Sermones de pascua

Pbro. Gustavo E. PODESTÁ



Adviento

2003- Ciclo B

6º domingo de pascua
(GEP 25/05/03)

Lectura del santo Evangelio según san Juan 15,9-17
Jesús dijo a sus discípulos: «Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo cumplí los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he dicho esto para que mi gozo sea el de ustedes, y ese gozo sea perfecto. Este es mi mandamiento: Ámense los unos a los otros, como yo los he amado. No hay amor más grande que dar la vida por los amigos. Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando. Ya no los llamo servidores, porque el servidor ignora lo que hace su señor; yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre. No son ustedes los que me eligieron a mí, sino yo el que los elegí a ustedes, y los destiné para que vayan y den fruto, y ese fruto sea duradero. Así todo lo que pidan al Padre en mi Nombre, él se lo concederá. Lo que yo les mando es que se amen los unos a los otros»

SERMÓN

Fuera del contexto cristiano, hablar de amor, inmediatamente hace referencia a la atracción mutua que se da entre el varón y la mujer. Y no dudamos que ésta sea una correspondencia legítima, que hallamos desde que nos llegan huellas de reflexión humana al respecto, tanto en esculturas, pinturas, como en antiguas narraciones en forma de mitos. Entendido así, este amor o atracción, siempre aparece ligado con el placer , por un lado, y por otro, con la fertilidad . Las famosas 'venus neolíticas', las imágenes más antiguas que el hombre haya esculpido, destacando en sus abultadas formas las cualidades procreadoras.

Pero, en el progreso del mito, las potencias maternas, generadoras, de lo femenino se van independizando del placer, y concretando en divinidades especializadas en esa función: la madre, venerada bajo la forma de Hera , Juno , Innana , Isis , la Gran Madre mediterránea, Anat -y, por estas latitudes, la Pachamama-.

El amor, así, va quedando reducido a su lado erótico y placentero, y se concreta en deidades de la libido: Astarté , por ejemplo, -entre los cananeos del entorno bíblico-, y, en el mundo greco romano, Afrodita o Venus .

Pero que en estas segundas 'diosas' -en el sentido que hoy dan los muchachos a la palabra- no se agotaba el concepto del amor, lo percibían bien los que comenzaron a reflexionar sobre el tema. De hecho, Afrodita y Venus resultaban tan insuficientes para servir la idea que, un primer intento de corrección, consistió en duplicarlas. De modo que había dos Afroditas y dos Venus. Platón imaginó la existencia de una, nacida de Urano, el Cielo, la Afrodita Uránica , diosa del amor abnegado; la otra -hija de Dione , una divinidad primordial asociada a la tierra- la Afrodita Pandemo , diosa del amor vulgar. ('Pandemo' quiere decir 'de todo el pueblo'. La 'Afrodita', digamos, 'Popular'.) Por supuesto que Platón se inclinaba por valorar, como mejor, a la Afrodita celeste.

Los latinos hicieron lo mismo que Platón, y hablaban, por un lado, de la Venus Olímpica , es decir, del Olimpo, morada de los dioses, y, por el otro, de la Venus Demótica , la 'popular'. (En nuestros días, popular hasta el exceso.)

Este recurso, sin embargo, no purificaba del todo el concepto del amor. Caía, por una parte, con el famoso 'amor platónico', en una especie de dualismo depreciador del cuerpo y, por otra, no integraba otras formas de querer que los hombres consideraron siempre como auténtico amor: el de los varones y mujeres entre sí, en auténtica amistad, -no la que algunos mal intencionados atribuyeron a los griegos, como promoviendo la homosexualidad-, el de la solidaridad, la camaradería, la fraternidad, el valor puesto en común por los soldados, el amor a la patria.

De allí que, tanto los narradores de leyendas como los filósofos, debieron utilizar, para la reflexión, además del mito o idea de Venus o Afrodita, el de ' Eros ', en griego; o el de ' Amor ', en latín, en donde no siempre intervenía lo directamente genésico. Por eso de su raíz latina, ' am ', que significa 'lazo', 'vínculo', deriva no solo amor, sino amistad, amigo. Para afinar el concepto del amor acudieron, pues, más a los lazos entre hermanos, entre guerreros, entre amigos, entre auténticos esposos, que a los del imán ejercido por la pura sexualidad.

