Sermones de pascua

Pbro. Gustavo E. PODESTÁ



Adviento

1990 - Ciclo A

5º domingo de pascua

Lectura del santo Evangelio según san Juan 14, 1-12
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "No os inquietéis. Creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas habitaciones; si no fuera así, os lo habría dicho. Yo voy a prepararos un lugar. Y cuando haya ido y os haya preparado un lugar, volveré otra vez para llevaros conmigo, a fin de que donde esté yo, estéis también vosotros. Ya conocéis el camino del lugar adonde voy". Tomás le dijo: "Señor, no sabemos a dónde vas. ¿Cómo vamos a conocer el camino?" Jesús le respondió: "Yo soy el camino, y la verdad y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí. Si vosotros me conocéis, conoceréis también a mi Padre. Ya desde ahora lo conocéis y lo habéis visto". Felipe le dijo: "Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta". Jesús le respondió: "Felipe, hace tanto tiempo que estoy con vosotros, ¿y todavía no me conocéis? El que me ha visto ha visto al Padre. Cómo dices: "Muéstranos al Padre"? ¿No crees que estoy en el Padre y que el Padre está en mí? Las palabras que digo no son mías: el Padre que habita en mí es el que hace las obras. Creedme: Yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Creedlo, al menos, por las obras. Os aseguro que el que crea en mí hará también las obras que yo hago, y aún mayores, porque yo me voy al Padre".

SERMÓN

"¿Qué es la verdad?". La pregunta escéptica de Pilato queda resonando en los evangelios a través de los tiempos como la gran exclamación de ese mundo decadente que era la civilización romana. Pregunta tanto más tremenda cuanto que de hecho Pilato no se muestra angustiado por no poder responderla, sino más bien vencidamente indiferente frente a un problema que, si alguna vez ocupó algún lugar en su mente de aristócrata romano, fué finalmente desplazada por el escepticismo de una época pluralista en que tantas eran las doctrinas que postulaban su verdad que ningún hombre en el lapso de su vida terrena tenía posibilidad de conocerlas y valorarlas.

Pero Pilato, en su frase de duda, va más allá, porque -para ser exactos- no se está preguntando cuál es la verdad sino qué es la verdad , qué entendemos por verdad e, implícitamente, reconociendo la imposibilidad de saberlo.

Intentemos responder nosotros.

Antes que nada, la verdad ¿es algo que existe objetivamente, en la realidad, o en la mente? Sin duda que en la mente. Las cosas simplemente son: no son ni verdaderas ni falsas mientras no se pongan en relación con alguien que las conozca. Una imitación de Picasso no es falsa en si misma, sino respecto al que cree que es una pintura de ese autor. Pero la imitación o falsificación no es en si verdad o mentira, simplemente es. Una pintura.

De tal modo que verdaderas o falsas son no las cosas sino las ideas que nos hacemos sobre ellas. Cuando una idea de mi cabeza expresa correctamente lo que la realidad es en si misma, entonces es verdadera, es verdad. Cuando yo pienso algo sobre la realidad y la realidad no coincide con ese mi pensamiento, entonces éste es erróneo, falso, mendaz.

Por cierto que para que una idea o pensamiento sean verdaderos no es necesario que reflejen totalmente lo que el objeto conocido es en si mismo. La realidad es sumamente compleja y rica, y nuestras ideas sobre ella apenas detectan parte de lo que es. No me van a decir las mismas cosas sobre una montaña un geólogo, un alpinista, un poeta, un constructor de caminos, un vendedor de propiedades. Cada cual mirará a la montaña bajo un punto de vista, explorará solo parcialmente su realidad. Pero el que cada cual solo conozca en parte a la montaña ello no significa que sus conocimientos sean falsos, a menos que intentaran sostener que lo que ellos conocen es la totalidad de la verdad sobre la montaña. Pero si yo, como geólogo, a la vez que conozco a la montaña mediante mi ciencia, me doy cuenta de que este es un conocimiento parcial y que también los otros observadores tiene su parte de verdad, entonces mi conocimiento aunque parcial, es verdadero.

Con estas limitaciones el geólogo podría perfectamente decir "esta montaña no vale nada", porque él lo que está buscando es un filón de oro o de uranio y al mismo tiempo el alpinista decir "esta montaña vale cualquier cosa" porque es ideal para su deporte.

