1982 - Ciclo B
SOLEMNIDAD DE LA SANTISIMA TRINIDAD
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 28,16-20
Los once discípulos fueron a Galilea, a la montaña donde Jesús los había citado. Al verlo, se postraron delante de el; sin embargo, algunos todavía dudaron. Acercándose, Jesús les dijo: "Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo".
SERMÓN
Ciertas palabras que uno generalmente tiende a utilizar como sinónimos, si se precisan sus significados en estricta lógica, revelan matices diferentes. Por ejemplo, a primera vista, indistintamente, uno podría decir “había diez hombres” o “diez individuos” o “diez personas”. ‘Hombre', ‘individuo', ‘persona', tienen, en estas frases, el mismo sentido. Y, sin embargo, si uno investiga, se da cuenta de que puede decir: “ el hombre está compuesto de cuerpo y alma ”; en cambio, no puede decir “ la persona está compuesta de cuerpo y alma ”. También puede decir: “ un individuo de la especie de los leones, o de los alerces ”; no puede, en cambio, decir :“ una persona de la especie de los leones, o de los alerces ”.
¿Ven? Es que esos términos no tienen exactamente idéntico significado, ni siquiera el mismo valor gramatical. Cuando decimos simplemente ‘hombre' o ‘un hombre', el sentido del término apunta más bien a lo que en todos los hombres hay de común, a su naturaleza humana. Por eso podemos enunciar “ el hombre está compuesto de cuerpo y alma ”. Cuando hablamos de ‘individuo', no. Estamos apuntando más bien en lo que hace, a un ser, distinto, separado de los demás, sea hombre, animal o vegetal. Y si decimos ‘persona', inmediatamente se entiende que no se trata de un individuo zoológico o botánico sino de un individuo pensante.
De tal modo que, cuando uno habla de ‘hombre' o ‘humanidad', sin dudar pensamos más bien en lo genérico, en lo común. Por el contrario, cuando hablamos de ‘persona' o ‘personalidad' connotamos aquello que caracteriza a un hombre como ‘propio', ‘exclusivo', ‘suyo'.
Y así llegamos a la definición de persona que daba Boecio y que ha usado siempre la Iglesia y la tradición occidental. “ Persona es una substancia individuada de naturaleza racional” o, simplemente, “ una unidad pensante ”, Precisamente ‘una' porque ‘pensante'. Ya que no es la mismo la unidad, en sentido ontológico, de lo crasamente material e inerte que la de los seres superiores.
Cuánto más se asciende en la categoría de los seres, desde lo puramente físico a lo viviente y de allí a lo animal y racional, mayor unidad hallamos. No es la misma la unidad de ser de una piedra -que al fin y al cabo no es sino un agregado de moléculas- que la de un ser organizado vegetal y, menos, que la de un animal dotado de sentidos y centros neuronales de actividad. Aún anatómicamente podemos ver como una mayor centralización de los actos vitales se va dando en el progreso de los cordados, desde una ordenación puramente raquídea a la concentración de tareas encefálica.
Sin pasar demasiado de una valoración meramente externa, como centro ‘uno' de actuación es distinto el haz de sensaciones de un gusano que el de un perro faldero.
Pero aún en los animales superiores la unidad es o está como ‘desparramada'. Son siempre manojos de sensaciones actuales, más o menos computadas, pero sin asidero en el pasado y sin verdadera proyección hacia el futuro. Su calidad individual -si es percibida por ellos de algún modo- no se da en un tiempo vivido como un todo, ni protagónicamente actuado.
La verdadera unidad se da en el ‘yo' de la conciencia, en la percepción de ese fondo de ser que permanece a través de todo cambio y que hace como eje y centro de toda mi historia y en donde convergen las motivaciones de mis actos y las consecuencias de mis acciones y padeceres.
También en esta progresión del ser en complejidad y organicidad se percibe la genialidad de la afirmación de la metafísica de que ‘ser', ‘verdad', ‘bondad' y ‘unidad' son directamente proporcionales entre si. (“Ens, verum, bonum et unum convertuntur ”)
Precisamente esto es lo que aparentemente define al ‘ser persona'. Los individuos animales fácilmente se reemplazan. Mucho más fácil las plantas o los objetos. Una ‘persona' -querida ‘como persona'; porque se puede querer a alguien ‘como objeto' o ‘planta'- no. Es algo exclusivo, irreemplazable, único. ‘ Incomunicable' decían los escolásticos. Algo que existe con sentido en si mismo. Lo que tiene es ‘propio', exclusivo. No ‘común', sino ‘personal'.