Es sabido cómo, de tal modo crece el concepto de amor que, en los mitos de origen, Eros ocupa importantísimo lugar como aglutinador del cosmos y de los dioses. En la Teogonía de Hesíodo , siglo VIII AC, eros es la primera realidad que surge del caos y va formando al resto de las realidades. Y, ya a nivel de la filosofía, Empédocles , en el siglo V antes de Cristo, decía que el universo estaba formado de un polvareda de partículas elementales, los átomos -término inventado por Demócrito -, que se unían y desunían sucesivamente, impulsados por las dos fuerzas originales del cosmos: una, precisamente, eros o filya , el amor y, otra, pólemos o neikos , la guerra, el conflicto. Finalmente, decía con mucho optimismo Empédocles, ganaría la guerra, y todo volvería al caos.

Pero que del amor como tal no se sabía demasiado, lo demuestra el famoso mito o alegoría de Amor y Psique . Psique, figura del alma, la más linda de las mortales que, porque tan hermosa, ningún varón se animaba a pretenderla, de tal manera que, mientras todas sus hermanas se casaban, ella permanecía soltera. Desesperando de poder encontrarle marido, su padre, el Rey, consultó al oráculo, que aconsejó que la dejaran, ataviada de novia, atada a una roca, en la cima de una montaña, donde un monstruo la desposaría. A pesar de su horror, así lo hicieron. Pero al despertar, Psique se halló en un preciosísimo palacio lleno de fuentes, de etéreas esclavas y de lujosos vestidos y manjares. Al caer la noche, en la oscuridad, se le acercó su presunto esposo y le dijo que todo ello seguiría siendo suyo y también su nocturno abrazo, con tal de que no lo conociera. Burlada por sus hermanas que le decían que se había casado con un monstruo, Psique no soportó más el no saber quién era su marido y, una noche, lo iluminó con su lámpara. Vio, durmiendo a su lado, un joven bellísimo, nada menos que Eros, el Amor. En su asombro, una gota de aceite caliente cayó de su lámpara y despertó al joven, que, de este modo, desapareció para siempre. Como si dijera el mito, que el amor no puede ser definido, una vez que se hace explicable, descriptible, o se trata de concretar en palabras, huye. Algo parecido a lo que, en el drama lírico de Wagner , sucede a Elsa con Lohengrin . Cuando éste, obligado finalmente por Elsa a decirle su nombre, así lo hace, se va: regresa al palacio del Santo Grial.

El mito expresaba el conflicto permanente del ser humano: Psique, su alma, de tan rancia estirpe que incapaz de ser saciada por ningún pretendiente terreno y, al mismo tiempo, el objeto de su amor imposible de ser cortado con la medida de nuestros conceptos o ser reducido a ideas.

Y es verdad que en todo amor hay siempre un toque de irracionalidad, aún en los más legítimos: se quiere a veces simplemente porque se quiere. " No sois vosotros los que me elegisteis a mi, sino yo el que os elegí a vosotros ..." porque sí, sin ninguna razón. Y ya sabemos que, salvo en los labios de un gran poeta, cuando el amor se quiere volcar en palabras, al molde de los conceptos, corre el riesgo de esfumarse. No siempre hablar sirve a la causa del auténtico amor; ni decir todo lo que se siente, o tratar de escrutar en diálogo o monólogo el si me quiere o no me quiere; ni obligar al otro a expresar lo que tantas veces no puede expresarse. El amor es como un paisaje que, traducido a palabras, sin la paleta del pintor, se rebaja. El amor se hace sobre todo elocuente en el silencio.

Aristóteles , empero, fue el que más se aproximó a una definición del amor, cuando más allá de la atracción mutua, se dio cuenta, en la línea de Platón, que en la amistad verdadera, más que el 'deseo', el sentir, la gana, se trata de buscar inteligentemente el bien del otro. Una cosa es el amor de atracción, de apetencia, de posesión; otra el amor que él llamaba de 'auténtica amistad', en lo cual lo importante es buscar creadoramente el bien de la persona amada.

Platón ya lo había sugerido cuando, hablando aún del amor uránico, afirmaba que se trataba de una extraña mezcla de 'carencia' y 'riqueza'. Carencia , oquedad, que necesita ser llenada; riqueza que, para que no vegete infructuosa, busca darse, regalarse, desbordar a los demás.

Ninguna de estas tentativas de describir o definir al amor alcanza la densidad de lo que hemos escuchado hoy en nuestro evangelio.

Sin más que Juan acepta la intuición platónica del dinamismo del amor como riqueza. Es la Suprema Riqueza de Dios la que está en el origen de todo amor, aun de Jesús. " Como el Padre me ama, también yo os amo a vosotros. " Pero no un amor que se añade al ser de Dios, como en nosotros que, primero, simplemente somos y, luego, amamos. El ser de Dios no es previo a su amor: se identifica con El. Dios no ama, hemos escuchado a Juan, 'Dios es amor'.

