Sermones de pascua

Pbro. Gustavo E. PODESTÁ



Adviento

2000 - Ciclo B

VIGILIA PASCUAL

SERMÓN
Mc 16, 1-7; (GEP; 22-04-00)

Descubrir la historia del pasado siempre resulta aleatorio. Lo que no ha quedado escrito se pierde en el lábil registro de la memoria, se deforma con el tiempo, adquiere puntos de vista diferentes según sea quien recuerde. Y de tiempos arcaicos, cuando aún no había escritura, y los hechos quedaban solo reflejados en las pocas huellas que el tiempo dejaba sin borrar en la tierra, en la arcilla, en la roca, apenas puede escribirse historia. Allí vemos a los arqueólogos desenterrando ciudades destruidas, tumbas antiguas, clasificando trozos de vasijas, midiendo huesos... No digamos nada de los hechos anteriores a la aparición del hombre, las glaciaciones, el surgir de los mares y las montañas, el germinar de las especies, la complicada cadena de la evolución que, llena de agujeros e interrogantes, establecen los paleontólogos... Piénsese en la difícil e hipotética reconstrucción de los orígenes, especies, vida y extinción de los dinosaurios, los animales que más tiempo han vivido en la tierra. Por más populares que los haya hecho el cine, cualquier científico puede decir lo poquísimo que en serio sabemos de ellos. Y eso que han vivido mas de 140 millones de años en nuestros continentes, desde el triásico al final del cretácico, cuando nosotros los hombres apenas llevamos vividos no más de ochenta mil años, de los cuales apenas conocemos más o menos bien nuestros últimos cuatro mil. Ciertamente que podrían, los dinosaurios, haber dejado más huellas de su existencia, que las de enormes fémures, espinazos y unas cuantas muelas... Uno podría decir que cuanto más nos remontamos al pasado menos sabemos del mundo y de nuestros orígenes...

Y sin embargo no es tan así. Cuando más allá de la tierra, el hombre dirige sus miradas al cosmos, con sus telescopios, radares y satélites, más se aproxima físicamente a revivir la actualidad del tiempo que pasó. Lo sabe cualquier mediano lector de diarios. Para medir las distancias siderales una de las unidades de medida es el año luz, es decir la distancia que recorre la luz en un año en su fulmínea velocidad de 300.000 kilómetros por segundo. De tal modo que la misma medida que sirve para contar las distancias que nos alejan de remotas estrellas y galaxias es la que cuenta el tiempo que nos separa de ellas. Así, cuando miramos el sol, en realidad estamos viéndolo donde estaba hace cuatro o cinco minutos, que es el tiempo que tarda su luz en llegar a nosotros -nunca está realmente donde lo vemos-. De Alfa del centauro , la estrella más próxima a nuestro sol, hoy estamos recibiendo las noticias que nos ha enviado hace cuatro años y tres meses... Podría haber explotado y desaparecido el año pasado y no nos enteraríamos hasta el 2003.

De tal manera que cuanto más nos adentramos en el espacio, más nos alejamos en el tiempo y somos capaces de ver en vivo y en directo el remoto pasado, a diferencia de las trabajosas reconstrucciones que debemos hacer de nuestro pasado cercano.

Por ello ha sido un descubrimiento extraordinario el hallazgo hecho la semana pasada desde el telescopio Keck en Hawai , de un objeto, un quasar , ubicado a 14.000 millones de años luz de distancia de la tierra, es decir de un objeto presente para nosotros en su realidad antiquísima de hace 14.000 millones de años, consistente en un estallido de luz equivalente al de la emitida por 10 000 galaxias juntas, cada galaxia 100 000 millones de estrellas. Y si tienen razón los astrofísicos cuando afirman que nuestro universo tiene 15000 millones de años de edad, a partir de esa misteriosa explosión inicial que marca la largada de la cadena de tiempo y de materia que desemboca en nosotros, estamos presenciando en este quasar el universo en sus juveniles 1000 millones de años de edad.

Universo candente de luz, fuegos artificiales de estrellas nacientes, explosión de soles, espectáculo único nunca visto por nadie, desarrollando sus danzas de arco iris y fuego para nadie... recién hoy comienza a ser visto por el hombre.

Y dijo Dios: "¡Que exista la luz!"

Esa luz que, desde Einstein , sabemos no es sino materia volatilizada; así como la materia luz condensada.

Pero ¿para qué la luz que sale de la palabra de Dios en pinceladas de artista, en caleidoscopios de tornasoles, en reverberaciones de pantallas tecnicolores, si ojos no había para mirarlos?; ¡espectáculo fabuloso desarrollado en un escenario con el teatro vacío, sinfonía tocada para un mundo sordo, galería de arte recorrida por ojos ciegos...!