O, si alguien, por ejemplo, desde el punto de vista científico afirmara "todas las especies vivientes han surgido por evolución", éso no contradiría para nada el que, al mismo tiempo, desde el punto de vista ontológico, metafísico, dijera "todo ha surgido por creación". Son simplemente dos aspectos complementarios de la realidad. Estaría en cambio profundamente errado quien estableciera falsas antinomias: "es por evolución, no por creación" o "es por creación no por evolución". Opciones que solo pueden plantearse o por ignorancia o por mala fé.

Solamente si desde el mismo punto de vista yo hago de algo afirmaciones contrarias o contradictorias éstas no pueden ser al mismo tiempo verdaderas. Yo puedo decir "Dios es tres personas y un solo Dios", pero no "es tres dioses y un solo Dios" o "tres personas y una sola persona". En ese plano, digamos, de lo religioso, de lo metafísico, por ejemplo, yo no puedo decir "Jesucristo es Dios" y al mismo tiempo considerar que es verdadero el islamismo que afirma "Jesucristo no es Dios, es solo un profeta". Yo no puedo decir Dios es distinto al universo , como afirma el xtnsmo y al mismo tiempo Dios es el universo como afirma el hinduismo.

Sostener que todas las religiones son verdaderas, por lo tanto, es un disparate. Aunque podría decirse: aún las falsas religiones y las falsas ideologías tienen algunas verdades. Como también que el veneno de la yarará tiene algo de bueno, por lo menos para la yarará; si es que no tienen razón los que defienden la crotoxina.

Pero sigamos ¿porqué puedo yo pensar algo sobre la realidad, porqué puedo entenderla, conocerla, tener ideas sobre ella? ¿Porqué la realidad es pensable por el hombre? ¿Porqué, por ejemplo, un científico es capaz de expresar en una fórmula matemática la estructura física o química de un ser? Es lo mismo que preguntarme ¿porqué una carta que llega por correo, un libro o diario que compro, son capaces de hacer nacer en mi cabeza ideas, transmitirme noticias, nociones?. La respuesta es clarísima: porque alguien las escribió o me escribió. Alguien inteligente, sin duda, porque si a un chimpancé le doy papel y lápiz lo único que escribirá son garabatos.

Entonces ¿porqué la realidad es cognoscible, interpretable, pensable? Y, porqué alguien la pensó antes que yo . Allí está como un libro, como una carta. Yo la leo, yo la entiendo, pero antes alguien me la ha escrito, la ha pensado para mi. De allí que el encuentro de mi mente con cualquier aspecto verdadero de la realidad siempre es un encuentro con un pensamiento de Dios. Las cosas son pensables porque Dios las conoce y, como el pensamiento divino es el que sostiene la realidad y si Dios dejara de pensar en ella o en cualquiera de sus partes estas desaparecerían inmediatamente en la nada, la verdad por antonomasia no es la que piensa el hombre cuando conoce a la creatura sino la que piensa Dios cuando la crea. De tal modo que la Verdad con mayúscula es el mismísimo Dios, por cuanto el pensar divino, su verdad, se identifica con su ser, con su propio existir.

Pero supongamos que yo niegue la existencia de Dios. Me declaro ateo. No tengo más remedio entonces que afirmar que las cosas no han sido pensadas por nadie antes que hayan sido pensadas por el hombre. ¿De donde les viene entonces el que puedan ser pensadas, quién les pone el que sean entendibles, cognoscibles? No queda sino el hombre. Las cosas no son pensables en si mismas, sino solo porque el hombre las piensa. Y entonces, la conclusión de toda la filosofía moderna es: en realidad lo que conocemos no son las cosas, puesto que ellas nunca han sido pensadas antes de que el hombre apareciera, sino que lo que conocemos son nuestros propios pensamientos sobre las cosas. El hombre está cerrado en el mundo de sus propios pensares. Es él quien fabrica la realidad cuando la piensa. El hombre crea su propia verdad. Si no existe un Dios que piense y cree la realidad; la realidad la piensa y crea el hombre. El hombre es la verdad, o como decían los ateos de la antigüedad, ' el hombre es la medida de todas las cosas '. En el fondo: si Dios no existe, el hombre debe tomar el papel de Dios . El hombre es Dios .

Y de allí la necesidad del ateísmo, si se quiere reivindicar la autonomía total del ser humano. Porque si Dios existe yo tengo que resignarme a ser creatura, dependiente, no autor de la verdad, sino lector de ésta. Todas las filosofías y políticas que desde Lutero intentan sostener la plena libertad y autonomía del hombre no tiene más remedio que ser ateas, porque Dios es el gran y único enemigo del Hombredios de nuestro mundo moderno. El ateísmo no es una posición meramente intelectual, es una necesidad de la soberbia.

