Sermones de pascua

Pbro. Gustavo E. PODESTÁ



Adviento

1982- Ciclo B

6º domingo de pascua

Lectura del santo Evangelio según san Juan 15,9-17
Jesús dijo a sus discípulos: «Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo cumplí los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he dicho esto para que mi gozo sea el de ustedes, y ese gozo sea perfecto. Este es mi mandamiento: Ámense los unos a los otros, como yo los he amado. No hay amor más grande que dar la vida por los amigos. Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando. Ya no los llamo servidores, porque el servidor ignora lo que hace su señor; yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre. No son ustedes los que me eligieron a mí, sino yo el que los elegí a ustedes, y los destiné para que vayan y den fruto, y ese fruto sea duradero. Así todo lo que pidan al Padre en mi Nombre, él se lo concederá. Lo que yo les mando es que se amen los unos a los otros»

SERMÓN

Las dos últimas lecturas escuchadas, ambas de Juan –su primera carta y su evangelio-, son casi veinte años posteriores al resto de los evangelios y epístolas del Nuevo Testamento y, junto con el Apocalipsis, los escritos más tardíos de la literatura apostólica. Y decir ‘más tardíos' –fines del siglo primero; sesenta años pasados de la Resurrección de Cristo; Juan, más que octogenario-, significa los más reflexionados, masticados, meditados de los textos inspirados.

El anciano apóstol ya ha llegado a la comprensión última del mensaje evangélico. Su temática se estructura en pocos y profundos temas fundamentales, casi monótonamente repetidos.

Pocos años después, al borde la muerte, casi centenario, se cuenta que ya no hacía más largos discursos. De sus labios desdentados lo único que alcanzaba a oírse, reiterativa, insistentemente, era la frase: “ Hijitos, amaos los unos a los otros ”.

Pero no vaya a creerse que esta reducción a una sola recomendación era una especie de renuncia, exclusión, del resto del mensaje de Jesús –como puede pensar hoy algún cristiano o monja tonta-. Tampoco que el verbo ‘ amar' bastara, para que, uno que no hubiera antes escuchado todo el evangelio, entendiera lo que era el ser cristiano. Juan decía ‘amad' a aquellos a quienes, antes, hasta el hartazgo, había tratado de explicar durante toda su predicación apostólica lo que significaba dicho verbo.

Más aún -si nos es lícito complicar la cosa- Juan se había negado siempre a usar, sin más, la palabra ‘ amor '. Lo que sucede es que Juan no escribía en castellano, sino en griego. Y el griego tiene más términos para designar los diversos significados de la palabra amor que el español. Aún así, el ‘amor cristiano' es tan radicalmente distinto a los diversos ‘amores humanos' que Juan, junto con Pablo, tienen que casi inventar un nuevo término para designarlo.

Fíjense, en griego, el verbo más general para describir el amor hacia una persona o hacia una cosa era ‘ filé' , de allí el sustantivo ‘ fílos ', amigo y ‘ filema ', beso –todos sabemos que ‘ filo-sofía ' quiere decir ‘amor a sofía ', no la Loren, sino ‘amor a la sabiduría '-. Es lo que nosotros entendemos normalmente por amor. Amor a los nuestros; amor a nuestra casa; a nuestra patria.

Otro término que usaban los griegos era el verbo ‘ erao ; , con su sustantivo ‘ eros' . El ansiado, codiciado y deseado amor entre hombre y mujer. En él encuentra su expresión el placer que experimentan los griegos en la belleza corporal y el apetito sensual. Es el placer dionisíaco de la vida.

Los trágicos – Sófocles en Antígona , por ejemplo- advierten, empero, sobre lo demoníaco del ‘ eros', que hace olvidar la razón, la voluntad y la serenidad. En Platón y Aristóteles , sin embargo, el ‘ eros' puede designar también el impulso del hombre a traspasar la propia frontera humana para unirse con lo divino 1.

También utilizaban mucho los griegos el verbo ‘ stergo' , ‘amar con ternura', ‘querer con amor natural'; a veces, ‘contentarse con', o ‘rogar', ‘desear'.

Estos verbos, pues, con sus respectivos sustantivos, son los que los griegos más utilizan para moverse en los niveles que ellos conocían del amor. Pues bien, Juan se niega a utilizarlos para hablar del amor cristiano.

Él sabe bien -y lo ha explicado largamente- que ninguno de ellos es capaz de expresar el significado del mandamiento evangélico. Peor aún, lo deforman. Que es lo que lamentablemente pasa cuando, por pobreza de lenguaje, nosotros no tenemos más remedio que usar, en nuestras traducciones, indiscriminadamente, la palabra ‘amor' –costal capaz de contener desde los más abyectos a los más sublimes sentidos-.

Para los cristianos primitivos usar, pues, ‘ fileo' , ‘ erao' y ‘ stergo' hubiera sido correr el riesgo de ser mal comprendidos por sus oyentes griegos. Pero inventar desde cero una palabra nueva hubiera sido hablar en cocoliche. ¿Qué hacen entonces Pablo y Juan? Recurren a un verbo poquísimamente usado en griego y, por lo tanto, sin connotaciones o asociaciones deformantes, y vuelcan en él el contenido cristiano.

