria de Dios, sea anatema" Fue uno de los tantos anatemas que, en ese Concilio, la Iglesia lanzó contra el racionalismo hegeliano y kantiano que se había infiltrado en el pensamiento católico.

Precisamente Kant -y, siguiéndole, Hegel- entre otras muchas cosas, había ridiculizado el hecho de que Dios actuara ordenando todo 'egoístamente' -según ellos- hacia El; amén de que toda causalidad (y especialmente la causa final ) no era para Kant más que una categoría 'a priori', puramente subjetiva. De dónde les viene, a gran parte de los materialistas y evolucionistas modernos, el afirmar que no existe en el universo más finalidad que la que pueda darle parcialmente el hombre, y que todo es fruto del azar o de puras leyes probabilísticas.

¡Triste forma de pulverizar nuestra existencia efímera en la inmensidad oscura del cosmos, este nuestro surgir 'por casualidad' en la gran lotería de este Prode atómico y molecular del fixture galáctico y de la última recta del espermatozoide afortunado que dejó a otros posibles atrás, y cruzó la línea victorioso, fortuito ganador!

En fin, amén de lo horrorosamente triste de esta mi vida casual, hijo no querido ni deseado del despiole cósmico, accidente no apetecido del Ogino de la madre natura, amén -digo- de esta tristeza de haber emergido a la existencia por casualidad, la teoría del azar no resiste al más primitivo análisis del sentido común, a la vista sincrónica y diacrónica de las maravillosas armonías del micro y macrocosmos ¡lo más alejado que se puede pensar de las posibles formas aleatorias e incogitadas de una explosión de polvo cósmico en el vacío!

No: el universo tiene una finalidad, una dirección, un propósito, un 'telos' -en griego, de allí teleo-logía, palabra tan odiada por los materialistas tipo Monod o Watson-.

Y esa dirección es precisamente ' la gloria de Dios' . Pero reconozcamos, con Kant, que la frase así escuchada no deja de sonarnos mal. ¡Cómo! ¿ Dios crea el universo como una inmensa Plaza de Mayo, para ser vitoreado por los hombres y el resto de los seres racionales desde su rosado balcón? ¿ La finalidad del universo son los aplausos después de cada aria y el gran aplauso final y los vivas cerrando el telón de la ópera escalígera de la historia?¿ Dios necesitaría algo o a alguien o de alguien fuera de si mismo? Si así fuera, no sería Dios.

Y el equívoco parte de la mala jugada que nos hacen las traducciones indogermánicas del lenguaje semita de la Biblia.

Porque el término 'gloria' que vierte al castellano, a través del latín, al 'doxa' griego que encontramos en el Nuevo Testamento y en la traducción griega del Antiguo Testamento de los setenta -como ya lo he explicado en alguna ocasión- pretende reemplazar a la palabra " kabod " hebrea. Y, para abreviar, aunque la mayoría de Vds. no recuerden o no me haya oído al respecto, pero a mi me aburre repetirme, les digo que la palabra 'kabod' que nosotros traducimos por 'gloria', en hebreo más bien tiende a significar 'exteriorización', 'manifestación', 'descubrimiento', 'mostración'... Es lo oculto, lo propio, lo intimo, secreto, recóndito, doméstico, privado, reservado y por lo tanto de por si inefable, inexpresable, que tiende a aparecer, a extrovertirse, a refulgir, a salir hacia fuera .

En Dios el aspecto de distancia, ocultación, privacidad, trascendencia, está expresado, en hebreo, por el sustantivo ' kadosh' , que nosotros traducimos por 'santidad'. Lo que intenta, en cambio, verterse hacia fuera, desbordarse hacia otros, la manifestación, comunicación, dación de esa santidad, es denominando en hebreo " kabod ", pobremente traducido "doxa", en griego, "gloria", en latín.

La' doxa', la gloria, es pues la refulgencia generosa, el brillo regalado, expandido hacia afuera de la santidad divina. Es la infinita belleza divina, imposible de ser vista ni apreciada por ninguna mente finita, desbordándose a si misma, tratando de vencer nuestra ceguera, pujando para adaptarse de alguna manera a nuestra cortedad para que, al descubrirla y apreciarla, la deseemos y, al desearla, luchemos por ella hasta que un día la poseamos en todo su esplendor, transformados por este deseo.

De allí estas frases algo repetitivas de Jesús sobre el Hijo del Hombre y su glorificación. Pero ahora podemos entender mejor que es lo que quiere decir el Señor cuando anuncia su glorificación inminente, precisamente en el momento de tinieblas que inaugura Judas cuando sale de noche del cenáculo.

Porque es verdad que 'la gloria de Dios' brilla en la creación y solo los que tapen sus ojos y hagan funcionar a contramano los circuitos de su cerebro pueden dejar de reconocer la sabiduría espléndida de un Hacedor que se manifiesta en las armonías científicas del cosmos y en las programaciones computadas de la biología y en la suprema complejidad del encéfalo humano.