Es que Dios fue formando el mundo en paciencia de millones de años, en retoques cuidadosos de artista prolijo, en despliegue de lujos y detalles superfluos, en grandezas inauditas, en recamos de radiaciones y de átomos, en formación de estrellas y planetas, en bullir de vida sobre la tierra, en extinguidos trilobites y dinosaurios, en plantas y animales, para que finalmente aparecieran los ojos que ven, la mente que piensa, el corazón que ama, el pecho que admira y suspira, la mente erguida y tendida al horizonte del hombre, del ser humano...

Y cuando el primer hombre abrió los ojos, el universo se llenó de luz: lo que era negro para la piedra, oscuro para la planta, sin relieve para los ojos del insecto y el león -solo abiertos para la caza y para la hembra-, se transformó en magia de fuegos y arco iris, en espectáculo soberbio... La luz se hizo verdaderamente luz, e iluminó nuestro magnífico mundo y, en la mente humana, quiso elevar su pensamiento al Artista manantial de toda esa catarata maravillosa de luz derramada en la tierra desde la fuente ardiente de su sol y manando serena en la nocturna vela de la luna rodeada de su séquito de estrellas...

Y el hombre aprendió a dominar la luz en las chispas de las rocas, en el encender de sus fogatas y, con el tiempo, en el trepidar de sus dínamos y en gigantescas turbinas movidas por las aguas, o el líquido negro de marchitas selvas prehistóricas y, aún, en controladas fusiones y fisiones del corazón del átomo.

Y el hombre comenzó a creerse productor de la luz. Y no elevó su corazón al origen de toda luz. Prefirió su pobre luz, la antorcha opaca de sus propias leyes, los rayos deformes de su propio saber y empezó a vivir de sombras chinescas, teatro negro de Praga, y confundió sus fantasmagorías con la luz y se olvidó de la fuente del brillo... Y creó imperios de muerte, civilizaciones brutales, opresiones seculares, y se abajó a supersticiones infrahumanas, y liberó fuerzas desmandadas de su inconsciente y creó demonios y, de su herencia evolutiva, surgieron competencias reptílicas, instintos indominables de territorialidad y de libido, egoísmos de implacables luchas por la sobrevivencia, enfrentamientos homicidas, celos, envidias, brutales sometimientos, despóticos señoríos, esclavitud.

El hombre se extravió por senderos que no conducían a ninguna parte, se encerró en su mundo, quedó atrapado en su biología, entrampado en su descarrío. Hattá , decían los hebreos: 'erró', 'no dio en el blanco', 'se equivocó', se equivocó. 'Pecó', traducían los latinos con el mismo significado... Tu pobre luz, hombre desdichado, no te sirvió para ubicar el blanco, para tender la cuerda, para impulsar el dardo de tu mente y la flecha de tu corazón hacia el verdadero blanco...

Haya luz, haya luz! ", seguía clamando la palabra acongojada del Creador. Y se prendió en las tinieblas de Egipto una columna de luz... Ardió brillante para el pueblo elegido, los judíos, y era a la vez guía luminosa en su camino y nube protectora que los ocultaba de sus perseguidores ... Anticipo del cirio pascual que hoy ha quebrantado la oscuridad de este templo guiándonos hacia el esplendor de su altar y la protección de su gracia....

"Haya luz ", "haya tierra seca" y se abrió el mar en dos paredes de brillante cristal y pudimos pasar por lecho seco, bautizados en agua y luz, hacia la prometida tierra...

Que exista la luz!", dijo otra vez, y hubo centelleo de relámpagos en la montaña sagrada y en el rostro encandilado de Moisés...Y cayeron de las estrellas diez gotas transparentes que se grabaron en las tablas de piedra de la ley... ¡y rebotaron en el corazón de roca de su pueblo...! ¡Quítame la piedra! ¡grábamelas Señor en corazón de carne, en destellos de sangre, en refulgencias de caridad!

Corazón obcecado de los judíos, corazón mío, siempre volviendo a la oscuridad, creyendo descubrir mejores caminos que los que Tú Señor señalas con tu luz. " Vuestros pensamientos no son los míos, ni vuestros caminos son mis caminos " Una y otra vez me equivoqué, vuelta a vuelta preferí mi poca luz, mis escogidos senderos, opté acomodarme a lo que alcanzaban mis 25 vatios en lugar de preferir los raudales de bujías de tu rutilante iluminación, exigente luz, ¡demasiado exigente fulgor!....

Pero ¿cómo no te va a exigir tu Creador? ¡a imagen y semejanza suya te creó! ¡tienes pasta de héroe y de guerrero, de corajudo y de noble, de atleta y de santo! ... y preferís vivir a lo patán, sucio de sombras más que bañado en luz; mediocre cómodo, en vez de caballero y señor, ¿cómo no te va a exigir? a vos, su querida imagen, ¿cómo no te va a llamar a empresas difíciles, a arduos frentes de batalla, a peligros para osados, a cumbres para valientes? ¡tu!, ¡opacada imagen de su fuerza y de su luz...!