Y desde el ateísmo, entonces, no existe la verdad, porque si no es Dios quien piense la realidad, si la realidad no es pensada por alguien antes que por el hombre, la verdad será el pensamiento con el cual cada uno crea su propio mundo, su propia realidad, sin referencia objetiva alguna y, entonces, yo tengo mi verdad , vos tenés la tuya , él tiene la de él . Yo pienso así, vos pensás asá, el piensa asú. Esa es tú verdad, esta es la mía. Para vos Jesús es Dios y te aplaudo, para mi lo es Buda y me aplaudo también. Los dos tenemos "nuestra" verdad. ¿Y cuando para actuar hay que ponerse de acuerdo sobre algo? Entonces la verdad la tiene la mayoría, no los que saben.

Lo lamentable es que, aún cuando el sentido común se resiste en la vida cotidiana a aceptar que la verdad sea lo que piensa cada uno, y cuando se enferma, por más democrático que sea no reune a los vecinos para que voten, ni hace lo que le parece, sino que llama a un médico; y lo mismo en el campo de las ciencias, en donde la respuesta de la realidad objetiva es la que determina si una tesis o teoría es verdadera o no, en el campo de la religión o de la política o de las ideologías o de la moral la gente se sigue guiando por estos principios de que la verdad es puramente subjetiva.

Y digamos que en lo más importante; porque, si es importante saber qué es lo bueno para ésta mi enfermedad, qué es lo que puedo comer o no comer para conservar la salud, ¡cuánto más importante saber qué es lo bueno para aquello que hace a mi existencia personal, a mi vida como un todo! Qué hacer no con mi comida o con mis remedios, con mi salud física -para ello basta la investigación humana, la ciencia, que descubre muchos aspectos verdaderos de la realidad pero no todos ni los más importantes- sino qué hacer de mi vida, de mi manera de ser, de mis objetivos últimos, de mis pautas de conducta. Puedo ser tan tonto que diga: para eso no necesito ningún maestro, ningún médico que me indique a donde ir ni como ir, yo mismo fijo mis pautas y mis objetivos. Lo cual estaría bien si yo fuera Dios, si yo no hubiera sido pensado por otro antes de pensarme a mi mismo. Pero resulta que yo no comienzo a existir recién cuando me pienso, sino que existo porque Alguien me ha pensado antes y me está pensando ahora. Mi verdad no es lo que yo pienso de mi mismo, sino lo que Dios piensa de mi. La verdad del motor de mi Citroën no es lo que mi hermana piensa de él sino lo que pensó el fabricante. Si quiero que mi Citroën ande, tengo que utilizarlo según las indicaciones del manual, no según las indicaciones de mi hermana.

E igual con mi existencia, si quiero que se realice como corresponde, tengo que llevarla adelante no como se me antoje, porque no soy Dios, porque no me he fabricado a mi mismo y porque mis pensamientos sobre mi mismo solo son verdades si coinciden con lo que Dios piensa de mi, tengo que llevarla adelante -digo- de acuerdo a la verdad según la cual Dios me proyecta en el ser.

Y, para hacerla más patente, Dios no solo la ha impreso en lo profundo de mi esencia, en las raices de mis hambres más hondas, a modo de leyes naturales no tan fáciles siempre de leer, sino que la ha explicitado, la hecho patente, clara, meridiana, visible, imitable, en esa carta de amor que nos ha escrito en la persona y vida de Jesús.

Por eso El, Jesús, es finalmente la Verdad . Porque en su ser y existir ha mostrado lo que Dios es, la verdad sobre Dios, sobre su amor y paternidad hacia nosotros; y porque, al mismo tiempo, nos muestra la verdad sobre nosotros mismos, el modelo según el cual construirnos y existir verdaderamente como hombres, el camino para alcanzar la verdadera felicidad, la sobredosis de vida capaz de hacernos vencer el destino de muerte al que nos lleva el tratar de pensarnos solos a nosotros mismos y construirnos solo con nuestras propias fuerzas hacia nuestras caducas e imposibles utopías.

No existe pues tu verdad, mi verdad, mi camino, tu camino, hacé tu vida, hago la mía. Existe una sola verdad, un solo camino, Cristo, la Palabra del Padre, el Verbo de Dios, la sabiduría encarnada, el pensamiento según el cual fueron creadas y pensadas todas las cosas. Solo El es el Camino, y la Verdad y la Vida.

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