Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 6, 16-21
Al atardecer, sus discípulos bajaron a la orilla del mar y se embarcaron, para dirigirse a Cafarnaún, que está en la otra orilla. Ya era de noche y Jesús aún no se había reunido con ellos. El mar estaba agitado, porque soplaba un fuerte viento.
Cuando habían remado unos cinco kilómetros, vieron a Jesús acercarse a la barca caminando sobre el agua, y tuvieron miedo. El les dijo: «Soy yo, no teman.»
Ellos quisieron subirlo a la barca, pero esta tocó tierra en seguida en el lugar adonde iban.
Palabra del Señor.
Carta n. 7 a las hermanas Ventrella,
Nápoles, 1 de octubre de 1917, Epist. III, pp. 569-570
(…) Os lo suplico, mis queridas hijas, por el amor de Dios no temáis a Dios, porque no os quiere hacer ningún daño; queredlo mucho, porque os quiere hacer mucho bien. Caminad simplemente con la seguridad de vuestras decisiones y rechazad las reflexiones del espíritu, sobre vuestros males, que son como crueles tentaciones.
¿Qué puedo hacer o decir yo para parar este flujo de pensamientos en vuestros corazones? No os fatiguéis para sanarlos, porque esta fatiga les hace que sean más dolientes. No os esforcéis por vencer vuestras tentaciones, porque este esfuerzo las fortificaría; despreciadlas y no os paréis a pensarlas más; presentadle a vuestras imaginaciones a Jesucristo crucificado entre vuestros brazos y sobre vuestro pecho; y decid, besando repetidamente su costado: “he aquí mi esperanza, he aquí la fuente de mi felicidad; te mantendré tomado, Jesús, y no te dejaré hasta que no me habrás puesto en un lugar seguro”.
Decidme ahora, ¡oh! mis queridísimas hijas, ¿de qué tenéis miedo? 0 ¿no oís a Dios que le dice a Abraham y a vosotras también?: “No temáis, yo soy vuestro protector”. ¿Qué buscáis sobre la tierra, ¡oh! hijas de Dios, si no es a Dios? Vosotras ya lo tenéis. Estad pues seguras de vuestras decisiones, deteneos en el barco, en el cual os ha embarcado, y que llegue la tempestad y la borrasca. Viva Jesús, vosotras no pereceréis: Él estará durmiendo, pero cuando sea el momento y el lugar se despertará para devolver la calma. Pues, hijas mías, no temáis, caminad encima del mar entre el viento y las olas, pero con Jesús.
¿Qué es, pues, lo que hay que temer? Pero si el temor os aprieta, exclamad muy fuerte junto a san Pedro: “Oh Señor, sálvame”. Él os dará la mano, estrechadla fuerte y caminad alegremente. Que se subleve el mundo desordenado, que todo esté entre tinieblas, entre el humo y el rumor, Dios está con vosotras. Pero si Dios vive en las tinieblas y sobre el monte Sinaí humeante, cubierto de rayos, de truenos, y en el estruendo, ¿no estaremos bien junto a Él?
Termino porque estoy cansado. No os canséis de rezar nunca por mi liberación.
Os bendigo siempre y de corazón.
P. Pío |