Es el verlo ‘ agapao' , término completamente incoloro e inodoro, con el significado fluctuante, las pocas veces que se utiliza, de ‘apreciar', ‘honrar', ‘acoger amistosamente'.

Ese será el verbo que, inspirándose en los LXX, utiliza el Nuevo Testamento para designar al ‘amor cristiano'.

Así, pues, ni el verbo ‘ stergo' , ni el verbo ‘ erao' –en exclusión consciente- aparecerán ni una sola vez en todo el Nuevo Testamento. ‘ Fileo' , en cambio, a menudo, pero casi solamente para designar el amor hacia hombres que están unidos por lazos de sangre. Cuando se trata de las relaciones de Dios y el hombre y de las nuevas relaciones cristianas entre los hombres, se usará el verbo ‘ agapao' .

Más aún. Para designar a ese amor, como sustantivo, Juan y Pablo, allí sí, inventan un término derivado de este verbo pero que es un neologismo total, porque no se había usado nunca en griego, la palabra ‘ agape'' .

Cuando los que oían predicar a los cristianos escuchaban este término, se daban cuenta de que se estaba hablando de algo distinto, novedoso, original. Efecto que se pierde en nuestros días cuando nosotros decimos ‘amor'. Al afirmar Juan en su epístola de hoy ‘ ho Theos agape estín ', no está diciendo lo mismo que entenderíamos de oír: ‘¡ Dios es amoooor; cariño!

Porque ese ‘ agape' que Juan descubre como la esencia más profunda del existir divino, no solo es la expresión que descubre el desplegarse fabuloso del ser divino en la mutua entrega de las Personas Trinitarias, sino el estallido potente de entrega, de generosidad, de regalo, de don, que es la creación del universo para el hombre, culminada con la muerte y resurrección de Cristo.

El ‘ agape ' divino no es el ‘ eros' del deseo que absorbe, que goza y que conquista. No es la legítima y pacífica comunidad de la serena amistad de la ‘ filia. , No es el acostumbrado y necesario convivir de la ‘ storgé. Es el rugido de afirmación poderosa del tú, del otro, que se manifiesta en éxtasis, en despojo de sí mismo, en entrega no comerciante, gratuita, del propio yo. En la Trinidad, regalo de Sí del Padre al Hijo; y, con el hijo, al Espíritu Santo. En la Creación, regalo de los Tres al hombre.

Regalo progresivo. Primero el mundo, después la vida humana, finalmente la vida Divina, en Cristo Jesús y en el Espíritu Santo. Entrega hasta la muerte, porque entrega total de la Vida.

La Vida de Dios que es amor, ‘ agape ', amor en el Espíritu Santo. Vida Nueva en el hombre, que hace que ese flujo rugiente del amor divino se posesiones ahora del corazón humano y lo haga capaz de amar no solo con el ‘ eros' no con la ‘ filia' , -amores puramente humanos- sino con el ‘ agape' mismo que define el Ser de Dios y que, vendaval de entrega trinitaria, se nos ha hecho patente en la entrega de Cristo al Padre y, a los hombres, en la Cruz.

Permanezcan en mi amor ”, dice Jesús. No amor cualquiera, sino el amor mismo de Dios y “ámense – agapáte - los unos a los otros ‘ como yo los he amado' ”.

Desde Dios, en Dios y desde la entrega. Porque el amor divino -que no es búsqueda, pobreza, deseo, sentimiento, sino regalo, darse- solo puede pasar por nosotros y transformarnos, si nosotros mismos nos entregamos y damos. En un movimiento que conlleva, en su exigencia profunda, el dar la propia vida por los demás. “ No hay amor más grande que dar la vida por los amigos ”.

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Estábamos deprimidos, porque pensábamos que el mundo y nuestro país ya apenas conocían el verdadero significado del amor. Oíamos, sí, hablar mucho de ‘amor'. Pero solamente se referían al ‘amor deseo', al ‘eros', el amor necesitado de los solos, el vago sentimentalismo, el individuo buscándose a sí mismo, en los negocios, en el trabajo, en el apetito de las vidrieras, en la ambición de los puestos y de los autos, en las bocas pintadas, en el sentimiento bobo de los novios, en las cancioncitas castrantes de las iglesias, en las predicaciones melosas de las nuevas catequesis.

Y hoy despertamos a la alegría del descubrimiento. ¡Todavía hay capacidad de verdadero amor entre los argentinos! Porque, amén de la entusiasta solidaridad ante el sacrificio, la prueba suprema del amor -que es la entrega de la propia vida- la están dando miles de hombres en nuestras recobradas islas.

Ellos están dispuestos a dar la propia vida por la Patria, por sus hermanos. No al compás de la música boba de los porteños, sino al tronar de los cañones y el fulgurar de los aceros.

Que Dios los proteja y les de la victoria.

Que, a través de esta su oferta noble y viril de sí mismos, los transforme y arrastre la fuerza divina del ‘ agape' , del verdadero amor.

1 Un sentido aún más pleno de este término lo da Benedicto XVI en su encíclica Deus caritas est .

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