En esta línea de ideas, nos damos cuenta de que ‘personal' tiende a significar ‘privado', ‘mío'. ‘ De uso personal ' decimos, para destacar, precisamente que no puede ser usado por otro que no sea yo. En ese sentido lo ‘personal' es aquello que me distingue, me separa de los demás. Los intereses ‘personales' pueden oponerse a los intereses ‘comunes'.
Sin embargo, insistir en lo ‘personal' como lo ‘propio' y ‘mío', no solamente no agota el valor de lo personal sino que, cerrado en si mismo, lo desvaloriza. En el fondo lo despersonaliza.
El cristianismo cuando valora a la ‘persona' no da pujos al ‘individuo' del individualismo liberal, ni cuando la integra en sus relaciones con los demás cae en la anulación del individuo y la exaltación del ‘hombre', de la ‘especie', de la ‘masa', de lo ‘social' mal entendido, como en los mal llamados socialismos y comunismos .
Porque perversamente, el racionalismo y el liberalismo decimonónico insistieron unilateralmente en esta peculiaridad del hombre: la de ser un ‘yo' autónomo, cerrado, individuo, cuya realización personal era un crecer ‘privado', ‘individual'. En el fondo egoísta, solipsista y, por tanto, a la larga, antisocial. Tanto en la teoría como en la práctica, terminaba por oponer lo personal a lo común, lo privado o individual a lo social.
De allí que sea necesario insistir que, si bien es cierto que la definición de persona incluye la nota de ‘individuo', de ‘propio', lejos de afirmar cerrazón en el ‘ego', la persona, en su sentido pleno, siempre habla de ‘relación', de apertura a los demás.
Y, aquí es importante saber que la reflexión sobre la ‘persona' no nace en el ámbito de la filosofía sino de la teología. La especulación sobre el ser humano realizada por la cumbre del pensamiento racional que fue la del mundo griego, no pasó nunca de considerar al hombre en sus substancialidad, en su ser individual, por más que la racionalidad que incluía en su definición ya llevaba en raíz la apertura a los demás. (‘Anima [rationalis] est quodammodo omnia'.)
Es en la reflexión sobre la revelación trinitaria, en el tratado de la Santísima Trinidad, donde el pensamiento cristiano pule la noción de ‘persona' y la desarrolla no en la subsistencia de la única esencia, sino en la mutua relacionalidad.
Paradójicamente, lo que en las definiciones o descripciones de las Personas trinitarias hay de más ‘propio' y ‘exclusivo' de cada una son sus relaciones a las otras. Por ejemplo lo más ‘mío' del Padre es su relación, su darse en el Hijo. Lo más ‘mío' del Hijo es su relacionarse obediencial al Padre. Todas las Personas trinitarias se realizan no en Sí mismas sino ‘en' y ‘hacia' las otras dos.
Falsa oposición crean liberalismo y comunismo entre la realización del yo y su inserción en la comunidad. Ambos enveses pertenecen esencialmente a la persona.
De allí que no seré auténticamente persona en la medida en que me cierre en mí mismo, sino en la medida en que me abra, en que me entregue, en que funde relaciones de amor y dependencia con los que forman mi estar inserto en el mundo, desde Dios y hacia Dios.
De allí la famosa frase de Jesús: “ El que quiera salvar su ‘propia' vida, la perderá; el que la entregue, ese la alcanzará” .
Ni individualismo protestante y liberal; ni comunismo o socialismo. El uno convierte la sociedad en coto de caza para los más hábiles, o los más fuertes e inteligentes. Hipotética libertad ‘para todos' que solo pueden usufructuar ‘los menos'. A nivel de sociedades, los poderosos, los ‘oligarcas' y los vivos. A nivel de naciones, las poseedores del veto y de los cañones.
El otro, el socialismo, transforma a todos en ‘objetos', ‘piezas', todas iguales y prescindibles del Todo social hipostasiado.
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Desgajados de nuestra raigambre católica, los argentinos hemos vivido mucho tiempo en la pendiente que, desde la tentación de la soberbia liberal e individualista, llevaba a la masificación estatal y socialista, al comunismo marxista.
En momentos en que, después de haber batallado contra la guerrilla marxista, nuestras armas enfrentan la arrogancia de potencias protestantizadas y liberales; en el renovado asombro y emoción de ver a miles de argentinos dando o dispuestos -a imagen de las Personas de la Santísima Trinidad- a dar lo propio para verdaderamente ser, no tenemos derecho a equivocarnos en la opción. Ni porque fue y es enemigo el marxismo, son nuestros amigos los liberales y las potencias que los lideran, ni porque hoy son nuestros enemigos éstos, son amigos los primeros. Ni uno ni otros: la solución es la Nación cristiana, para ser no individuos, ni masa, sino personas.
Solo por ella vale la pena luchar y morir, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.