2005 - Ciclo A
VIGILIA PASCUAL
SERMÓN
Mt 28,1-10 (GEP 26/03/05)
"Llama portadora de la Luz , la carne de Dios, bajo tierra disipa las tinieblas de la muerte ", escribe un cristiano del siglo IV parafraseando el Prólogo de San Juan. El Cirio pascual, el Cuerpo del Resucitado hecho todo Él Luz, viniendo a este mundo desde las profundidades de la muerte -desde el anonadamiento de nuestra condición natural, privada de la gracia- resplandece, iluminándolo todo con la Luz nueva de la vida divina que, por Él, con Él y en Él , nos es comunicada.
El Sepulcro excavado en la roca se ilumina con un sol más radiante que el del mediodía. La noche resplandece con inaudito fulgor. El Señor surge, y la Luz, que es vida de los hombres, relumbra comunicándonos su brillo. Fuera del sepulcro, todo es oscuridad y tinieblas, luces de neón y de mercurio, lamparillas, espejismos y fantasmas, panes de repartidores de oscuridad y dictadura, pesadillas e ilusiones. El mundo continúa a oscuras, porque las tinieblas no han acogido la Luz. Las engañosas sombras permanecen así, porque combaten a la Luz. Pero, no pueden vencerla.
El día de la nueva creación alborea ya. El sacrificio de Isaac está cumplido: el Padre eterno ha tomado a su Hijo, a su Unigénito, al que tanto ama, a Jesús, y lo ha entregado por nosotros en la cima del monte. El Mar Rojo se ha abierto y por él ha cruzado el Caudillo con su pueblo. El hijo de David, el Rey, ha conquistado la roca de Sion. La alianza nueva y eterna ha sido sellada en la sangre del Cristo, obra del amor inquebrantable de Dios que nos quiere hijos suyos en Su Hijo.
Quienes hemos purificado nuestros sentidos durante la Cuaresma, podemos contemplar, como dice San Juan Crisóstomo "con la luz inaccesible de la Resurrección, al Cristo resplandeciente ".
Quienes hemos soportado la noche de la prueba (y todavía la sobrellevamos, en esta Argentina erizada de amenazas), podemos cantar ya al Alba definitiva en la cual todo resplandece.
Quienes hemos desdeñado las ofertas de este mundo pasajero y hemos seguido a Cristo en el camino de la ignominia y de la calumnia, de la vergüenza y del despojo, de la persecución, de la espada humillada, de las leyes conculcadas, de la bandera profanada y de la cruz, tomemos en nuestras manos " la luz de la Luz que no se extingue y rindamos gloria a Jesucristo, el Resucitado de entre los muertos" .
Sabemos que " si hemos muerto con Cristo", al hombre viejo que dice san Pablo, a nuestros pecados y miserias, "resucitaremos también con Él ". Y, ¡ya estamos resucitados!, renacidos a nueva vida por el Bautismo, expectantes de la Gloria que se manifestará en nosotros, plenamente, un día no muy lejano.
Ésta es la Pascua del Señor, el paso de la muerte a la vida, de la tierra al Cielo, de la abyección de la Cruz a la exaltación de la Gloria , junto a la derecha del Padre Eterno. Es la Pascua de Jesucristo, Primicia de los resucitados, primer hombre, imagen perfecta y semejanza del Dios tres veces Santo. Unidos a Él, nuestro Señor y Rey, también a nosotros que formamos parte de su guardia, miembros de su Iglesia militante, podemos pasar de la muerte a la vida, cantando el himno de la victoria, "al Señor que se ha cubierto de gloria" .
Que nadie se quede afuera: la sala está dispuesta, las luces encendidas, la mesa tendida, el convite servido y las puertas todas abiertas de par en par. El Señor se complace en invitar a todos sus hijos a la fiesta magna de la recreación del hombre, la Resurrección de su Cristo. Aún a los que se quedaron en retaguardia temiendo combatir y perder. Todos pueden sumarse a la fiesta de la victoria. Que nadie tema pensando que no se preparó convenientemente; que nadie se relegue pues llegó en la última hora, cuando parece que no queda ya trabajo por hacer; que nadie se excluya pues no vibró junto a la Cruz. Estamos todos aún a tiempo, y podemos vislumbrar, aún desde nuestras debilidades y pecados, a la luz de esta Noche santa, " la anchura y la longitud, la altura y la profundidad, y conocer la caridad de Cristo, que supera todo amor "(Ef 3, 18-19), y que nos da a manos llenas un salario sobreabundante, que supera cuanto podemos desear o pensar .
"Nadie llore sus pecados: el Perdón se ha levantado del sepulcro. Nadie tema la muerte: ... el Salvador la ha destruido cuando yacía preso de ella " canta San Juan Crisóstomo. Nadie desespere de su suerte: le han sido abiertas las puertas del Paraíso. Nadie abomine de sus fatigas: el verdadero Descanso ha sido inaugurado. Nadie se sienta perdido: el Camino está expedito y la Luz resplandece para que lo veamos.
No cedamos a nadie nuestra gloria ni nuestros privilegios de hijos, no bajemos cobardemente la cabeza, no temamos ser orgullosos si, erguida la frente, proclamamos a los cuatro vientos ser los victoriosos compañeros del Rey. Con María, nuestra Madre y Señora, la Virgen que vela en esta noche santa aguardando la Aurora del Día definitivo, también nosotros permanezcamos vigilantes: que el Señor se ha levantado del Sepulcro y ya está aquí, entre nosotros y a punto de entregársenos en Vino de fiesta y en Pan de vida y fortaleza.
Esta es la Pascua de Jesucristo. Sea también la nuestra. ¡Felices y santas Pascuas de Resurrección!