La gloria de Dios también ha brillado en la historia de Su pueblo, de Israel, milagro viviente de una pequeña nación que vivió de la debilidad circunstancial de los imperios que la rodeaban y que pidió prestadas a las culturas de su entorno todo su vocabulario sus imágenes y sus mitos y, sin embargo, como de la nada de si misma, expresó las verdades metafísicas y antropológicas más altas y originales de toda la crónica de la humanidad y sobrevivió y sobrevive milagrosamente, en su pequeñez, a todos los avatares de la cruel y nacionófaga historia.

Pero la máxima 'gloria de Dios', la manifestación suprema de Dios al hombre, su intento más plenario por abrírsenos y regalarnos su intimidad es ¡Jesús de Nazareth!, su Palabra encarnada, su expresarse pleno asumiendo al hijo de María, el hijo del hombre que desciende el cielo desde el cielo, que nos baja a Dios desde Dios.

Pero fíjense Vds. que si la Gloria de Dios ya se hace presente en Jesucristo desde su cuna de avena, ella se hará presente de una manera especialísima en el momento que Jesús llama " su hora " y que es inaugurada recién en nuestro evangelio de hoy " nün edoxasce jo uios tou anzrópou " ahora ha sido glorificado el hijo del hombre, porque ahora Dios ha sido glorificado en él " Este ahora, nün es ya la hora de la cruz que Judas inaugura sumergiéndose en las tinieblas. Y es glorificación de Dios y glorificación del Hijo: porque, en la cruz el Hijo manifiesta a Dios lo más perfectamente posible y, al mismo tiempo, Dios patentiza plenamente su decirse a Si mismo al hombre en el Hijo.

La cruz es el instante supremo, la hora más plena, de la Revelación y el regalo de Si mismo de Dios, en el Hijo, al hombre y el momento más transparente del Hijo expresando a Dios.

Porque eso que, en otro lugar, el mismo Juan describe como el mismísimo ser e intimidad de Dios cuando afirma que Dios es ágape , que Dios es amor, se muestra y explica prácticamente en el acto por medio del cual Cristo muestra la hondura y calidad de su existencia puesta toda al servicio de Dios y de los hombres, vivida toda en el amor, y que lo lleva finalmente a dar su vida por nosotros.

Y ese amor de Jesús que es 'darse', al mismo tiempo expresa, manifiesta, lo que, más allá de cualquier definición filosófica es la infinita felicidad y plenitud de Dios: un darse perpetuo y mutuo entre las Personas trinitarias, un darse generoso y libre, glorioso e infinito -pero recibido a la medida de nuestras repuestas- en Jesucristo, el pan de la verdadera Vida para el hombre.

Por eso, aunque el mandamiento de amor que sigue a continuación no parezca estar a primera vista conectado con el tema de la glorificación de Dios y de Jesús, lo está íntimamente. Porque ese amor de Jesús hasta la muerte, la hora de su glorificación y de la de Dios, debe prolongarse, manifestarse, a los hombres, a través de todos los tiempos. Y lo hará por medio de los suyos. Porque ¿cómo llegará palpablemente a los hombres la gloria de Dios más allá de lo puramente intelectual y de nuestros fríos actos de fe? ¿cómo llegará cálida y vivencialmente a los hombres, sino mediante el amor de los hombres, a través del amor de los cristianos? "Amaos los unos a los otros, en esto reconocerán los demás que Vds. son discípulos míos", en esto seré glorificado, en esto seré reconocido ...y aceptado y amado.

¿Y nos amamos los unos a los otros? No digo en ese amor universal al hombre en general que predica la filantropía, ni -en esta frase al menos- en el amor al prójimo que debemos aún a nuestros enemigos, sino en el amor entre cristianos, entre cofrades, entre camaradas, que debería llevarnos a ese espíritu de cuerpo que da tono a cualquier organización y que falta hoy a los católicos y que, perversamente, tienen para el mal otras gentes e ideologías, para destruirnos -y en nuestro caso de cristianos argentinos robarnos la nación-.

Ni hablo tampoco del amor " toma mi mano hermano " de las cancioncitas sentimentales de nuestras pobres actuales liturgias, miel y sacarina; sino del amor cristiano, hecho de acero y de trinchera, de honor y de palabra, de entereza y compromiso, de nobleza y de lucha, de respeto y de altura, de trabajo cotidiano y de estudio, de talentos humanos y materiales puestos al servicio de los hermanos.

¿Damos esa imagen? ¿Pueden los demás reconocer en nosotros la gloria de Dios?.¿O somos la campana opaca, la pantalla de pergamino sucio, que apaga el brillo de los tesoros que, para regalar al mundo, nos ha dado en custodia el Señor?

¿Acaso los de afuera pueden distinguirnos? Podrán decir ¡miren cómo se quieren, cómo se apoyan, cómo luchan, cómo son los mejores, cómo son felices, cómo son los más sabios, los más honorables, los más valientes, los más cordiales, los que están siempre en la vanguardia y en los lugares de más peligro, los que más y mejor sirven a los demás.

Para mayor gloria de Dios.

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