Sermones de pascua

Pbro. Gustavo E. PODESTÁ



Adviento

2003 - Ciclo B

VIGILIA PASCUAL

SERMÓN
Mc 16,1-8   (GEP 19/04/03)

¡Exulte ya la angélica turba de los cielos, exulten los divinos misterios, y por la victoria de Rey tan grande, resuene la trompeta de la salvación! Así ha cantado la Iglesia en esta noche, siguiendo una tradición de siglos, rompiendo con su voz el silencio del Sábado Santo.

Encendida ya la luz de Cristo, la Luz que es Cristo , ingresada solemnemente en el templo, rasgando la oscuridad nocturna, colocada en sitial de honor, la voz se alza para entonar gozosa la buena nueva de nuestra redención.

¡Alégrese también la tierra, radiante de tanta luz ... ya disipada la oscuridad que tenía encubierto antes al mundo! Alegrémonos, sí, porque es esta Luz bendita la que torna clarividentes nuestros ojos. Ciegos hubiéramos permanecidos, sumidos en la oscuridad de nuestra débil naturaleza sujeta al pecado, cerrada a nuestras miradas la eternidad, o anhelada inútilmente, si Cristo no hubiera resucitado.

Él es nuestra Fe; Él, nuestra Esperanza. No simplemente el Jesús que nació en Belén, vivió en Palestina y murió fuera de Jerusalén. Si sólo eso, por grande que hubiese sido, como dice Pablo, "vana sería nuestra Fe", vacía nuestra esperanza.

Con razón celebramos cada año la Anunciación, recordando el arcano instante en que el Verbo de Dios asumió nuestra carne mortal en el seno de María. Nos regocijamos también en la Navidad, renovación del insondable misterio del Nacimiento del Hijo de Dios y su manifestación a nosotros. Mas, no debemos olvidar que se hizo hombre, nació, vivió y predicó, para morir ¡y resucitar! El núcleo del año cristiano, el cenit de la vida litúrgica de la Iglesia, es la Pascua de Resurrección. Y el punto culminante de la vida de cada cristiano es su propia pascua, que lo conduce al encuentro definitivo con el Padre, el Hijo y el Espíritu, en Cristo, el Señor.

Éstas son las fiestas pascuales, en las que es inmolado aquel verdadero Cordero, cuya sangre consagra las puertas de los fieles, dice el mismo canto. Y en verdad que el ánimo festivo que ahora nos embarga debe volcarse, hacia atrás, para abrazar los días precedentes. Pues es por su ofrenda en pan y en vino, por su Pasión y Muerte, transfiguradas en la Resurrección, que el Señor nos alcanza la gracia inmensa, el don inaudito, la merced inesperada de la divina filiación.

Jesús subió a Jerusalén para celebrar la fiesta. Y, en ella, Él mismo fue el Cordero inmolado para el banquete; Él mismo, el sumo sacerdote que ofreció el sacrificio -el sólo verdaderamente grato a Dios-; Él mismo, el santo altar del único holocausto. Por Él, la esperanza de los hombres, el vehemente deseo de vida y felicidad imperecederas -a pesar de las desdichas y desilusiones de esta tierra y de sus cruces- puede tornarse realidad; pues, como dice la epístola a los Hebreos "en virtud de la Sangre de Cristo" tenemos acceso al Padre, " a través del velo de su carne ", rasgada en la cruz.

Si Santa es la Noche Buena, mucho más lo es ésta de la Pascua. Si en aquella la Iglesia nos invita a no dormir, para que, como antaño los pastores, también nosotros nos dediquemos a adorar al Niño que se cobija en los brazos de su Madre, muchísimo más ahora. Esta Noche de gloria no nos es dada para que durmamos, sino para que despertemos.

"Despierta, hombre. Por ti Dios se hizo hombre. Despierta tú que duermes, surge de entre los muertos; y Cristo con su luz te alumbrará" , clamaba San Agustín esta noche, para sacar de la modorra a sus feligreses, doble modorra de la ceremonia larga y de la vida mediana.

"Despierta, porque Yo no te he creado para que estuvieras preso en la región de los muertos . Levántate ... levántate, obra de mis manos; levántate, mi efigie, tú que has sido creado a imagen mía. Levántate, salgamos de aquí; porque tú en mí y yo en ti somos una sola cosa." De ese modo expresaba un anónimo predicador del siglo III el secreto de esta santa Noche: en verdad, somos los más felices de todos los hombres porque Cristo ha resucitado y con su muerte ha vencido a la muerte y nos ha dado la vida verdadera.

Levantémonos, pues. Surjamos de nuestra postración. No hemos sido rescatados para la medianía, para la trivialidad. Con arcilla mezclada con Su sangre hemos sido recreados.

Puestos nuestros ojos "en el Caudillo y consumador de la Fe", al decir de Pablo , iniciemos esta luminosa noche, esta alborada, una vida nueva, buscando "las cosas de arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios" .

Felices Pascuas.

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