Que exista la luz!... "Tu que has abandonado la fuente de la sabiduría", hemos escuchado al profeta Baruk, "aprende donde está el discernimiento, dónde la luz de los ojos y la paz"

"Haya luz" ... y surgieron los profetas con sus ojos radiantes, con palabras de Dios en la boca, llenas de sol, de llama, de fuego, de estrellas, de claridad... Y siguieron sin querer ver... ¡No: no quiero ver como soy, como realmente soy; no como aparento; no como me refleja la superficie del espejo de mis vanidades; no como la persona que dibujo en mi diario o mis memorias publicables... Cómo soy 'adentro', bien adentro, en donde prefiero apagar la luz a mis errores y mis agachadas y a mis desdorosas debilidades, en la inconsciencia, en la oscuridad... No: no quiero ver... Extingamos esta inspiración ridícula, este naciente impulso noble que me puede meter en líos, este peligroso pensamiento de santidad, de mejoría, de despertar... Sofoquemos la incipiente llama del escrúpulo, del cargo de conciencia, de esa inquietud que me crean mis pecados de omisión, de ese malestar que me produce el saber cómo tendría que ser y actuar y no ponerlo en práctica... ¡Quedate dueño de tu mediocridad, de tus faltas de ganas de estudiar, de tus permisos excesivos de novio, de tus descuidos de padre, de tus molicies irresponsables de profesional..! No mirar, no saber, no pensar... lejos, lejos esa luz...

"Y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la recibieron "

Y tu creador insistió: ¡Que exista la luz! ¡haya luz! Y la luz, por fin, se hizo estrella de Belén, ojos de virgen madre, coro de ángeles, piel sonrosada de bebé...

"Tierra de Zabulón, tierra de Neftalí!... ¡El pueblo que se hallaba en tinieblas vio una gran luz; sobre los que vivían en las oscuras regiones de la muerte, se levantó una luz!"

Estallido de quásares, fogonazo de materia asumida y transformada en pura luz, cuerpo lleno de resplandeciente hermosura, ¡el más bello de los hombres!, de mi señor Jesús. " Yo soy la luz, el que me sigue no andará en tinieblas.. ."

"Era de noche", dice el evangelio de Juan, cuando sale Judas del cenáculo a vender ingrato a la luz... Y las tinieblas crucificaron la luz... Mis pecados, mi desvíos, mi soberbia, mi no querer entender, mi no querer aceptar: ¡me niego a creer!, no quiero saber, no quiero pensar, no quiero cambiar, no tengo ganas de ver más allá de mi hoy, más allá de lo que soy, allende lo que este mundo me puede dar, ¡fuera, fuera luz!, ¡crucifícalo!, ¡crucifícalo!.... Mis desvíos quisieron extinguir la luz.

Pero ¿quien soy yo, con mis pobres mantas, con mis menudos pisotones, con mis cortos baldes de agua? ¡tratar de apagar el devorador incendio del amor de Dios!... ¿Quién soy yo con mis anteojos negros de escéptico, con mis pantallas de sabiondo, con los vidrios ahumados de mi vana ciencia, con mis delantales de plomo de mis cautelas para impedir el paso radiante de su deslumbrante luz...?

"Sábado magno", "to mega sábbaton", "santísimo sábado", "noche angélica", "nix angeliké", "la reina de las noches ", "la fiesta de las fiestas ", "festival de nuestra salvación", "noche incendiada de luz", llamaban los antiguos cristianos a esta vigilia de pascua, y lo realizaban plásticamente desde la basílica del obispo y el palacio del emperador que se inflamaban de enormes cirios, "gruesos como columnas" -cuenta Eusebio-, plantados como árboles de luz por todos los corredores y salas, hasta la más humilde de las moradas cristianas, que gastaba candelas y aceite acumulados durante el año, aún a riesgo de faltarles otras noches, y salían a las calles con antorchas y lámparas para cantar su alegría, la alegría de la resurrección. "La ciudad brilla esta noche como si fuera el día" predicaba exultante el obispo Cirilo de Jerusalén. Cristo, Señor del cosmos, Emperador del Universo, Dueño de la luz, ha vencido a las tinieblas de la muerte, ha triunfado sobre las oscuridades del hombre, ha entrado para siempre en los nuevos cielos y nueva tierra inundados para siempre de esplendor.

Ese esplendor que ya no proviene de quásares extinguidos ni de soles que se gastan, de recuerdos fósiles, de turbinas o de fisiones atómicas, del sacristán y su tablero eléctrico, sino del principio y venero de toda luz, del que porque es luz, da la luz. De Aquel a quien debería el hombre haber buscado siempre, del que te ha iluminado en el bautismo, de quien te llama, más allá de los claroscuros de este mundo en donde quieres detenerte, a zambullirte y bañarte para siempre en su estupenda, en su maravillosa, en su jocunda luz.

Menú