Esa es de tal manera Su vida, y de tal forma ese amor necesita objeto a quien darse, que florece en el misterio trinitario: el Padre persona que, siendo amor, no puede sino engendrar a la persona Hijo y, con el Hijo, reunirse, trino, en la persona Amor .

De esa riqueza de amor, brota, ahora libremente, el amor con el cual Dios, desde el Hijo, hecho carne en el corazón de Jesús, ama a sus discípulos, nos ama a nosotros. El amor uránico, celeste, se encarna en el amor humano, demótico, y, por supuesto, lo sublima y corrige. Lo transforma en puro don.

No es el amor carenciado que describe Leopoldo Marechal " porque no está el amado en el amante ": " Llora el Amor en su navío errante / y a la tormenta libra su cuidado, / porque son dos: Amante desterrado / y Amado con perfil de navegante. "

No. Sino como canta el Dante en La Divina Comedia : " Non per avere a sè di bene acquisto " " No por tener un bien que ya le es propio" , traduce Battistessa , " ch'esser non pó ", " lo que no puede ser ", " pero sí para, con su esplendor, poder decir: 'Subsiste', así en su eternidad fuera del tiempo, fuera de todo margen, cual le plugo , -" come i piacque "- se abrió el eterno amor en mil amores ".

Amor que busca, pues, nuestro bien -aquí asimila Jesús la intuición de Aristóteles- y por eso no es solo ímpetu irracional de darse. No solo porque la criatura finita necesita su cauce, sino porque, en Dios, ese amor se identifica con su entendimiento. Y el Hijo es Verbo, Logos, Palabra. Ese cauce o vías del amor, entonces, que descubre la inteligencia, la razón y que se expresa en mandamientos. " Si cumplís mis mandamientos permaneceréis en mi amor ". Porque, para poder recibir el don del amor divino, tenemos que abrirnos en actitud receptiva, en escucha de su palabra, en aceptación de ese amor que surge de su querer inteligente. Y eso se expresa en el hacer su voluntad, " como yo -dice Jesús- cumplí los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor ".

Y, sin embargo, sigue siendo verdad que, de por si, el amor no tiene estrictamente medida, ni puede definirse. En cuanto se define desaparece. Ya los judíos habían intentado demostrar su amor a Dios en el extremado cumplimiento de los preceptos y el alienarse en ellos, y lo único que habían conseguido era caer en el fariseísmo.

Que el amor, a la manera del mito de Amor y Psique, o de Lohengrin, no puede medirse ni, estrictamente, regularse, lo describe muy bien, desde el evangelio de Juan, San Agustín , cuando dice: ' la medida del amor es no tener medida '. " Ipse modus est sine modo amare '.

Precisamente esa falta de límite en el amor, en lo que uno está dispuesto a dar de si a Dios y a los demás, avanza en nuestra lección de hoy, hacia una descripción más profunda del amar que la del mero cumplir los mandamientos. No se trata ahora de 'mandamientos', se trata 'del mandamiento', del que comprende y sublima todos los mandamientos: el mandamiento del amor: " Ama, y haz lo que amas ", " Dilige et quod vis fac "; muchas veces mal traducido como "Ama y haz lo que quieras".

Por supuesto que el amor. Pero no cualquiera , " amaos los unos a los otros , como yo os he amado ". Ese amor que consiste no en dar poco o mucho de lo que soy y tengo, sino en darnos enteros. " No hay amor más grande que dar la vida por los amigos ". A la manera como, en Dios, el Padre se da todo en el Hijo y, ambos, enteros, al Espíritu Santo. A la manera como Dios, habiéndonos dado el ser en la creación -y, al modo de Psique no hechos para cualquiera, sino para Él-, finalmente, se nos da Todo en Jesús. Al modo sin manera, 'sine modo', como Jesús devuelve amor, dándose entero al Padre y entero a nosotros.

También de El puede decirse no es un hombre que ama , sino que su ser humano es amar , ser para los demás, ser dándose, regalándose, haciéndose 'pan entregado por nosotros'.

Es desde allí, ahora, donde tienen que entenderse y corregirse, todos los demás amores: el del varón a la mujer, el del amigo al amigo, el del hermano al hermano, el del padre a los hijos, y aún el del hombre, sobre todo el que gobierna, a su patria. No simplemente el amor que se opone a la discordia, como el de Empédocles; ni el que es fruto a la vez de la riqueza y la pobreza, como en Platón; ni el que solo 'razonablemente' busca el bien del amigo; ni tampoco el que, desmedido, carece de nombre y de preceptos; sino el que, surgiendo del Dios que es Amor creante, se hace visible, humano, inteligente, y quiere ser conocido, y tiene nombre: Jesús.

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